Todas las entradas de: Rafa Millan

Soy psicólogo con experiencia. Tengo una amplia formación en varias escuelas. Ejerzo en Madrid y Parque Coimbra. Además soy escritor, máster en filosofía y periodista, lo que me ayuda en mi práctica psicológica. Puedes consultar mi currículum en la sección "Quien Soy". Espero que disfrutes de esta web y que la encuentres útil.

Terapias corporales

terapias corporalesTerapias corporales

 

Las relaciones, interacciones y recíproca influencia entre todos los niveles del existir humano desde lo corpóreo hasta lo psíquico (pasando por lo emocional, afectivo, sexual, etc.) son fundamentales en procesos terapéuticos y de crecimiento personal. No es posible ya mantener la limpia distinción cartesiana entre el sujeto psíquico y el corpóreo. Soma y psique, cuerpo y mente (o alma) son una unidad funcional indisociable y orgánica: todo cambio (para bien o para mal) en una de estas instancias afectará irremediablemente a la otra, siendo más importante la RELACIÓN o INTERACCIÓN entre ambas (que es el espacio donde propiamente existe la persona) que cada una por separado.

 

Las relaciones entre el cuerpo y la mente se dan, de hecho, en cuatro direcciones distintas: la mente puede enfermar o sanar al cuerpo (actividad psicosomática) o, viceversa, el cuerpo puede sanar o “enfermar” la mente (lo que algunos llaman actividad somatopsíquica).

 

En terapia ya se reconoce que la mayoría de las alergias, afecciones cutáneas y del aparato digestivo y respiratorio, entre otras, son afecciones psicosomáticas que tienen mejor pronóstico con tratamiento psicológico que estrictamente orgánico (hay infinidad de estudios en este sentido aunque la medicina española – no así la de otros lugares, como la alemana, por ejemplo– aún insista, incomprensiblemente, en modelos “organicistas” más que superados).

 

Muchas de las escuelas que trabajan terapéuticamente con esta identificación psicosomática consideran además que en el cuerpo queda “cristalizado” un registro (como las anillos de un árbol) de las relaciones emocionales con los demás y con el entorno (desde la infancia) que pueden descubrirse y, en su caso, sanarse, a través del estudio postural, zonas de tensión muscular, esquemas sensoriomotores, “bloqueos” energéticos, pinzamientos, etc. Incluso se habla de una “coraza corporal” diferente para cada psicopatología: coraza neurótica, psicótica, etc.

 

Una de las escuelas más interesantes en este sentido es la bioenergética de Alexander Lowen (basada en las aportaciones de Wilhelm Reich).

 

Hay muchas otras escuelas que dan más o menos importancia a estas relaciones, desde el psicoanálisis (con la histeria, por ejemplo) hasta ciertas formas de psicodrama. Sin olvidar las que vienen de oriente y que más o menos descafeinadas se aplican en occidente como acupuntura, tai chi, yoga físico o hatha yoga, chi kung, trabajos con chakras, respiración, cuerpo pránico o energético, tantra, artes marciales, taoísmo, kundalini yoga, etc.

 

Y aún otras como la terpia craneosacral, el masaje terapéutico, la danzaterapia, etc. Aunque, tal vez sea demasiado pretencioso llamar terapia a lo que sin duda son técnicas efectivas (que tienen su incuestionable validez en ciertos ámbitos) pero que no alcanzan, la categoría de una verdadera terapia que pueda reintegrar al individuo total consigo mismo en todos sus niveles (afectivo, emocional, sexual, cognitivo, filosófico…) en un determinado medio social más o menos incompatible con la salud psíquica. El problema, suele ser, la escasísima formación psicológica real (que incluye conocimientos de antropología, filosofía, psicoanálisis, teoría de sistemas y un largo etcétera) por los “terapeutas” que suelen aplicar estas técnicas.

 

Por supuesto la psicología académica española ignora profundamente este amplio abanico de posibilidades terapéuticas.

Objetivos de una terapia. Para qué sirve una terapia (2/3)

objetivos de una terapia psicológica– Hallar las claves (hace tiempo perdidas) del propio malestar, y recuperar o construir las herramientas necesarias para enfrentarlo. O, dicho de otro modo, encontrar el mapa que conduce al tesoro de nosotros mismos.

 

– Fortalecer las partes buenas y sanas del propio carácter, al tiempo que vamos disolviendo los terrones de dolor y sufrimiento que nos habitan. Hay que desechar o aceptar todo lo negativo, que es lo que hasta este momento nos viene confiriendo una pseudo-identidad falsa y dolosa.

 

Pero, como en la muda de la piel de la serpiente, no podremos deshacernos de lo viejo hasta que una nueva identidad no se halle ya lista para emerger, por lo que habrá que montar el armazón de una nueva forma de ser, sana y adulta, o lo que es lo mismo, habrá que construir una trama válida para sostener nuestras vidas, al menos una primera percha sólida y estable sobre la que ir colgando todas las demás.

