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Meditación Emocional 💙💜💚 Integración Emocional desde la Psicología y la Espiritualidad

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Primera parte de la Jornada:

«¿Estamos locos o nos vuelven locos?

Jornadas sobre sufrimiento y malestar psicológico y social, locura y espiritualidad. Anatomía del dolor y de la luz.»

Esta es la primera parte de mi ponencia (he preferido dividirla en dos porque el tema no tiene nada que ver) de la primera de las dos jornadas que se tituló: Salud mental y espiritualidad. Una crítica al mercadillo del mindfullness y otras franquicias.

Hablo directamente después de una meditación facilitada por Alberto Nandasilo unas palabras introductorias a la manera en que desde mi terapia entiendo la meditación emocional y la integración emocional.

Fue el 7/11/2018

Salud mental y espiritualidad.

Tú no eres una gota en el océano. Eres el océano entero en una gota. – Rumi

Soy un hombre de principios. Y si no le gustan, tengo otros. – Groucho Marx.

No se preocupe por nada. Esté usted un poco más en el presente. Aquí mismo y ahora mismo, ¿para qué ir más lejos? No se enrede en la ansiedad de un futuro que no existe o en la depresión de un pasado ya intocable.

Hágame caso, libérese conmigo, siéntase bien, relájese y respire. Y déjese rodar, suavemente, colina abajo… ¿Son útiles las soluciones “espirituales” que florecen por doquier? ¿la espiritualidad franquiciada y envuelta para regalo es una evolución de nuestras conciencias o un objeto más de consumo y de deseo? ¿hay una gimnasia sueca del espíritu que podamos practicar de cinco a seis todas las tardes y pagar en cómodos plazos? ¿es posible una religión del ego para sentirme bien, producir más y mejorar mi autoestima “porque yo lo valgo”? Y en caso contrario, cómo y donde encontrar una genuina vía espiritual.

Y, aún más inquietante: ¿realmente queremos una vida espiritual o preferimos seguir consumiendo sucedáneos edulcorados y bajos en calorías? Además de las ponencias y el debate habrá magia de cerca, mentalismo y una meditación activa sufí y budista.

Contaremos con la presencia de: José María Herce Psicólogo Clínico, Psicoanalista y profesor de Psicoterapia y Desarrollo Personal.

Mardía Herrero Historiadora, filóloga, doctora en literatura, autora de varios libros y una enorme cantidad de textos y artículos académicos. Ha sido profesora de la universidad y actualmente da clases de lengua y literatura.

Rafa Millán Psicólogo Sanitario con formación Humanista, Psicodinámica y Transpersonal. Filósofo y escritor. Inciado en el ilusionismo y apasionado de las tradiciones sapienciales, especialmente, el sufismo.

Alberto Nandasilo Ordenado samanera (novicio monje budista) en el Santacittarama (Italia), ha residido casi 4 años en diferentes monasterios entre ellos Santacittarama (italia) amaravati (londres) y en aruna ratanagiri (newcastle). Enseña, práctica y estudia Budismo Theravada y la meditación Vipassana

 

Aquí el vídeo:

 

Estados alterados de Conciencia

meditando, estados alterados de concienciaEstados alterados de conciencia.

 

Podríamos definir la modificación de conciencia (Estados Alterados de Conciencia) como la inducción controlada de “estados existenciales” diferentes a la vigilia ordinaria en los que se transforman radicalmente la percepción del sujeto (lo interno), de su mundo (lo externo) y de las relaciones entre ambas instancias (que pueden llegar a disolverse en una experiencia sin “dentro” ni “fuera”). Las técnicas de modificación de conciencia constituyen una herramienta potentísima (y peligrosísima) de autoconocimiento, exploración e investigación psicológica llegando, incluso, a la sanación psicoespiritual.

 

Existen infinidad de técnicas de inducción de estos estados: danzas y cantos rituales, recitación de mantrams, estados de privación, contemplación, meditación, sustancias psicotrópicas, control de la respiración, etc.

 

Para Stanislav Grof, destacado representante de la naciente (y, tal vez, ya decadente) psicología transpersonal: “La modificación de conciencia es a la psicología lo mismo que el microscopio a la biología o el telescopio a la astronomía”. Es decir, al igual que el microscopio abre todo un nuevo “campo de realidad” –el celular y microscópico–, insospechado de otra manera, la alteración de la conciencia permite el acceso directo a regiones ocultas de la mente (que en último término se “con-funde” en lo real).

 

En estos estados se revelan como evidentes gran cantidad de mecanismos psicológicos inconscientes que han estado interfiriendo (incluso, dirigiendo), desde las profundidades de la psique, toda la vida emocional, sexual, afectiva y cognitiva del sujeto, aunque de manera insospechada (sub-liminal, es decir por debajo del “umbral de conciencia”) pero, eso sí, plenamente operativa (tanto que el material reprimido, por ejemplo, puede dar origen a patologías). Dicho de otro modo, estas vivencias provocan accesos súbitos (“insight”) a profundas comprensiones de uno mismo y de su dinámica psíquica, así como de su particular “encaje” en el mundo como “totalidad armónica”, y hasta del sentido último de la existencia, particular o universal.

 

Además, en los estados alterados se tiene acceso al imaginario personal y colectivo, a universos oníricos o simbólicos que pueden vivenciarse como plenamente reales, así como aperturas espontáneas que muchos psiconautas califican como plenamente místicas o religiosas y que, de hecho, pueden transformar sus vidas para siempre.

