Archivo de la categoría: Reflexiones

Aquí iré publicando artículos inéditos de diversos autores. De momento, puedes leer algunos míos. Estos artículos y conferencias han sido escritos a lo largo de mis últimos años de experiencia profesional como psicólogo y periodista de divulgación. Aunque sigo estando de acuerdo con la mayoría de ellos, es posible que mi postura actual sea ligeramente distinta o que tenga que matizar algunos de los puntos tratados. Si es el caso, normalmente lo indicaré en el propio artículo.

Actualizaré esta sección cada poco tiempo, si lo quieres, puedes dejarme tu e-mail para recibir una notificación cuando suba artículos nuevos. Además, en poco tiempo añadiré una versión PDF para facilitar su impresión. Muchas gracias.

El significado de los sueños.

El Significado de los Sueños

Los Sueños

 

También podéis escuchar el programa de radio Tempus Fugit en el que hablamos sobre los sueños y su significado e interpreto algunos sueños «a bocajarro»:

http://www.ivoox.com/tempus-fugit-1×16-que-son-y-que-significan-audios-mp3_rf_3105918_1.html

Y a continuación un antiguo artículo que escribí sobre sueños:

Como ocurre con otras muchas manifestaciones de la vida interior (meditación, estados psiquedélicos, eidetismos…) el interés por los sueños es tan antiguo como la humanidad (Egipto, el templo de Esculapio, Artemidoro, el chamanismo…) y no conozco un grupo cultural humano, a excepción del moderno occidente, que no los valore e, incluso, los maneje o utilice para fines diversos. Normalmente, oraculares, sapienciales, religiosos o de sanación psicoespiritual.

 

Los sueños son, sin duda, una de las más espectaculares manifestaciones de nuestro vivir inconsciente. El soñante es capaz de construir en cada sueño todo un universo complejo y significativo (que puede y, casi debe, ser interpretado). Además, lo hace de manera espontánea y automática, sin intervención de la consciencia. Y todo ello con un innegable valor artístico y narrativo. Hay sueños que superan en belleza a cualquier obra de arte (no olvidemos además movimientos tan relevantes como el surrealismo), por lo que no deja de sorprender la nula atención que reciben los sueños desde la oficialidad académica actual.

 

La función de los sueños ha sido largamente discutida por las escuelas psicológicas occidentales. Suele citarse a Freud (con su libro La Interpretación de los Sueños, 1900) como el primer autor moderno que se interesó seriamente por su estudio. Y de los que llegó a decir que eran nada menos que la vía regia de acceso al inconsciente.

 

Para la ortodoxia freudiana y las primera escuelas de psicoanálisis, la función del sueño es doble, por una lado la satisfacción de deseos (normalmente “inconfensables”, por lo que se activan una serie de mecanismos psíquicos de defensa y de censura que lo deforman antes de presentarlo ante el soñante) y por el otro son “vigías del descanso” es decir, impiden el despertar mediante la transformación de los traumas o angustias profundas en “inocuas alucinaciones”.

 

Otros autores como Medard Boss (uno de los padres de la psicología existencial), han ampliado esta concepción estrecha considerando el sueño como otra forma de existir diferente a la vigilia. Para estas escuelas el sueño es la objetivación de un drama interno, la representación ante el soñante de su propia dinámica psíquica profunda, es decir, lo que los sueños ponen de manifiesto es la instalación existencial concreta de un sujeto inserto en su propio mundo de deseos, significados, pulsiones y proyectos.

 

Aunque, por supuesto, pueden rastrearse muchas otras funciones del sueño. Para algunos son inspiradores, incluso de algunos grandes descubrimientos. La estructura cíclica de la molécula de benceno, el bolígrafo o la máquina de escribir fueron “descubiertos” a través de imágenes oníricas. También existe una larga tradición de sueños premonitorios, en los que pueden advertirse peligros existenciales presentes y futuros. Los ejemplos abundan incluso en la vida cotidiana. Hasta hay sueños que llaman la atención sobre amistades indeseables o que contienen mensajes para terceros. Son muy habituales también sueños con contenido religioso o mitológico, sueños numinosos los llamó el analista Carl Gustav Jung.