 

En esta misma línea, la terapia persigue aclarar la propia identidad, saber quién es uno y acertar a vivirse firme y plenamente como tal, desde nuestro centro y desde nuestra verdad personal única e inalienable. Tal vez esto sería lo más esencial de todo el proceso: poder llegar a vivirse auténticamente, sin mentiras ni autoengaños. En definitiva, llegar a ser uno mismo y aceptar (y amar) lo que se es, poco o mucho (normalmente, más bien poco). O sea, asumir plena y humildemente la propia identidad.

 

– Conectar con un bienestar profundo, elástico y continuado, incluso en momentos de dolor o dificultad, de tal manera que casi nunca (o sólo en una situación realmente extrema) se sienta uno desbordado por las circunstancias e incapaz de hacerse cargo de la propia vida. O sea, sentirnos libres y ligeros, sin cargas que nos oneren.

 

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Funciones de una terapia psicológica (3/3)

– Función existencial: Ayudarnos a aclarar nuestra “filosofía” vital, el sentido de nuestra vida. Es muy importante saber para qué vivimos, la vida nos sobra si no tenemos un porqué, un sentido o una dirección, por lo que nunca podremos estar seguros de si avanzamos o retrocedemos. Cuando un barco no sabe a qué puerto se dirige, no encuentra ningún viento favorable.

 

Cuando un barco no sabe a qué puerto se dirige, no encuentra ningún viento favorable.

– Campo de pruebas para la vida y para trabajar nuevas habilidades. En el espacio terapéutico puede ensayarse, con red de seguridad, aquello que se teme, y también empezar a desarrollar nuevas habilidades y características personales. Lo más habitual es aprender habilidades sociales o refinar las que se tienen, sobre todo en lo que se refiere a las relaciones con el otro sexo.

 

Suplir las carencias que se dieron encarnando los roles paterno y materno

– Guía para el autoconocimiento profundo. Un buen terapeuta puede ejercer, hasta cierto punto (y sólo mientras sea estrictamente necesario), de guía vital o de «maestro existencial». A través de ejercicios y de la interpretación de la vida profunda (sueños, deseos, fantasías), y por su propio conocimiento de la vida anímica, puede ofrecer un modelo válido que el paciente tome para sí.

 

– Otras funciones no menos importantes serían: descongestionar la parte emocional, escuchar activamente, comprender incondicionalmente, orientar, nutrir el alma (y hasta acariciarla si hace falta), ayudar a aclarar la propia trama psicofamiliar, investigar el origen de deseos, intereses y fantasías para aprender a controlarlos, etc.

 

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Práctica de carta al niño que fuimos (2/2)

niño interior, nino secreto, ejercicio de conexión con uno mismoSólo tienes que intentar ser sincero y auténtico. Escribe una primera carta de la extensión que desees, no te cortes en decir y en contar todo lo que quieras de todos los ámbitos de tu vida.

Sólo tienes que intentar ser sincero y auténtico.

Una vez que tengas esa primera carta recuerda que por la máquina sólo puede pasar un papel, así que cuando acabes la carta larga intenta sintetizarla en una sola cara. ¿Qué es lo esencial de lo que te has dicho? ¡No pierdas esta oportunidad de hablar contigo mismo!

Cuando hayas acabado, aparca la carta en algún sitio. Si la has escrito con el ordenador, mejor imprímela para tener un objeto físico y poder guardarlo. Deja que repose dos o tres días. Estáte atento a tus sueños de esos días y a tus sensaciones y sincronías. Luego vuelve a leerla. Aún tienes otra oportunidad de cambiar algo. ¿Has sido totalmente sincero? (recuerda que escribes sólo para ti y que engañarte no tiene sentido, sólo te hará perder tiempo y sufrir más). ¿Cambiarías algo de la carta? ¿Tienen relación algunos de tus sueños o vivencias de estos días con los contenidos de la carta? Si has sido sincero, es muy posible que así sea. A veces los sueños corrigen o amplían información.

 

En un segundo momento, al menos un par de días después de la revisión, haz el ejercicio inverso. ¿Qué te diría a ti, con tu edad actual, aquel niño que fuiste, si pudiera escribirte una sola carta?

 

Por supuesto, puedes jugar y adaptar este ejercicio como quieras. Ésta es sólo la forma que te propongo y como yo suelo realizarlo, pero a lo mejor tú quieres hacerlo como en una representación teatral o un psicodrama, interpretando ambos papeles; o puedes escribir un diálogo entre tu yo actual y tu yo niño, o, incluso interpretarlo (siempre que lo puedas grabar en audio o vídeo; para que luego puedas revisarlo), etc. En principio, recomiendo la sencillez y la espontaneidad (pero tal vez en ti lo espontáneo sea ser complejo), lo que importa son los contenidos y no la calidad o la originalidad del ejercicio.