 

Para muchos, la modificación de la conciencia es, en fin, la “vía real de acceso al inconsciente” (en palabras de Freud), y actúa como un taladro que perfora los límites habituales de nuestro mundo, lo que se vivencia como un viaje interior a las regiones ocultas de la existencia humana, regiones habitadas por dioses y demonios personales, fantasmas del pasado, recuerdos reprimidos, proyectos, deseos, creencias, presencias numinosas o místicas, etc.

 

Y todo ello configurando o constelando un mensaje psicodinámico concreto (similar al de los sueños o los síntomas) esperando a ser descifrado. “Un sueño sin interpretar es como una carta sin abrir” dice el maestro Luis Cencillo, mucho más podría decirse de estas vivencias que constituyen un material excepcionalmente significativo que debiera ser integrado en los modelos “psicológicos académicos y oficiales” (por no decir modelos “conductistas americanos”).

 

Muchos autores (Robert Master y Jean Huston, Stanislav Grof, Salvador Roquet, etc.) han estudiado científicamente (en contra, por lo general, de las legislaciones vigentes) la potencia terapéutica y sapiencial de estos estados con resultados sorprendentes. Así mismo, han cartografiado todo el espectro de la conciencia elaborando auténticos “mapas de la conciencia”, esencialmente idénticos entre sí.

 

Estos mapas coinciden además (aunque con un lenguaje psicológico más propio del moderno occidente) con los diferentes modelos propuestos por lo que se ha dado en llamar “Filosofía (o Psicología) Perenne”. Saberes olvidados o dogmáticamente rechazados que empiezan a abrirse un hueco por derecho propio entre las tecnociencias occidentales. En palabras de Grof: “El único factor responsable de las sorprendentes diferencias entre la visión del mundo de las culturas industriales occidentales y todos los otros grupos humanos a lo largo de la historia, no es la supremacía de la ciencia materialista sobre la superstición primitiva, sino nuestro profundo desconocimiento de los estados alterados de conciencia”.

 

Rafael Millán

 

Bibliografía recomendada:

 

Grof, S. (2002). La psicología del futuro. Barcelona: Ed. La Liebre de Marzo.

 

Master, R. y Huston, J. (1975). LSD: Los secretos de la experiencia sicodélica. Barcelona: Ed. Brugera..

 

Roquet, S. y Favreau, P. (1981). Los alucinógenos: de la concepción indígena a una nueva psicoterapia. México: Ediciones Prisma.

 

Tenemos algunos vídeos de nuestro canal de Youtube sobre el tema (estados alterados de conciencia). Si te suscribes nos das la vida. Por ejemplo, este:

 

Qué es el Yoga

Qué es el YogaYoga

Resulta muy difícil transmitir con palabras algo que solo puede explicar la propia experiencia. La esencia del Yoga escapa a toda definición” Swami Vishnudevananda

Desde la comodidad dulzona de occidente solemos entender el yoga como un conjunto de técnicas bioenergéticas destinadas a mejorar la salud física y, tal vez, el bienestar emocional. Algo así como una gimnasia new age para los dolores de espalda. Pero el yoga físico (o Hatha Yoga) no es más que el envoltorio de una disciplina mucho más profunda, un arte fermentado a fuego lento en la riquísima tradición hindú.

 

Yoga significa “unión”, unión con uno mismo y con la totalidad (en castellano tenemos “yugo”). El yoga ofrece la Unidad, esto es, la sinergia profunda entre lo individual y lo colectivo. Todo ello a través de una práctica de equilibrio psicoespiritual y autodominio.

 

Hay que señalar que el término “yoga” es mucho más amplio y polisémico. En ocasiones, se traduce sencillamente como “técnica” y suele aplicarse a la vertiente práctica o esotérica de cualquier camino espiritual.

 

El yoga tiene vocación de ciencia empírica con una verdadera tecnología de la interioridad desarrollada y perfeccionada durante milenios. En el 3.000 a.c. y –no podía ser de otro modo–, sobre el valle del Indo ya se encontraban estatuas de yoguis. Más tarde, el yoga es compilado por Patanjali en los Yoga Suttra (hacia el 500 a.c.) conformando el corpus del Ashtanga Yoga o yoga clásico.

 

El yogui pretende llegar a dominar su mente y su cuerpo (y las relaciones entre ellos), consciente de que éste es el único conocimiento –el del propio ser– que puede conducirle a la verdadera libertad. Es evidente que cuanto mejor me conozca a mí mismo mejor sabré discriminar lo que es bueno para mí, es decir, afín a mi naturaleza.

 

El yoga puede, en este sentido, ayudar a un occidente adicto, impulsivo y superficial. Un mundo aquejado de una “insatisfacción crónica”, enfermo de un vacío que sólo se llenará de ser, de experiencia vivida y real, de Unidad, de yoga. El yoga tiene la virtud de construir personas libres, armónicas y saludables. Sería sin duda positivo imbricar el yoga (o una escuela de autoconocimiento similar y sin doctrina) en los sistemas educativos de occidente. Eso sería atacar la causa y dejar de parchear eternamente los efectos.