 

Por si fuera poco y en contextos apropiados como el de una terapia, los sueños pueden elaborar todo un lenguaje concreto con sus significantes y su significados (u oniremas) y todo un juego de reglas sintácticas y gramaticales propias que hay que ir descifrando a la manera del filólogo que se enfrenta por vez primera a un texto en lengua desconocida. Muchas veces los símbolos oníricos aparecen repetidos en distintas series de sueños y pueden hasta ampliar información sobre otros sueños o matizarlos, llegando a corregir las malas interpretaciones que se diera a algún “onirema” concreto.

 

Se ha desarrollado además “tecnología” para trabajar los sueños. Desde el intento de programar sueños concretos (que respondan a una pregunta personal, por ejemplo) hasta técnicas para recordarlos (a veces basta con la intención y otras sólo con empezar a apuntarlos en un diario de sueños). Hay casos más curiosos como el de los sueños lúcidos que son como un “despertar” dentro del sueño en el que se toma conciencia repentina de que se está viviendo una realidad onírica que puede, hasta cierto punto, manipularse.

 

Por si fuera poco, los sueños casi siempre tienen, además, significado psicodinámico, es decir, si se interpretan adecuadamente contienen información relevante que puede clarificar la vida psíquica del sujeto. Hay quien tiende a ver en los personajes, por ejemplo, partes de uno mismo con las que el soñante se comunica (o no): soñar que se habla con niños podría representar la conexión con la propia parte infantil, etc.

 

También pueden apuntar a situaciones existenciales: una sensación fangosa que hace imposible el avanzar indicaría, por ejemplo, que el soñante se siente atascado en alguna faceta de su vida (señalada por otros factores del sueño o de la serie); el vuelo libre indicaría la falta de obstáculos o la liberación de “lastres” de personalidad indeseables; la ansiedad se manifestará como objetos persecutorios, etc.

 

Y todo ello a través de símbolos polisémicos (que significan de múltiples maneras) y sintéticos (que condensan en sí diferentes significados o planos de significación). Aunque siempre, eso sí, hablando el lenguaje huidizo, paradójico y cifrado de nuestro existir inconsciente.

 

Acabaré con una cita del maestro Cencillo: “un sueño sin interpretar es como una carta sin abrir”.

Terapia. Curación por la palabra.

curación por la palabra. Psicología humanistaTerapia. Curación por la palabra.

 

Sufrimos porque estamos desajustados. Sufrimos porque no somos realistas y no sabemos desear con madurez: constantemente nos inventamos (y nos inventan) falsas necesidades, metas tramposas, pseudo-objetivos vitales y existenciales que, una de dos, o son imposibles (y, por tanto, frustrantes) o –peor aún–, se revelan absolutamente frustrantes si se tiene la “suerte” de conseguirlos. Pero cuánto tiempo pasamos, eso sí, fantaseando con ellos (dinero, sexo, belleza…), ¡sólo para hacernos sufrir ante su falta!

 

Sufrimos porque no hacemos lo que debemos, es decir, porque no practicamos el BIEN sino el MAL. Así, directa, simple y claramente. Y cuando hacemos el mal nos vemos obligados a diseñar y a sostener toda una serie de montajes, excusas y mecanismos de defensa (que son los síntomas patológicos) para tratar, en vano, de “escamotear” ante uno mismo y los demás ese mal propio que nos negamos a asumir: nadie puede aceptarse a sí mismo como malvado (a no ser que esté profundamente enfermo).

 

Sufrimos porque nuestra identidad, nuestro sistema de mundo y de valores, y nuestra cosmovisión no son coherentes. Carecer de una filosofía ordenada confunde y desorienta. Pero las “filosofías” de cada uno no están depuradas sino cosidas a retazos, recicladas a golpe de “slogans”, de modas y de vigencias pasajeras, es decir, repletas de contradicciones. Se necesita una forma orgánica y UNITARIA de entender el mundo porque –dice el maestro Cencillo– no se puede obedecer a dos señores; antes o después mandarán cosas opuestas.