Lo que importa son los contenidos y la sinceridad y no la calidad u originalidad del ejercicio.

Todos los elementos que te ayuden a meterte en el papel: recordar juegos, juguetes, personas, amigos de entonces, familiares o fotos, pueden ser útiles.

 

Éste es un ejercicio catártico muy fuerte. Si te da miedo o no te sientes preparado, mejor no lo hagas tú solo y realízalo con la ayuda de alguna persona cualificada o en la que confíes.

 

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Objetivos de una terapia. Para qué sirve una terapia (3/3)

objetivos terapéuticos– Controlar nuestra propia conducta y nuestros deseos, y no que ellos nos controlen a nosotros. Asumir la propia vida para protagonizarla y vivirla con plenitud en lugar de aspirar a protagonizar la vida de otro que se percibe como más bella o más rica que la propia. Es decir, superar las dependencias emocionales.

 

– Aprender a sostenerse uno mismo, y por sí mismo, sin necesidad de depender de nada ni internamente (pensamientos repetitivos u obsesivos, rituales de tranquilidad, etc.) ni externamente (sustancias, personas, etc.). O sea, tener la suficiente solidez como para sujetarnos (“ser sujetos”) a nosotros mismos y a nuestro mundo. Podría decirse que todos estamos obligados a ser el “atlas” que soporta el peso del mundo (de nuestro mundo) sobre las propias espaldas.

 

– Aprender a relacionarse adecuadamente con los demás: familiares, amigos, pareja… y aprender a dar y recibir lo justo, sin invadir a los demás ni dejarse invadir por ellos, sin exigir demasiado y sin darse demasiado (tanto que correríamos el riesgo de perdernos). Es decir, saber manejar y gestionar la dialéctica de lo propio y de lo ajeno.

 

– Administrar adecuadamente los medios y los fines (sin pagar enormes precios por ganancias ínfimas, normalmente de orden afectivo) y responsabilizarse maduramente de las consecuencias de nuestros actos. Una terapia casi siempre incluye un elemento de maduración, responsabilidad y crecimiento personal.

 

– Aceptarnos como somos, ni más ni menos, y reconciliarnos con el propio pasado, físico, edad, limitaciones, etc. O sea, aceptar lo que hay, sin idealizarse ni rebajarse. Podríamos llamar a esto una ducha “fría” de realidad.

 

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Carta al niño que fuimos (2/4)

carta al niño interior. Niño secretoY así nos sentamos a escribir una carta al niño que fuimos. ¿Qué le diremos, en qué términos nos dirigiremos a él, qué sentimientos y qué reacciones nos provoca? ¿Hemos sido fieles a sus ideales o le hemos traicionado? ¿Nos sentimos culpables por no haber intentado cumplir nuestro sueños o, al contrario, estamos satisfechos con cómo hemos venido dirigiendo nuestra vida hasta el presente?, etc.

 

Es muy posible que tomemos conciencia de que, en algún momento, erramos el camino, es decir, de que en algún momento empezamos a alejarnos de nosotros mismos, a perdernos en la espesura. Si es así, sería muy conveniente profundizar en ese sentimiento, por muy doloroso que resulte. ¿Somos capaces de aislar el momento o los momentos en los que perdimos la autenticidad/inocencia? ¿Cómo paso? ¿Qué hicimos y por qué? ¿Cómo lo justificamos ante nosotros mismos? ¿Qué significa, para nosotros, ser auténtico o inocente?

¿Somos capaces de aislar el momento en que perdimos la inocencia?

Por supuesto puede ocurrir (lo que, evidentemente es muy excepcional en la clínica) que la práctica de este ejercicio nos deje reconfortados y revitalizados y que nos permita recuperar apaciblemente aquellas sensaciones de autenticidad y de viveza. Puede que incluso nos sintamos orgullosos de haber ido consiguiendo las metas que nos propusimos o de haber sabido renunciar a ellas maduramente. En estos casos aún solemos conservar una cierta sensación de sana inocencia que, en cierto grado, es esencial para una vida plena (ojo, inocencia, que no ingenuidad).

 

Por supuesto, una parte muy importante de la carta puede referirse a nuestra actual y pasada relación con los padres, lo que suele aportar claves importantes sobre nuestra manera de relacionarnos actualmente con otras personas de nuestra vida, especialmente con la pareja si la hay, los amigos íntimos y las figuras de autoridad.

 

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Vida después de la muerte

vida después de la muerteVida después de la muerte

No quiero hablar desde una perspectiva psicológica (elaboración del dolor, significado de la muerte en la propia vida, etc.) ni frivolizar con un asunto tan serio. Tal vez, el más serio posible, casi absoluto. Simplemente quiero hacer unos apuntes a la pregunta filosófica ¿hay alguna clase de existencia que supere la vida en esta tierra, a ser posible, dotándola de un sentido? ¿Sobrevivimos a este extraño viaje o no somos más que una máquina que, al final, se rompe?