 

 

 

 

Páginas recomendadas

 

  • Páginas gratuitas con técnicas de yoga:

 

http://www.hatha-yoga.com.ar/ (Hatha yoga con cientos de asanas)

http://www.hispayoga.com/ (técnicas de kundalini yoga)

 

http://www.cuerpointeligente.com/ (completísima página sobre yoga, salud y calidad de vida)

 

http://www.yoga-vasudeva.com/ (centro virtual de yoga. Incluye clases virtuales)

 

http://www.ramirocalle.com/ (página de la escuela de Ramiro Calle incluye asanas y clases de ejemplo)

 

http://www.abserver.es/yogadarshana/

 

  • Bibliografía sobre yoga en:

http://www.elbuscadordeyoga.info/varios/bibliografia-yoga/libros.htm

 

  • Centros de práctica españoles y más:

http://www.elbuscadordeyoga.info/

 

 

 

 

Principales ramas del Yoga

 

Se dice que el yoga es la unidad entre exhalación e inhalación, entre sangre y semen, entre sol y luna, y entre la psique individual y el Si-mismo trascendental” Yoga-hikhâ-Upanishad (1.68-69)

 

A pesar de la unidad fundamental del yoga, suele hablarse de ramas o formas de práctica. Clásicamente se distingue entre tres caminos hindúes o yogas: el Bhakti o devocional, el Karma o yoga de la acción y el Jñana o del conocimiento. He añadido la descripción de los dos que en occidente se entienden más propiamente como yoga: el Hatha Yoga o yoga físico y el “camino real” o Raja Yoga.

 

Además de los descritos existen gran cantidad de variantes y de prácticas concretas como el mantra yoga o técnica de la recitación sagrada, el yantra yoga o yoga de la contemplación de formas geométricas, etc.

 

Hatha Yoga

 

El Hatha Yoga o yoga físico puede considerarse como una fase previa al “camino real” o Raja Yoga. Es el más divulgado en occidente y pretende armonizar la mente y el cuerpo a través del dominio de posturas (asanas) y de la respiración (pranayama). Existen numerosas variantes de Hatha Yoga. Uno de los textos clásicos sería el Hatha Yoga Pradipika.

 

 

Raja Yoga

 

Forma metódica de un yoga fuertemente espiritual, el “Yoga de la maestría” o “Yoga real” propone los ocho escalones de Patanjali como vía progresiva de evolución espiritual. Su texto no es otro que el de los Yoga Suttras de Patanjali.

 

El Raja Yoga está muy relacionado con el yoga clásico o ashtanga yoga (yoga de los ocho pasos) que incluye un conjunto de técnicas complementarias entre si que constituyen toda la práctica del yogui. Los primeros 4 pasos desarrollan particularmente la práctica “externa”, los últimos 4 pasos la práctica “interna” o más personal.

1.-Yama [códigos morales]
2.-
Niyama [estudio y autopurificación]
3.-
Asana [postura]
4.-
Pranayama [dominio de la respiración]
5.-
Pratyahara [dominio de los sentidos]
6.-
Dharana [concentración]
7.-
Dhyana [meditación]
8.-
Samadhi [contemplación-absorción]

 

Karma Yoga

 

Corresponde al yoga de la acción y del servicio desinteresado. Muy cercano al concepto cristiano de Caridad. Lo importante en el Karma Yoga es que la acción no se inicie en el ego sino en el Yo profundo, unitario y colectivo. Un texto clásico que puede inspirar al karma yogui es el que ha sido considerado como el evangelio mayor del hinduismo: la Bhagavad Gita.

 

 

Bhakti Yoga

 

Es el yoga que persigue la unión mística a través de la devoción y el amor a lo divino. Es la forma de yoga menos comprendida en occidente ya que es una vía fuertemente ceremonial y ritualista. Tiene su fundamento en la entrega a la divinidad. Texto clásico: Srimad Bhagavatam.

 

Jñana Yoga

 

Este es el Yoga del conocimiento. El jñana yogui pretende alcanzar la liberación a través del estudio y la autoexploración. Suele basarse en el hinduismo vedanta, una refinada forma de filosofía no dualista, cuyos textos principales son las Upanishads indias. Se dice del Jñana Yoga que es el camino más difícil.

Meditación. Conectando con el Corazón (1/3)

Empezaremos practicando la “conexión con el centro” o “conexión con el corazón”. En realidad se trata de una forma de meditación o, más bien, de mi intento de decantar la esencia de la mayoría de las técnicas de meditación. Por eso te propongo que realices la “conexión” siempre que puedas, especialmente antes de tomar alguna decisión importante, antes de las sesiones de terapia y, por supuesto, antes de realizar otros ejercicios, hasta que, idealmente, ya no la necesites porque hayas aprendido a instalarte en tu centro de manera permanente.

 

Llamo a este ejercicio “conexión” porque puede plantearse como una conexión entre dos polos, aunque los dos polos somos, por supuesto, nosotros mismos. ¿Cómo me explicaría mejor? Digamos que hay un yo pequeño y un Yo grande. El yo pequeño es en el que vivimos la mayor parte del tiempo y es condicionado, personal, superficial, limitado; el Yo grande es profundo, incondicionado, ilimitado y universal. El yo grande, aunque lo llame “yo” no es individual sino transpersonal, es decir, va más allá de nuestras vivencias biográficas y personales, y las engloba.

 

De hecho, podríamos definir al pequeño yo como una condensación, un “pliegue” o un “nudo” del Gran Yo. Por supuesto, el yo pequeño no es autosuficiente, si de vez en cuando, no se conecta con su fuente (el Yo grande) se empieza a sentir cerrado y agotado. El yo pequeño sólo se siente auténtico cuando se alinea con el Yo grande, y como el pequeño está hecho del mismo material (Conciencia) que forma al grande, cuando se armoniza con él se siente revitalizado, vuelve a su fuente, retorna al origen.

