– ¿Quién soy yo? Es decir, acabar de cuajar una identidad sólida como mínimo en sus dimensiones social, laboral, personal, amorosa y sexual.
– ¿Qué es el mundo? Es decir, ordenar una cosmovisión válida, coherente y sin contradicciones.
– ¿Qué puedo hacer? ¿Cuáles son los límites reales de mis fuerzas y capacidades, cuáles son mis valores y mis talentos, en qué puedo aportar más y de qué manera?
– ¿Qué debo hacer? Es decir, el desarrollo de una ética generada desde uno mismo (Luis Cencillo la llamará una ética autógena. No se puede vivir sin una ética, pero una vez más esta ética no puede imponerse desde fuera, sino que habrá que “alumbrarla” mayéuticamente desde dentro. Y para esto el terapeuta tiene que saber, como mínimo, fundamentar una ética y ayudar al paciente a que la realice. A veces no hay que complicarse demasiado y basta con que la persona comprenda que si no tiene el proyecto y la intención firme de ser buena persona, nunca podrá llegará a ser del todo feliz (a no ser que viva anestesiando continuamente);otras veces será necesario un desarrollo más elaborado, según la capacidad y las necesidades de cada persona.
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