La muerte no es un instante puntual sino un proceso que resulta imposible precisar, hasta el punto de que los hospitales han desarrollado complejos protocolos para determinarla (además pueden morir “partes”: células y órganos, incluso zonas cerebrales aisladas…). El problema es que no sabemos muy bien lo que somos, cuál es nuestra “esencia” humana (aunque no me guste esa palabra). Y como no sabemos exactamente qué somos, tampoco sabemos exactamente cuándo morimos. Digamos que el ser humano es una incógnita para sí mismo, y la muerte es el motor que le impulsa a resolverla.

Lo que es innegable es que somos finitos pero en todas las culturas y épocas (con la única y anómala excepción del moderno occidente) ha habido un acuerdo universal en un punto: esa finitud no es “todo lo que hay”, si no que el fin de esta vida es, más bien, el principio de otra cosa. Bien sea alguna forma de reencarnación o de vida eterna, hasta soluciones más místicas en las que el “alma” regresa a la totalidad a la que pertenece, como una gota de agua un momento separada del océano en una ilusión de existencia individual.

Aparte de las religiones y de las místicas, la postura actual más extendida es la mal llamada escéptica. Y digo “mal llamada” porque creer que no hay nada después de la vida no es más que otra forma de creer en algo y, además, en contra de muchos indicios. Una postura escéptica real sería mucho más amplia en sus concepciones y desde luego nada tajante.

Un argumento típico del mal-escéptico sería por ejemplo el ya clásico “nadie ha vuelto para contarlo”. Pero es un argumento trampa, ya que nadie “ha vuelto” tampoco para contar que no hay nada. Además nunca podremos estar científicamente seguros de que “nadie ha vuelto”.

Estos escépticos (dominantes en los medios de comunicación y en las llamadas ciencias humanas) suelen partir de una cosmovisión obsoleta: el materialismo mecanicista, en la que toda la realidad queda reducida a una especie de gran mecano. A veces llamada visión cartesiana-newtoniana porque concibe todo el universo según las leyes de la mecánica de Newton (ideales para problemas de poleas y planos inclinados pero insuficientes, y hasta ridículas, para fundar toda una cosmovisión).

Existe también una versión biologicista muy extendida y que nace del mismo error de dar a una ciencia concreta un valor de verdad absoluta. Lo cual es epistemológicamente imposible. Y más porque una ciencia concreta no puede decir “verdades”. El ámbito de la verdad, incluso dilucidar qué sea el concepto mismo de verdad, corresponde sólo a la filosofía, reuniendo, entre otros, datos los de las propias ciencias (ya que la filosofía ha de ocuparse y nutrirse de todos los saberes y disciplinas, si no es parcial y no sirve).

Hoy en día, no sabemos cómo es la realidad, pero lo que sí sabemos seguro es que NO ES un gran mecanismo (o un gran organismo biológico). La realidad se parece más a una gran idea (pautas o patrones de información) que a una gran roca. La materia es otra forma de energía y las dimensiones se multiplican hasta 26 en algunas hipótesis de la nueva física.

Superar las limitaciones mecanicistas no es nada muy estrambótico, ya hoy se pueden reproducir escenarios que parecen reales (en videojuegos o películas tipo matrix, por ejemplo) que no son más que ecuaciones en la memoria de un ordenador, es decir, ideas, plenamente intangibles que, combinadas adecuadamente, generan la ilusión de un completo mundo tridimensional. Desde esa perspectiva la idea de la supervivencia a la muerte física deja de resultar descabellada y, según se mire, se vuelve casi necesaria.

Aparte de las respuestas culturales que cada época y grupo humano al problema de la muerte (en sus vertientes psicológicas, escatológicas, etc.), hay, por extraño que pueda parecer, experimentación y registro de casos (incluso en hospitales y universidades) que parecen apuntar a la hipótesis de la pervivencia. Me refiero a la documentación continua de fenómenos de ECMs (experiencias cercanas a la muerte), regresiones, mediumidad, contactos postmortem de algún tipo… Se intenta incluso fundar una disciplina con pretensiones científicas: la tanatología.

La principal revolución, en este sentido, fue, sin duda, la publicación de vida después de la vida del médico Raymond Moody. Moody profundiza en las ECM o Experiencias Cercanas a la Muerte (salir del cuerpo, ver un túnel y una luz, repaso de la propia vida, reencuentro con seres queridos ya fallecidos, etc.). Sobre el sentido real de estas experiencias podemos hacer muchas hipótesis, pero lo que nadie serio puede negar (a no ser que se hable desde la ignorancia) es que de hecho, se dan y se dan mucho. Hay incluso algunos hospitales que llevan registros de estos casos y tienen una unidad especial dedicada a ellos.