 

Sufrimos porque huimos de la Verdad (el juicio propio y solitario en la intimidad radical de la conciencia) y nos dejamos configurar por el prejuicio, por las habladurías, por las modas y vigencias que nacen de intereses espurios de mercado, de empresa o de gobierno (todavía peor) y que nunca (por eso mismo, porque no están diseñados para ello), puede llegar a satisfacer realmente las necesidades psicológicas de nadie.

 

Sufrimos porque estamos siempre PERDIENDO EL TIEMPO EN LO TRIVIAL, enganchados a gratificaciones insustanciales debido a que no tenemos objetivos reales por lo que merezca la pena luchar. Y luego nos quejamos de que nuestras vidas carezcan de sentido.

 

Sufrimos, en fin, porque vivimos en una farsa, en un baile de máscaras hechas de dolor psíquico. En una mentira.

 

El resultado: depresiones, fobias, obsesiones, compulsiones, apegos infantiles, complejos, reacciones desmedidas e irracionales… Que no son más que intentos escapistas para huir de nosotros mismos (vano y doloroso intento). Y lo hacemos porque no nos respetamos (sino, no nos engañaríamos), porque NO NOS TOMAMOS EN SERIO a nosotros mismos ni a nuestro propio destino.

 

Hoy, todo lo serio y sustancial ABURRE (o ASUSTA) y todo lo trivial e insignificante DIVIERTE (pero es una diversión compulsiva y sufriente). Y el entretenimiento vacuo no puede, de ninguna manera, hacer una vida completa. Queremos ser niños viviendo en un algodón de azúcar, en un huevo de seguridad amniótica. Y eso no es realista. Seguimos siendo psíquicamente niños.

 

Pero cuando el proyecto de toda una vida es una NADA nos resentimos en la angustia del vacío. Y nadas son –para que quede claro–: el poder, el dinero, el sexo, los coches, los pisos, etc. Nada de eso satisface DE VERDAD (profundamente y a largo plazo) sino que, al contrario, genera, las más de las veces, enganches y adicciones (deseo incolmable lo llamó Lacan). Sin un proyecto real y humano (no egoísta), sencillamente, no se puede vivir bien.

 

Y precisamente para esto (madurar, superar el sufrimiento y reajustar la personalidad en lo real) es para lo que vale la TERAPIA. “Curarse” es disponer siempre de toda nuestra energía para dinamizarla creativamente en proyectos reales y maduros.

 

Lo difícil es encontrar un buen terapeuta: filántropo, experimentado y libre de escotomas propios. Lo que importa es, por cierto, la calidad personal del terapeuta y no su escuela-feudo. Aunque lo habitual es dejarse engañar por aprovechados y farsantes como, desgraciadamente, lo son la mayoría (esto es signo de los tiempos, ya nadie quiere ser un buen profesional [de lo que sea] sino, como mucho, parecerlo y cobrar por ello, siempre bajo la ley del “mínimo esfuerzo”). Hay que tener cuidado porque el mal terapeuta tratará de engancharnos “regalando nuestros oídos” y eso es reproducir la MENTIRA dolorosa de la que queremos liberarnos. Porque eso, y sólo eso, es lo que enferma: la M E N T I R A.

Entrevista a Luis Cencillo

Luis CencilloEl querido Luis Cencillo ha sido uno de los autores que más ha amueblado  mi inteligencia y, sin duda, mi mayor influencia como psicólogo. Dos años largos después de su muerte vuelvo a leerle y a aprender de él. Es una fuente inagotable y siempre fértil.

Recordé que hace años, ya muchos, casi al conocerle le hice una entrevista. Aquí la rescato. Tal cuál fue publicada hace ya más de una década. “Cuando aún éramos los de entonces”. Hoy las preguntas serían otras y ahora veo que hay cosas en las que mi pensamiento diverge del suyo. Pero aún así, Luis es y sigue siendo Profesor, Maestro, Sabio y Sanador.

Gracias Luis, una y mil veces, porque sin ti no sería hoy la persona que soy. Espero que estés disfrutando de luz radiante del espíritu y de la presencia divina. Pocos lo merecen como tú. Y que allá, donde estés, sigas haciendo terapia y saboreando la filosofía. Seguro que sí.

