No deberíamos tener que hablar de diálogo interreligioso. El diá-logo y la inter-religiosidad implican siempre un dos. Pero encontrarnos con un otro, de cualquier modo en que se produzca este encuentro, es en realidad, más allá del velo de la ilusión, un encuentro con lo divino y, por tanto, con lo más profundo de nosotros mismos. Una oportunidad para el Amor. El mundo actual, globalizado, interconectado, interdependiente (aunque paradójicamente cada vez más desconectado de lo importante) requiere, lo pide a gritos, del encuentro constante. Y lo requiere, en el fondo, porque para la persona que vive una espiritualidad verdadera (como puente y no como muro, como apertura y no como batalla), el otro (sea de esta u otra cultura, sea de esta u otra religión, sea de mi raza o no, de mi sexo o del opuesto), esconde (y revela) el rostro de Dios…