Y, por supuesto, no se trata de “falta de oxígeno en el cerebro” o pseudo-explicaciones parecidas. Se dan casos en los que el sujeto ha podido describir perfectamente lo que ocurría en lugares lejanos. Llegando incluso al caso recogido por la otra gran estudiosa del tema, Elisabeth Kubler-Ross, en el que un sujeto fue capaz de describir hasta las grecas de la corbata del médico que le atendía. Nada muy sorprendente, es cierto, si no se hubiera tratado de una persona ciega.

También quiero mencionar a Ian Stevenson, autor de un estudio con el sugerente título de 20 casos que sugieren fuertemente la idea de la reencarnación. Stevenson describe casos de niños que puede darle gran cantidad de detalles contrastables sobre sus “vidas pasadas”.

Resulta también sencillísimo encontrar estudios en universidades (regresiones, mediumidad, etc.) con los más variados resultados. Pueden consultarse, además, otros trabajos que abren otras posibilidades ampliando y precisando qué sea la memoria humana y si puede o no pervivir a la muerte cerebral (Rupert Sheldrake) e incluso la misma conciencia desde el punto de vista de la nueva física (Roger Penrose, Frijof Capra…).

En cualquier caso la pregunta no está cerrada, más bien, empieza a abrirse un nuevo horizonte de esperanza. Los datos están ahí, a la espera de cualquiera que se tome la molestia de investigar un poco antes de sacar conclusiones precipitadas. Algunas de las respuestas nos llevarán directamente a preguntarnos sobre el sentido total de la existencia en su conjunto y hasta la posibilidad de lo divino. Son preguntas ineludibles que hoy se desatienden. Pero lo cierto es que no se puede tener una vida plena sin encontrar unas respuestas válidas a estas cuestiones. Pero, eso sí, que sean respuestas informadas.

Rafael Millán

Bibliografía

Vida después de la vida, Raymond Moody

¿Hay vida después de la muerte? Varios autores, compilado por Ken Wilber

¿Hay vida después de la muerte? Robert Kastenbaum.

Cómo meditar. Práctica de la conexión con el corazón (3/3)

En el fondo, si consigues detener el juicio y la mente verbal, descubrirás vivencialmente que la gran mayoría de tus sentimientos (por no decir todos) no son buenos ni malos, sino que son sencillamente lo que son. “Bueno” o “malo” son etiquetas que tu mente les cuelga a posteriori, un instante después de que aparezcan, porque la mente tiene la ilusión de que categorizando y nombrando las cosas, es decir, metiéndolas en cajoncitos puede controlarlas.

 

Pero tus sentimientos no pueden guardarse ni disecarse. Durante la meditación procura no adulterar tus emociones poniéndoles palabras, es como meter una mariposa en un bote cerrado, si está mucho tiempo ahí acabarás por matarla. La mariposa tiene que volar y tus emociones profundas tienen que desplegarse. Ábreles espacio para ello, deja que ocurran sin oponerte.

 

Espera por lo menos un par de minutos simplemente sintiendo… sintiéndote… eso eres tú ahora, no hay otra cosa aquí más que tú… déjate pasar a través de ti mismo, no te juzgues, no te censures, sólo sé, vive, siente…

Hemos venido diciendo que eso que sientes, en el “centro”, eres tú mismo. Pero también podemos verlo justo al revés, desde una mirada un poco más impersonal. Eso que sientes en el centro mismo de tu alma no es más que La Vida, el Ser-siendo aquí y ahora, que se vive a través de ti, te recorre, te traspasa, y tú, lo único que tienes que hacer es intentar no estorbarle con tus pensamientos, con tus resistencias, con las pequeñas cosas de tu pequeño yo. Por un momento abre tu espacio interior a lo que sea que venga y deja que la vida se viva a sí misma a tu través. Si lo consigues plenamente será una experiencia maravillosa de la que saldrás completamente renovado, es como ser un cristal limpio a través del cual pasa la luz, pero es una luz refrescante y llena de vida.

Por un momento abre tu espacio interior a lo que sea que venga y deja que la vida se viva a sí misma a tu través.

Esta experiencia de la conexión puede entenderse en dos sentidos opuestos, de dentro a fuera o de fuera a dentro O, dicho de otro modo, según la miremos desde el polo del yo pequeño o desde el polo del yo grande. Es decir, podemos intentar “quitarnos de en medio” para dejar que aflore lo que hay o, al contrario, prestarnos plena atención a nosotros mismos hasta que el Yo grande lo ocupe todo. En el límite, las dos cosas son la misma ya que la paradoja sólo puede darse en la mente.