 

Entrevista a Luis Cencillo.

 

Luis CencilloLuis Cencillo es filósofo, psicólogo, antropólogo, filólogo y un largo etcétera. Y en todos esos campos ha destacado, innovado y publicado decenas de tratados. Imparte clases y terapia en su propia fundación Cencillo de Pineda. Para algunos estudiosos, Cencillo es, simplemente, uno de los mayores pensadores de los últimos tiempos.

 

El hecho de que se le ignore sistemáticamente en medios académicos españoles (especialmente en las facultades de psicología) tal vez sea la mejor prueba de su profundidad y universalidad.

Con él, tenemos la oportunidad de diagnosticar los males de nuestra sociedad.

 

Se habla mucho de malestar social. Al mismo tiempo, los índices de enfermedades mentales se han disparado, pero quizá haya que preguntarse si no es nuestra civilización, en conjunto, la que está enferma…

Sí, así es. Está enferma porque nadie tiene identidad, ni los grupos ni las personas. Todo se ha vuelto montaje o creencia: sólo queremos “creernos algo” o “encarnar un ideal”. Lo tenemos todo, pero no sabemos lo que queremos. Somos como niños que no juegan a nada porque tienen demasiados juguetes.

Pero, en su opinión, ¿podemos hablar de enfermedad de civilización o de una especie de plaga de individuos enfermos?

Lo enfermo es la civilización, pero luego cada uno participa de la enfermedad o es víctima de ella. Es una enfermedad creada y, además, contagiosa: lo que hace uno lo repiten muchos por imitación, gracias a los mass media que generan un embarramiento ambiental cada vez mayor. Los media producen enfermedad porque hay mucha información pero está vacía y desajustada.

Entonces, ¿los medios de comunicación expanden nuestro malestar?

La facilidad actual para moverse y comunicarse podría ser algo sumamente útil y positivo, pero sólo si tenemos algo que comunicarnos o algún sitio a donde ir. Ahora se habla de la sociedad de la comunicación pero estamos cada vez más incomunicados. Sólo se comunican tonterías debido a que el desarrollo humano y el de los canales de comunicación no han ido parejos.

El problema se manifiesta en que ya no preocupan en absoluto las cuestiones profundas o sustanciales. Lo que genera una gran preocupación es estar desocupado, enganchado todo el día a banalidades. En eso consiste la enfermedad.

Lo curioso es que esta situación tiene por origen algo sumamente positivo, como es la libertad. El hombre aprende a controlar su vida a partir de la Ilustración ( con la llegada de la libertad de opinión, sindicación laboral, fomento de la lectura, etc.) y esa misma libertad es la que le confunde.

Lo que no significa que haya vuelta atrás ni que haya que buscar soluciones fuera de la libertad…como ser conducidos por nadie.

El problema es que las instituciones que hemos conocido antes de la ilustración eran represivas. Y así, el remedio es peor que la enfermedad. Lo verdaderamente importante es desarrollar la capacidad de conducirse a uno mismo. Yo creo tener esa capacidad y estoy encantado con el estado de cosas, me siento libre e informado. Pero la gente que tiene una estructura afectivo-mental gregaria se desorienta con tanta libertad. No saben a donde ir o qué comunicar.

Lo “natural” es el perverso polimorfo de Freud que está sin programar. Vive como un manojo de deseos incolmables. Esto ocurre porque no hay educación, esa es la enfermedad de fondo. Que no hay programación ninguna ni en un sentido ni en otro.

¿Esa “falta de educación” es la que hace difícil que los jóvenes crezcamos en nuestra sociedad?

Claro. Pero no sólo eso, además hay horror a sentirse maduro o antiguo, Horror a tener alguna convicción excesivamente personal… porque entonces parece que te separas de la moda, de la masa gregaria o de lo que “se lleva”. Entonces eres raro o antiguo, que es lo más negativo que hay.

¿La complicidad de los gobernantes sería el otro lado de esta extraña enfermedad que padecemos?