La «iluminación espiritual» consistiría en la total disolución del yo pequeño en el Yo grande como una gota de agua se funde en el océano.

En el límite, la “iluminación espiritual” consistiría en la total disolución del yo pequeño en el yo grande como una gota de agua (pequeña, limitada y con una forma) se funde en el océano (que es grande, ilimitado y más allá de la forma… ¡al menos para la gota!).

 

Pero, de momento, no vamos a ir tan lejos, sino que nos conformaremos con intentar sentir el punto de anclaje entre el uno y otro, la “interfase”, el lugar exacto en el que nuestro yo pequeño y cotidiano hunde sus raíces en el gran Yo.

 

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¿Cómo entiendo la terapia? (3/3)

El arte del terapeuta es sutil, consiste, como en el tao, en “no hacer nada” y que a la vez “nada quede sin hacer”

Si me permites la metáfora, madurar es como montar en bici, al principio puede parecer complicado y es muy difícil explicar cómo se hace; pero con la práctica sale sólo y no se olvida. La terapia sería como esas ruedecitas de apoyo que a veces se usan para aprender a montar en bicicleta, pero que habrá que retirar lo antes posible. Tampoco hay que hacer nada para madurar fisiológicamente (sólo “dejar hacer a la sabiduría de nuestros cuerpos”). Algo parecido ocurre con la maduración psicológica, sólo que en esa maduración hay algo que nos asusta, por eso no hemos madurado, y muchas veces el grueso de la terapia puede consistir en que nos enfrentemos juntos a tus resistencias a crecer. Casi siempre hay algo de Peter Pan.

El grueso de la terapia puede consistir en que nos enfrentemos juntos a tus resistencias a crecer

De hecho, es esencial que comprendas que sólo tú mismo puedes hacerte cargo de tu propia vida. Es decir, tienes que responsabilizarte y dejar de echar balones fuera. Puede que al principio sean necesarias muletas emocionales (las ruedecitas de apoyo) para empezar a caminar, pero habrá que intentar retirarlas lo antes posible, y esto aunque te caigas, ya que aprender a levantarte es uno de los aprendizajes esenciales que la vida no te permitirá saltarte. Y, en el futuro, ya no contarás con la asistencia de un terapeuta.

Si todo va bien, poco a poco podrás sostenerte a ti mismo y dejarás de necesitarme, con lo que que tendremos que despedirnos y vivir, ambos, tanto tú como yo, un pequeño duelo por la relación perdida; duelo que a veces puede ser muy doloroso, pero que será necesario para que los dos podamos continuar sana y maduramente con nuestras vidas.

 

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Cómo meditar. Práctica de la conexión con el corazón (1/3)

meditaciónEmpieza el ejercicio.

 

Sitúate con ropa cómoda en un espacio acogedor y tranquilo. A cada uno habrá algunas cosas que nos ayuden a “sintonizar” mejor. A mí me sirve el incienso o las esencias, música baja (especialmente música de tradiciones espirituales), una luz suave, mejor si es natural, como la de una vela.

 

Si te sientes afín a alguna tradición espiritual, puedes leer un texto que te inspire o contemplar una imagen (un pantocrátor, un santo, un cristo, un mandala, caligrafía sagrada, etc.). Muchas tradiciones coinciden en que los mejores momentos para realizar este tipo de prácticas son justo antes del amanecer o justo después del atardecer. Muchos hemos comprobado que un rato de meditación o de oración antes de que salga el sol parece “cargar” la batería para todo el día, incluso si se ha dormido poco.

 

Ahora ponte cómodo, siente tu cuerpo y empieza a prestar atención a tu respiración. Yo suelo respirar hondo varias veces antes de empezar, luego prefiero las respiraciones profundas pero naturales, sin forzarlas demasiado.

Se trata de arrojar la luz de la atención a procesos que ocurrían mecánicamente, en la oscuridad del inconsciente.

En caso de duda o en el de que prefiras hacerlo de otra manera, escucha y da preferencia a tu criterio, a tus sensaciones y a tu espontaneidad, se trata de que el ejercicio no acabe siendo otra rutina mecánica, sino una vía para conectar con tu conciencia y con tu propia creatividad, y arrojar algo de luz (de la luz de la atención y de la conciencia) sobre procesos y mecanismos emocionales que ocurrían en la oscuridad, mecánicamente, en el inconsciente. Pero eso irá llegando con el tiempo y con la práctica.

En principio no es posible dejar la mente en blanco, lo que sí puedes hacer es tratar de no engancharte a tus pensamientos. Para ello vamos a centrar tu atención en la respiración. Siente todas y cada una de tus respiraciones, intenta que no se te escape ninguna, pero si te distraes no pasa nada, también puedes observar tranquilamente tu distracción mientras vuelves a dirigir tu atención, con suavidad, a la siguiente respiración.

 

Los pensamientos empezarán a llegar inevitablemente. Pensamientos de todo tipo, incluso algunos que pongan en duda lo que estás haciendo (son muy habituales). Déjalos pasar sin aferrarte a ellos. Los pensamientos son como las nubes, si hay muchos ocultarán el cielo, o si son demasiado “densos” podrán encapotar el fondo azul de tu propia conciencia. Y de eso se trata, de quedarnos justo con la conciencia, con nuestra sensación de ser.