 

En el estado meditativo no hay contradicción, es más, desde ahí puede entenderse que no hay dentro ni fuera, que esas no son más que ideas, fronteras que pone nuestra mente para mantener la ilusión de que puede controlar algo (si no el afuera, al menos sí el adentro). Esa es la función de la mente, ya lo hemos dicho: separar, dividir, diseccionar, poner límites, trazar líneas y fronteras en la unidad irreductible y compleja de lo real. Pero existe un punto de unión donde el dentro y el fuera se desdibujan y pierden el sentido, donde confluyen. Y ese punto es paradójicamente lo único real, el núcleo de la vivencia que no es otra cosa que el “vivenciador” mismo. Podría entenderse metafóricamente como la cúspide, el punto de intersección exacto, donde se juntan los dos conos del adentro y el afuera, la interfase, es decir, el centro, el corazón, justo aquello con lo que queremos “conectar”.

 

Por supuesto este texto es el intento de describir con palabras algo que está más allá de la palabra. Sé que no puedo llegar ahí, pero al menos intento señalarlo, apuntar adonde está para que tú puedas ir allí a hacer tu propia experiencia. Puedo utilizar palabras como “soltar”, “dejar ser”, “no oponerse”, “no aferrarse”, etc. Pero, en el fondo, la vivencia (cualquier vivencia) no cabe en la palabra, es previa a ella, escapa al campo del lenguaje.

sólo se trata de respirar y de ser: dos cosas que, por suerte, nunca hemos dejado de hacer.

Pero al igual que soy plenamente consciente de que el estado de meditación no puede describirse también soy plenamente consciente de que mirado desde el punto de vista del Yo grande o del Absoluto es un estado que no puede perderse ni ganarse, que está siempre ahí, porque es el fondo de toda figura, la condición de posibilidad de toda experiencia. Ya lo decíamos antes, en realidad sólo se trata de respirar y de ser: dos cosas que, por suerte, nunca hemos dejado de hacer.

 

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Práctica de carta al niño que fuimos (1/2)

NIño interior. Niño secreto.Coge papel y lápiz o un ordenador, como te sea más cómodo.

 

Realiza el ejercicio de conexión con el centro. Respira hondo varias veces intentando no pensar en nada, simplemente siente cada una de tus respiraciones. Sitúa tu atención en el cuerpo y no en la mente, sobre todo en el pecho, a la altura del corazón. Déjate sentir lo que hay allí, lo que te salga, sin distorsionarlo ni juzgarlo; que tu mente no tape tu corazón. Esos sentimientos no son buenos ni malos, son lo que son, no los adulteres poniéndoles palabras. Deja pasar por lo menos un par de minutos dedicado sólo a sentirte a ti mismo.

 

Ahora intenta recordarte de pequeño, pero una vez más no lo hagas desde la mente sino desde el centro, desde el corazón, desde el sentimiento. Intenta sentirte tal y como te sentías entonces. Puedes utilizar cualquier recuerdo que te venga. ¿Qué personas hay a tu alrededor? ¿Dónde estás? ¿Qué sientes? ¿Qué quieres? ¿Cuál es la edad con la que te ves?

 

Probablemente esa edad, la que a ti te venga, sea aquélla con la que, por lo que sea, mejor te vendría entrar en contacto. Muchas veces he podido comprobar una sabiduría natural que nos guía justo a los momentos y los acontecimientos de nuestro pasado más relevantes o a aquéllos que aún están esperando solución. A veces sólo hay que tirar un poco del hilo para desatar el nudo. Así que si te viene algo, no intentes forzar las cosas, escúchate y atiende al mensaje que te estás dando a ti mismo, atiende a la sabiduría profunda de tu propio inconsciente. Si no te viene nada o no te ves en ninguna edad determinada, puedes verte con la que quieras, por ejemplo con 7 u 8 años.

Atiende al mensaje que te estás dando a ti mismo, atiende a la sabiduría de tu inconsciente.

Ahora imagina que tienes una máquina del tiempo por la que puedes hacer pasar sólo un papel. Al otro lado de la máquina estás tú mismo cuando tenías justo esa edad con la que te has visto. Intenta “meterte” en el ejercicio y creerte la situación al máximo. Otra persona puede ayudarte a ello (por ejemplo, leyéndote estas instrucciones). Ahora abre los ojos y empieza a escribirte una carta a ti mismo cuando tenías esa edad. Empieza con un “querido/a” seguido de tu nombre; y luego continúa como te salga, sin pensar demasiado ni pretender ser literario (ni tampoco lo contrario).