Encima eso. Los partidos políticos imponiendo su pequeña dictadura. La democracia (al menos, la americana y la europea) no es más que un mosaico de pequeñas oligarquías. Rosseau y Montesquieu pensaban que todos debían tener representación, pero eso ya no es posible en una sociedad tan inmensa.

Además, ahora se votan listas cerradas (lo que limita tanto que yo ya no voto). Y luego hacen con tu voto lo que les da la gana, según los compromisos del momento. El voto se convierte en un valor de cambio que no tiene ninguna eficacia para el votante. Es como un cheque en blanco, un instrumento de juego sometido a los vaivenes del mercado de intereses en que se ha convertido la política actual. Y eso, por supuesto, lleva al caos.

Todo esto forma parte del diagnóstico de lo que nos sucede, ¿pero hay soluciones?

La curación es la terapia.

¿Una terapia colectiva?

La situación actual de las sociedades exige una respuesta universal, macrooccidental, casi cósmica. Necesitamos una serie de genios que se ganen el crédito de las masas y empiecen, como en el Renacimiento, a establecer nuevas referencias.

¿Es eso el gobierno de los sabios?

No, no puede ser un movimiento organizado sino algo generado como en la “teoría del caos”, porque esos genios no se pueden producir pedagógicamente.

Tienen que surgir como en el Renacimiento: en todas partes y sin ponerse de acuerdo pero coincidiendo en una misma visión del mundo. Lo malo es que en el Renacimiento había mucha más libertad que ahora. En eso hemos perdido: hoy los pensadores y los artistas están canalizados mediatizadamente por los galeristas y los editores y si no sigues sus intereses, pues ya te has caído. Es como si hubiera muchos francos o hitlers por ahí, en cada área del saber o del crear, controlándolo todo. Y eso genera el riesgo de ahogar esos genios que en siglo XV brotaron como producto del pueblo de aquel momento. Ahora, sin embargo, tienen que estar promovidos por un operación triunfo, donde la selección natural de Darwin opera invertida, ya que se elige siempre al más débil o al menos peligroso, es decir, al que resulta comprensible para el director o para el “Mecenas”. Se promueve a quién se comprende desde arriba y no hace sombra.

Además, resulta que los que dirigen suelen ser gente intelectualmente muy vulgar. Si no, no habrían aplicado los medios, más bien espurios, para llegar al “triunfo”.

¿Los intelectuales o maestros han dejado de tener una voz propia en nuestras sociedades?

Depende del lugar. En el caso de Alemania yo creo que el poco o mucho de influencia judía que había (los judíos son más creativos que los alemanes), eran un condimento. Y al perderse ese condimento se ha quedado lo germánico puro que es muy “plump” (como se dice en Alemania) o como un pisapapeles, que diría Nietzsche.

En España es diferente. Aquí ocurre, sencillamente, que no se ha estudiado. Primero, con el antifranquismo, se tenía un “soborno de la conciencia”, que diría Freud, para hacer huelgas y no estudiar. Sólo se leía marxismo. Nadie estudiaba a los clásicos. Saber griego, latín y sánscrito era un auténtico demérito. Conocer letras clásicas era como ser antiguo y reaccionario. Lo que había era mucha matemática y neurologismo. En España, por ejemplo, ni si quiera se estudiaba a Freud (que era lo último en Europa) porque el que representaba a la izquierda era García Hoz que era conductual. En esas condiciones…

Para entendernos ¿Qué es ser sabio o intelectual?

Hoy en día mucha gente cree que los intelectuales son los actores de cine [risas].

Yo diría que los intelectuales son las personas que tienen ideas claras y un sistema organizado de su mundo (hegeliano, kantiano, tomista…), además de la perspicacia suficiente para relacionar causal y lógicamente unas cosas con otras.

El sabio sería lo mismo pero “sápidamente”, saboreando con cierto regusto casi estético el ser mismo de las cosas.

¿Cree que los nuevos descubrimientos de la ciencia y la técnica nos pueden acercar a un nuevo humanismo?