Simplemente observa lo que venga, déjalo estar y lleva con suavidad tu conciencia a la respiración.

Lo ideal es que no te apegues a nada, a ningún pensamiento, a ninguna sensación, a ninguna imagen, a ningún recuerdo, a ningún deseo. Simplemente observa lo que venga, déjalo estar sin pelearte con ello y vuelve a llevar con suavidad tu conciencia a la respiración. Cada vez será más fácil. Siente el aire, entrando y saliendo, nada más que eso. Inspirar y espirar… dentro y fuera… No hay nada más.

 

Estamos intentando pasar a través de las turbulencias y las distracciones de la vida cotidiana para mirar más adentro, por eso hay que calmar las aguas superficiales (los pensamientos y los sentimientos superfluos) para que se pueda ver el fondo. Intenta sentir la serenidad de fondo que envuelve a todas las cosas. Todo viene del silencio y vuelve al silencio, todo viene de la Conciencia y vuelve a la Conciencia.

Todo viene del silencio y vuelve al silencio, todo viene de la Conciencia y vuelve a la Conciencia.

Si algo nos perturba (un sonido que no podemos evitar, un pensamiento machacón) no intentes oponerte a ello, al contrario, mételo dentro del ejercicio. Con cada nuevo elemento, como si removieras las arenas del fondo, las cosas tardarán un tiempo en reacomodarse y volver a su lugar, pero lo harán antes o depués. Intenta mantenerte calmado. En el centro de esa serenidad está el tesoro. Con suerte llegaremos a él y acabaremos aprendiendo que no merece la pena seguir huyendo.

 

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Meditación. Conectando con el Corazón (2/3)

Ya se ve que me estoy refiriendo a lo que muchas tradiciones espirituales y escuelas psicológicas llamarían meditación. Como ya he dicho, yo lo llamo “conexión con el centro” o “conexión con uno mismo”, porque hay algo en el término “meditación” que no acaba de convencerme. Con el término “meditación” da la impresión de que se tiene que hacer algo para entrar en un estado diferente (o “alterado”) que no es el habitual. Desde mi punto de vista, debiera ser exactamente lo contrario: vivir conectados con nosotros mismos debería ser nuestro estado natural y por defecto (y no el estado diferente o “alterado”).

 

Vivimos en un mundo que, por todas partes, nos lleva a la desconexión. Por eso solemos sentirnos tan vacíos y tan cerrados, vacíos de Ser, vacíos de Nosotros-Mismos. Lo que nos da sensación de apertura y de plenitud es precisamente volver a conectarnos: asentarnos, de nuevo, en nuestro centro.

 

Pero, hay que estar precavidos, si no estamos conectados todo el tiempo, ha de haber un motivo. Y ese motivo es que ahí, en nuestro corazón, hay algo que nos asusta o que nos duele y que nos induce, una y otra vez, a desconectarnos, es decir, a olvidarnos de nosotros mismos.

Lo que nos da sensación de apertura es volver a conectarnos: asentarnos, de nuevo, en nuestro centro.

Eso es normal, prácticamente todo el mundo (y especialmente en Occidente) se ha alejado en mayor o menor medida de su corazón espiritual, de su centro verdadero y, al volver allí, nos encontraremos todo el trabajo que teníamos pendiente, en forma de “escombro” psíquico y de basura emocional que, llegado el momento, habrá que barrer y desalojar de la conciencia.

 

Por supuesto, la peor solución es la de resignarse a vivir desconectados, pues eso significaría no acabar de sentirnos plenos, sino llevar una vida a medias, una vida inauténtica, como en “grisalla”.

 

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Autoconocimiento. Un pequeño ejercicio para tomar conciencia

mirada puraSi quieres, puedes hacer ahora este pequeño ejercicio. Sólo te llevará un par de minutos.

 

Intenta recordar cómo te sentiste la primera vez que mentiste, la primera vez que te falsificaste o que traicionaste tu ética, la primera vez que hiciste algo de lo que luego te arrepentiste o la primera vez que intentaste escurrir el bulto culpando a otro. Intenta recordar cómo te sentías esas primeras veces en las que decidiste actuar mal conscientemente (aunque sea por algo que ahora, desde tu edad actual, te parece una tontería). Puede que fuera en la primera casa en la que viviste, con tus padres o hermanos, ¿recuerdas?

 

Ahora intenta pensar en alguna ocasión en que hayas actuado mal, pero esta vez en tu edad adulta , lo más cerca posible del momento presente. Procura que ambos recuerdos sean muy vívidos. Céntrate sobre todo en tus emociones de infancia.

 

Bien, ahora compara cómo te sentiste entonces y cómo te sientes ahora cuando actúas sabiendo que no lo haces bien . Probablemente descubras que las primeras veces lo pasaste fatal y que ahora, prácticamente no sientes nada. ¿Te das cuenta?

 

Y, ¿qué es lo que ha pasado? Por desagradable que sea decirlo, lo que ha pasado es que tu sensibilidad se ha embotado, de algún modo, has conseguido anestesiar tu conciencia moral.

Lo que ha pasado es que tu sensibilidad se ha embotado, de algún modo has conseguido anestesiar tu conciencia moral.

Digamos que te haces trampas en un vano intento de no darte cuenta, de no ver lo evidente, de esconder la basura debajo de la alfombra. Pero, en el fondo y aunque no se vea, sabes que está ahí.