 

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Místicas vivas: Sufismo

Mawlana Sheij Nazim Al haqqani (qas)Místicas vivas: Sufismo

Puedes encontrar toda la información sobre sufismo, meditacón sufi y grupos sufíes CERCA DE TI en:

www.oceanoceleste.com

Sufismo en Madrid aquí:

oceanoceleste.com/espiritualidad/sufismo-madrid/

Más información sobre qué es el Diker o meditación Sufi aquí:

oceanoceleste.com/espiritualidad/diker-o-meditacion-sufi-naqshbandi-madrid/

 

El sufismo no es algo que se pueda expresar con palabras, sino la realización de una certidumbre absoluta. Muchos ignorantes se regocija en su ignorancia y muchos que conocen sufren por su conocimiento

Mustafa al-‘Alawi (Sufí Argelino)

El Sufismo (Tasawwof) es una de las formas más desarrolladas de la tradición mística universal. Recoge y acepta la mayor parte de las filosofías y prácticas espirituales del planeta. Aunque para algunos hunde sus raíces en el zoroastrismo persa e incluso en prácticas y doctrinas más antiguas, tiene una fuerte influencia de la última revelación espiritual, la producida en la matriz cultural islámica. Desde este punto de vista, en el sufismo se integra lo más nuevo con lo más antiguo.

 

De hecho, tanto el Profeta Muhammad como ‘Alí (primo y yerno del Profeta) y Abu Bakr (amigo íntimo del Profeta) son figuras centrales del Sufismo. Aunque hay que recordar que el propio Qoran reconoce hasta a 124.000 profetas o mensajeros, entre ellos Jesús (hijo de María), Moisés, David, Salomón, Abraham y Adán. Tanto es así que, desde algunas escuelas (Sendas o Tariqat) sufíes se sostiene que el Sufismo, como camino espiritual (esotérico), es compatible con cualquier religión o creencia organizada (exotérica) siempre que se fundamente en el pilar básico del Amor (incluso con el ateísmo).

Se suelen proponer dos etimologías posibles: Saaf que vendría a significar pureza. Y Suf que es el manto de lana, tradicionalmente la única posesión del sufí o derviche (darwish). Aunque también se ha sugerido, pero es muy improbable, que pueda derivar del término griego sophos (sabiduría).

Desde la disciplina de la religión comparada (Religionswissenschaft) suele considerarse que las religiones tienen una vertiente exterior, cultural y formalista, llamada exotérica constituida por las instituciones, normativas, reglamentos, etc. Y una dimensión interior, espiritual y sapiencial, o esotérica que buscaría la “experiencia mística directa”, la comunión del alma con la Realidad Absoluta. Desde este planteamiento (limitado por los presupuestos de la propia disciplina), muchos autores consideran al Sufismo como la médula esotérica del Islam, es decir, como una de las manifestaciones de un núcleo espiritual universal revelado, en cada época y cultura, por diferentes profetas y tradiciones pero con un mensaje esencialmente idéntico. Es lo que se ha dado en llamar la Religio Perennis (o sabiduría perenne) que sería, para estos autores, como una misma obra de Dios traducida a los diferentes idiomas de los hombres. Así, el Sufismo sería la principal expresión esotérica dentro del complejo mundo islámico.

Uno de los conceptos centrales del Sufismo es el de zekr que puede traducirse como “recuerdo” o «recitación», referido al Continuo Recuerdo de Dios a través de mantras e invocaciones, que es la práctica central del derviche. Los zekr son Nombres Divinos (o Atributos Divinos), que se recitan como una salmodia o mantra, ya sea en voz alta (zekr-e yali) o, como en el zekr del corazón (zekr-e jafi o qalbi), sin necesidad de vocalizar pero, en ocasiones, acompasándolo con la respiración o con los propios latidos del corazón, de tal manera que “no pase un sólo aliento sin el continuo recuerdo de Dios”. Un zekr muy habitual es, por ejemplo, La ellaha ellal-Llah (no hay divinidades sino sólo el Absoluto). Este zekr engarza directamente con la doctrina filosófica y sapiencial de la Unidad (o interrelación de todas las cosas en un único gran proceso divino) muy presente en la práctica sufí.

Los sufíes se reúnen, al menos una vez por semana, en el centro de meditación o Janaqah o Derga para practicar el dhikr que es un ritual que consiste en la recitación, individual o colectiva del zekr o Nombre Divino guiados por un maestro (Sheij) considerado como el representante de la «cadena» que asciende hasta el Profeta Muhammad (saws). Suelen acompañarse de música (sama) y poesía, en un ambiente que invita a la profundización y el rapto espiritual. La Derga suele tener además una decoración muy cuidada y de una gran fuerza expresiva y simbólica.

La finalidad de estas prácticas es, nada menos, que la purificación del ego o nafs hasta embellecer el alma con los atributos o nombres divinos, llegando, en última instancia al anodadamiento (fana) en lo divino. Se busca, como en otras tradiciones, la liberación del ego o nafs a través de varias estaciones (maqam) y estados (hal) equivalentes a moradas o grados de iniciación espiritual. Es un camino de gnosis (ma’refat) basado en el efecto transformador del Amor a Dios. “Tanto he pensado en Ti que mi ser se cambio por Tu Ser; paso a paso te acercaste a mí, paso a paso me alejé de mí” dicen los sufíes.

El Sufismo, como otros caminos esotéricos (zen, yoga…), es a la vez un camino de conocimiento y una vía práctica, una vía de una gran belleza poética, con una riquísima red de metáforas y alegorías de los estados interiores más sutiles –que las psicologías occidentales, por cierto, ni sospechan– que deben saborearse (dawq) y experimentarse para conocer a Dios en todas sus manifestaciones: el universo, las criaturas, los seres humanos y sobretodo en la propia alma que es la depositaria final del secreto (sirr) del Espíritu (ruh). El sufismo es, en fin, un inmenso tesoro de sabiduría espiritual, el “Vino de Dios” que conduce a la embriaguez sagrada. Uno de los mil caminos de regreso a la Totalidad que somos y que siempre fuimo, lo único Real. La ilaha illAllah…

Rafa Millán

Más sobre sufismo y grupos sufíes cerca de ti en: http://oceanoceleste.com

Bibliografía recomendada:

– En la Taberna, paraíso del Sufí. Javad Nurkbahsh. Ed. Nur (2001)

– Sufismo vivo (ensayo sobre la dimensión esotérica del Islam). Seyyed Hossein Nasr. Ed. Herder (1984)

Webs

¿Funciona la psicología On-line?

psicologo online

En esta sección hablaremos un poco de la psicoterapia a distancia o de la psicología on-line.

¿Funciona la psicología on-line?

Desde que publiqué esta web, varias veces me han pedido psicoterapia online. Al principio, me resistía a hacerlas. De alguna manera la psicología on-line me parecía contraria a mi manera de entender la terapia, ya que lo “virtual” es lo opuesto a lo “real”. Y mi terapia es, en cierto sentido, una “cura de realidad”.

Además no acababa de estar seguro de si la terapia podría funcionar a distancia. Pensaba que en una terapia on-line sería más difícil generar el vínculo terapéutico, es decir, la confianza necesaria para que el paciente pueda abrirse con total sinceridad y contarlo todo, condición previa para que el proceso pueda funcionar.

Finalmente, y ante la insistencia de algunas personas (a las que ahora estoy muy agradecido) me decidí a probarlo. La primera vez me sentí un poco como en una película futurista tipo “Star Trek”. De hecho, yo nunca había usado el “Skype” ni ningún otro sistema de videoconferencia, y eso de tener en mi pantalla y en tiempo real una persona que estaba a miles de kilómetros me parecía algo a medio camino entre una peli de ciencia ficción de los 60 y Harry Potter. No es que mirara detrás de la pantalla a ver si veía a una copia pequeñita de la persona… ¡pero casi!

La cosa es que, poco a poco, empecé a sentirme cómodo con el medio. Y pronto ocurrió el milagro. La conexión emocional parecía ser la misma o mayor que en persona. Al encontrarse el paciente en una situación de confort y seguridad, es decir, en su propia casa, las cosas eran casi más fáciles. Además, saber poco de mí (por ejemplo, es muy difícil calcular la estatura o el peso del psicólogo) facilitaba la transferencia, es decir, que el inconsciente del paciente me utilizara como un “comodín” o una pantalla en blanco sobre el que proyectar su mundo emocional. Lo cierto es que acabé sorprendido, la “magia” de la terapia también funciona a distancia.

Así que tengo que decir que sí, que aunque tenga algunas peculiaridades, al menos en mi experiencia personal, la terapia on-line funciona igual (o casi mejor) que la terapia presencial. Lo que, gracias a Dios, todavía no ha dejado de asombrarme.

Qué es una terapia psicológica (1/2)

Hay muchas maneras de entender qué es una terapia, lo que por supuesto no quiere decir que todo vale. Aquí ensayo algunas definiciones:

 

Una terapia es…

…un proceso de autoconocimiento que nos descubrirá verdades profundas sobre nosotros mismos y nuestro mundo.

Una terapia es…

…una aventura compartida entre dos, o más, personas que irá clarificando nuestra vida al hilo de una comunicación sincera y amorosa.

Una terapia es…

…un proceso de crecimiento y de maduración que nos ayude a asumirnos como somos, a contactar con nuestro centro y a liberar nuestro fondo natural de creatividad y de disfrute innato.

Una terapia es…

… la búsqueda de la armonía entre cuerpo, mente, alma y espíritu.

Una terapia es…

…una búsqueda de las claves existenciales que nos permitan llegar a un mayor grado de hondura y de plenitud vital.

Una terapia es…

…un camino interior cuyo destino somos nosotros mismos, un camino que nos conducirá a un horizonte existencial más amplio y luminoso.

Una terapia es…

…la forja de una identidad más válida, más genuina y mejor arraigada, que nos aclare suficientemente, sin deformaciones ni espejismos, quiénes somos.

Una terapia es…

…un periplo épico en el que despertaremos y entrenaremos al héroe mítico que todos llevamos dentro para que, armado de valor y de verdad, se enfrente y derrote a los monstruos que nos habitan.

 

Seguir leyendo: qué es una terapia 2/2