 

Este ejercicio (casi me siento como si te hubiera echado una regañina y te pido perdón por ello) puede valer para tomar conciencia de lo lejos que vivimos de nuestra verdad más auténtica y de la cantidad de mecanismos de defensa que hemos construido para evitar sentirnos responsables.

 

Muchas personas están tan acostumbradas a la mentira (algunos puestos de trabajo casi la requieren como condición obligatoria) que ya se han convertido en una rutina. Pero, lógicamente, eso tiene un precio.

 

Para vivir desde la mentira hay que falsear la realidad, construyendo todo un montaje interno que mantenga la ficción. Y no es fácil maquillar las cosas para que parezcan distintas de lo que son. Poco a poco nos iremos montando una serie de andamiajes, más o menos precarios, que nos “alejen” de nuestro centro (porque permanecer en él duele, ya que nos hemos traicionado).

 

Así que para “acercarnos” habrá que ir desmantelando todo nuestro aparataje defensivo, hasta desnudarnos sinceramente frente a nosotros mismos. Sólo podremos disolver la mentira encarándola con sinceridad y coraje. Para ello te propongo que sigas profundizando en ti mismo realizando los siguientes ejercicios.

Cómo meditar. Práctica de la conexión con el corazón (3/3)

En el fondo, si consigues detener el juicio y la mente verbal, descubrirás vivencialmente que la gran mayoría de tus sentimientos (por no decir todos) no son buenos ni malos, sino que son sencillamente lo que son. “Bueno” o “malo” son etiquetas que tu mente les cuelga a posteriori, un instante después de que aparezcan, porque la mente tiene la ilusión de que categorizando y nombrando las cosas, es decir, metiéndolas en cajoncitos puede controlarlas.

 

Pero tus sentimientos no pueden guardarse ni disecarse. Durante la meditación procura no adulterar tus emociones poniéndoles palabras, es como meter una mariposa en un bote cerrado, si está mucho tiempo ahí acabarás por matarla. La mariposa tiene que volar y tus emociones profundas tienen que desplegarse. Ábreles espacio para ello, deja que ocurran sin oponerte.

 

Espera por lo menos un par de minutos simplemente sintiendo… sintiéndote… eso eres tú ahora, no hay otra cosa aquí más que tú… déjate pasar a través de ti mismo, no te juzgues, no te censures, sólo sé, vive, siente…

Hemos venido diciendo que eso que sientes, en el “centro”, eres tú mismo. Pero también podemos verlo justo al revés, desde una mirada un poco más impersonal. Eso que sientes en el centro mismo de tu alma no es más que La Vida, el Ser-siendo aquí y ahora, que se vive a través de ti, te recorre, te traspasa, y tú, lo único que tienes que hacer es intentar no estorbarle con tus pensamientos, con tus resistencias, con las pequeñas cosas de tu pequeño yo. Por un momento abre tu espacio interior a lo que sea que venga y deja que la vida se viva a sí misma a tu través. Si lo consigues plenamente será una experiencia maravillosa de la que saldrás completamente renovado, es como ser un cristal limpio a través del cual pasa la luz, pero es una luz refrescante y llena de vida.

Por un momento abre tu espacio interior a lo que sea que venga y deja que la vida se viva a sí misma a tu través.

Esta experiencia de la conexión puede entenderse en dos sentidos opuestos, de dentro a fuera o de fuera a dentro O, dicho de otro modo, según la miremos desde el polo del yo pequeño o desde el polo del yo grande. Es decir, podemos intentar “quitarnos de en medio” para dejar que aflore lo que hay o, al contrario, prestarnos plena atención a nosotros mismos hasta que el Yo grande lo ocupe todo. En el límite, las dos cosas son la misma ya que la paradoja sólo puede darse en la mente.

 

En el estado meditativo no hay contradicción, es más, desde ahí puede entenderse que no hay dentro ni fuera, que esas no son más que ideas, fronteras que pone nuestra mente para mantener la ilusión de que puede controlar algo (si no el afuera, al menos sí el adentro). Esa es la función de la mente, ya lo hemos dicho: separar, dividir, diseccionar, poner límites, trazar líneas y fronteras en la unidad irreductible y compleja de lo real. Pero existe un punto de unión donde el dentro y el fuera se desdibujan y pierden el sentido, donde confluyen. Y ese punto es paradójicamente lo único real, el núcleo de la vivencia que no es otra cosa que el “vivenciador” mismo. Podría entenderse metafóricamente como la cúspide, el punto de intersección exacto, donde se juntan los dos conos del adentro y el afuera, la interfase, es decir, el centro, el corazón, justo aquello con lo que queremos “conectar”.

 

Por supuesto este texto es el intento de describir con palabras algo que está más allá de la palabra. Sé que no puedo llegar ahí, pero al menos intento señalarlo, apuntar adonde está para que tú puedas ir allí a hacer tu propia experiencia. Puedo utilizar palabras como “soltar”, “dejar ser”, “no oponerse”, “no aferrarse”, etc. Pero, en el fondo, la vivencia (cualquier vivencia) no cabe en la palabra, es previa a ella, escapa al campo del lenguaje.

sólo se trata de respirar y de ser: dos cosas que, por suerte, nunca hemos dejado de hacer.

Pero al igual que soy plenamente consciente de que el estado de meditación no puede describirse también soy plenamente consciente de que mirado desde el punto de vista del Yo grande o del Absoluto es un estado que no puede perderse ni ganarse, que está siempre ahí, porque es el fondo de toda figura, la condición de posibilidad de toda experiencia. Ya lo decíamos antes, en realidad sólo se trata de respirar y de ser: dos cosas que, por suerte, nunca hemos dejado de hacer.

 

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Místicas vivas: Sufismo

Mawlana Sheij Nazim Al haqqani (qas)Místicas vivas: Sufismo

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Sufismo en Madrid aquí:

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Más información sobre qué es el Diker o meditación Sufi aquí:

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El sufismo no es algo que se pueda expresar con palabras, sino la realización de una certidumbre absoluta. Muchos ignorantes se regocija en su ignorancia y muchos que conocen sufren por su conocimiento

Mustafa al-‘Alawi (Sufí Argelino)

El Sufismo (Tasawwof) es una de las formas más desarrolladas de la tradición mística universal. Recoge y acepta la mayor parte de las filosofías y prácticas espirituales del planeta. Aunque para algunos hunde sus raíces en el zoroastrismo persa e incluso en prácticas y doctrinas más antiguas, tiene una fuerte influencia de la última revelación espiritual, la producida en la matriz cultural islámica. Desde este punto de vista, en el sufismo se integra lo más nuevo con lo más antiguo.

 

De hecho, tanto el Profeta Muhammad como ‘Alí (primo y yerno del Profeta) y Abu Bakr (amigo íntimo del Profeta) son figuras centrales del Sufismo. Aunque hay que recordar que el propio Qoran reconoce hasta a 124.000 profetas o mensajeros, entre ellos Jesús (hijo de María), Moisés, David, Salomón, Abraham y Adán. Tanto es así que, desde algunas escuelas (Sendas o Tariqat) sufíes se sostiene que el Sufismo, como camino espiritual (esotérico), es compatible con cualquier religión o creencia organizada (exotérica) siempre que se fundamente en el pilar básico del Amor (incluso con el ateísmo).

Se suelen proponer dos etimologías posibles: Saaf que vendría a significar pureza. Y Suf que es el manto de lana, tradicionalmente la única posesión del sufí o derviche (darwish). Aunque también se ha sugerido, pero es muy improbable, que pueda derivar del término griego sophos (sabiduría).

Desde la disciplina de la religión comparada (Religionswissenschaft) suele considerarse que las religiones tienen una vertiente exterior, cultural y formalista, llamada exotérica constituida por las instituciones, normativas, reglamentos, etc. Y una dimensión interior, espiritual y sapiencial, o esotérica que buscaría la “experiencia mística directa”, la comunión del alma con la Realidad Absoluta. Desde este planteamiento (limitado por los presupuestos de la propia disciplina), muchos autores consideran al Sufismo como la médula esotérica del Islam, es decir, como una de las manifestaciones de un núcleo espiritual universal revelado, en cada época y cultura, por diferentes profetas y tradiciones pero con un mensaje esencialmente idéntico. Es lo que se ha dado en llamar la Religio Perennis (o sabiduría perenne) que sería, para estos autores, como una misma obra de Dios traducida a los diferentes idiomas de los hombres. Así, el Sufismo sería la principal expresión esotérica dentro del complejo mundo islámico.

Uno de los conceptos centrales del Sufismo es el de zekr que puede traducirse como “recuerdo” o «recitación», referido al Continuo Recuerdo de Dios a través de mantras e invocaciones, que es la práctica central del derviche. Los zekr son Nombres Divinos (o Atributos Divinos), que se recitan como una salmodia o mantra, ya sea en voz alta (zekr-e yali) o, como en el zekr del corazón (zekr-e jafi o qalbi), sin necesidad de vocalizar pero, en ocasiones, acompasándolo con la respiración o con los propios latidos del corazón, de tal manera que “no pase un sólo aliento sin el continuo recuerdo de Dios”. Un zekr muy habitual es, por ejemplo, La ellaha ellal-Llah (no hay divinidades sino sólo el Absoluto). Este zekr engarza directamente con la doctrina filosófica y sapiencial de la Unidad (o interrelación de todas las cosas en un único gran proceso divino) muy presente en la práctica sufí.

Los sufíes se reúnen, al menos una vez por semana, en el centro de meditación o Janaqah o Derga para practicar el dhikr que es un ritual que consiste en la recitación, individual o colectiva del zekr o Nombre Divino guiados por un maestro (Sheij) considerado como el representante de la «cadena» que asciende hasta el Profeta Muhammad (saws). Suelen acompañarse de música (sama) y poesía, en un ambiente que invita a la profundización y el rapto espiritual. La Derga suele tener además una decoración muy cuidada y de una gran fuerza expresiva y simbólica.

La finalidad de estas prácticas es, nada menos, que la purificación del ego o nafs hasta embellecer el alma con los atributos o nombres divinos, llegando, en última instancia al anodadamiento (fana) en lo divino. Se busca, como en otras tradiciones, la liberación del ego o nafs a través de varias estaciones (maqam) y estados (hal) equivalentes a moradas o grados de iniciación espiritual. Es un camino de gnosis (ma’refat) basado en el efecto transformador del Amor a Dios. “Tanto he pensado en Ti que mi ser se cambio por Tu Ser; paso a paso te acercaste a mí, paso a paso me alejé de mí” dicen los sufíes.

El Sufismo, como otros caminos esotéricos (zen, yoga…), es a la vez un camino de conocimiento y una vía práctica, una vía de una gran belleza poética, con una riquísima red de metáforas y alegorías de los estados interiores más sutiles –que las psicologías occidentales, por cierto, ni sospechan– que deben saborearse (dawq) y experimentarse para conocer a Dios en todas sus manifestaciones: el universo, las criaturas, los seres humanos y sobretodo en la propia alma que es la depositaria final del secreto (sirr) del Espíritu (ruh). El sufismo es, en fin, un inmenso tesoro de sabiduría espiritual, el “Vino de Dios” que conduce a la embriaguez sagrada. Uno de los mil caminos de regreso a la Totalidad que somos y que siempre fuimo, lo único Real. La ilaha illAllah…

Rafa Millán

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Bibliografía recomendada:

– En la Taberna, paraíso del Sufí. Javad Nurkbahsh. Ed. Nur (2001)

– Sufismo vivo (ensayo sobre la dimensión esotérica del Islam). Seyyed Hossein Nasr. Ed. Herder (1984)

Webs

Meditación. Conectando con el Corazón (3/3)

Conexión con el corazónLo que tenemos que hacer, nos guste o no, es echarle valor y enfrentarnos a lo que encontremos. Puede que al principio parezca imposible, pero con un poco de práctica, de tiempo y, tal vez, de ayuda, nos iremos fortaleciendo lo suficiente como para procesar o metabolizar todo eso que se ha ido quedando acumulado ahí, obturando y obstaculizando nuestra conexión con nosotros mismos.

 

Podríamos decir que “eso que se ha quedado ahí” son vivencias o experiencias en crudo o a medio hacer, que no han sido adecuadamente masticadas; como un trozo de comida atragantado que no podemos ni expulsar ni digerir, y que, por tanto, nos duele a cada rato.

 

La forma de digerir un contenido psíquico es a través de la atención consciente, que es lo que perseguimos con este ejercicio: prestar atención a nuestro corazón. Podemos imaginar nuestra atención como un foco de luz que normalmente está dirigido fuera. Ahora intentaremos dirigirlo dentro, hasta alumbrar nuestro mismo centro. No debemos preocuparnos de si hay dolor o miedo, es normal que lo haya. Y observándolo acabará por disolverse como un azucarillo.

Entrando en contacto con nosotros mismos iremos derritiendo esos terrones de dolor.

Entrando en contacto con nosotros mismos iremos derritiendo esos terrones de dolor. De hecho el dolor o el miedo son como las sombras, no tienen una esencia propia, sino que son sólo la misma falta de claridad. Será la luz de nuestra conciencia quien, atenta y despierta, acabará con ellas, como una linterna acaba con la oscuridad.

 

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Cómo meditar. Práctica de la conexión con el corazón (2/3)

meditaciónComo se ve, el ejercicio no podría ser más sencillo y, de hecho, no podemos dejar de hacerlo bien, ya que por fuera sólo hay que hacer una cosa: respirar. Y por dentro sólo hay que hacer una cosa: ser. La dificultad de la meditación radica precisamente en su simpleza. Nos hemos acostumbrado a hacer todo lo posible para complicarnos la vida. Normalmente hay algo en la sencillez que nos cuesta soportar.

Por fuera sólo hay que hacer una cosa: respirar. Y por dentro sólo hay que hacer una cosa: ser.

Para facilitar la experiencia, sitúa tu atención en el cuerpo y no en la mente, es más, intenta “desactivar”, por así decirlo, tu mente consciente; no importa lo que pienses sobre las cosas, sino el sentimiento mismo que producen, su cualidad inexpresable y única, naciendo desde el centro mismo de tu experiencia de ser, aquí y ahora.

 

El cuerpo siempre es más real que la mente, porque el cuerpo siempre está aquí y ahora, no hay escape posible. La mente, sin embargo, puede estar en cualquier parte y tiene la desagradable tendencia de huir hacia el futuro, hacia el pasado e incluso hacia fantaseos irreales que ni son futuro ni son pasado. A la mente le gusta dejarse atrapar y caer en sus propias trampas. Poco a poco, si seguimos meditando, empezaremos a entender vivencialmente por qué esto es así.

El cuerpo siempre es más real que la mente, porque el cuerpo siempre está aquí y ahora, no hay escape posible.

Si quieres puedes centrarte en algunas áreas especiales de tu cuerpo, que son algo así como “condensadores” de experiencias y sentimientos. Son los lugares donde más se sienten las cosas, y suelen coincidir con los chacras de las tradiciones orientales. Los más importantes están situados cerca del propio sexo, en el plexo solar, en la boca del estómago, en la garganta, en el entrecejo y en la coronilla.

 

Pero el más importante, y en el que te recomiendo centrar tu atención, suele situarse en el centro del pecho, a la altura del corazón. Déjate sentir lo que haya allí, lo que te salga, sin distorsionarlo ni juzgarlo; no consientas a tu mente que adultere tu corazón, déjate sentir lo que sientas, aunque duela o asuste. Ten por seguro que eso es lo que hay, y no mejorará sino es a través de irlo haciendo consciente.

Todo lo anterior puede resumirse en dos palabras: permítete ser.

Lo peor que puedes hacer es huir de ello, velándolo, “enterrándolo”, tapándolo o simplemente fingiendo que no está ahí. Así no mejorará, sino todo lo contrario. Todo lo anterior puede resumirse en dos palabras: permítete ser.

 

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