En los nuevos descubrimientos priman la tecnología y las explicaciones espaciales. Humanismo hay poco. Quizá pueda surgir algo a partir de la ruptura del paradigma físico legalista, lineal y abstracto, a través de la visión fractal de Mandelbrot, los atractores de Lorenz, la nueva física, y por ahí. Lo cierto es que al romperse el viejo paradigma se genera un espacio más flexible en el que caben otros contenidos. Hoy día, hasta los filósofos son demasiado cientifistas. Es una cierta derecha la que se ha apropiado de la línea más humanista ( Sartre y Heiddeger, etc.) mientras cierta izquierda sigue todavía en un cientifismo estéril. Falta la fecundidad de un centro que sepa superar, como vértice, estas dos visiones parciales.

Para mejorar la sociedad ¿Podemos hacer algo?

Sólo podemos dejarlo al azar, esperar que aparezcan sujetos que hayan conservado su integridad y su amplitud mental en medio de este corsé matemático de leyes lógicas y principios conductuales. Genios que empiecen a inaugurar en grupo una nueva visión del hombre y de la vida. En política, por ejemplo, llevamos más de un siglo sin avanzar. Seguimos con el Manifiesto Comunista y no hemos hecho nada más que degenerar.

El marxismo se volvió dictadura y el liberalismo, neoliberalismo mercantil. El anarquismo se transformó en postmodernidad caótica, pero en un caos no creativo y poco interesante. Porque, claro, el anarquismo clásico de Bakunin está muy bien por la supresión de las estructuras intermedias buscando que lo vital tome la delantera. A mi me parece el mejor ideal. Pero es inaplicable porque los más pillos machacan siempre a los más creativos.

¿Qué crees que puede ocurrir sin ese grupo de sabios o esa mutación social? ¿Hacia donde se dirige nuestra sociedad?

Podríamos buscar antecedentes en los siglos VI, VII, VIII y IX en los que no pasó nada. Pero no deberíamos hablar sólo de occidente hay que contar con las poblaciones de áfrica, china y los países árabes, que no paran de crecer, mientras los occidentales van reduciendo su número. Occidente será sustituido. Habrá pensadores africanos o sudamericanos que no son de tradición lógica griega y que tendrán cierto condimento mágico y arcaico, aunque con la tecnología occidental. Serán un par de siglos de superstición. Esté será el primer rinoceronte. Luego todo va a ser rinocerontes, al menos hasta la aparición de un nuevo grupo de genios completamente diferentes a los que estamos acostumbrados. Volveremos a algo como los presocráticos o los sacerdotes egipcios.

Terapias corporales

terapias corporalesTerapias corporales

 

Las relaciones, interacciones y recíproca influencia entre todos los niveles del existir humano desde lo corpóreo hasta lo psíquico (pasando por lo emocional, afectivo, sexual, etc.) son fundamentales en procesos terapéuticos y de crecimiento personal. No es posible ya mantener la limpia distinción cartesiana entre el sujeto psíquico y el corpóreo. Soma y psique, cuerpo y mente (o alma) son una unidad funcional indisociable y orgánica: todo cambio (para bien o para mal) en una de estas instancias afectará irremediablemente a la otra, siendo más importante la RELACIÓN o INTERACCIÓN entre ambas (que es el espacio donde propiamente existe la persona) que cada una por separado.

 

Las relaciones entre el cuerpo y la mente se dan, de hecho, en cuatro direcciones distintas: la mente puede enfermar o sanar al cuerpo (actividad psicosomática) o, viceversa, el cuerpo puede sanar o “enfermar” la mente (lo que algunos llaman actividad somatopsíquica).

 

En terapia ya se reconoce que la mayoría de las alergias, afecciones cutáneas y del aparato digestivo y respiratorio, entre otras, son afecciones psicosomáticas que tienen mejor pronóstico con tratamiento psicológico que estrictamente orgánico (hay infinidad de estudios en este sentido aunque la medicina española – no así la de otros lugares, como la alemana, por ejemplo– aún insista, incomprensiblemente, en modelos “organicistas” más que superados).

 

Muchas de las escuelas que trabajan terapéuticamente con esta identificación psicosomática consideran además que en el cuerpo queda “cristalizado” un registro (como las anillos de un árbol) de las relaciones emocionales con los demás y con el entorno (desde la infancia) que pueden descubrirse y, en su caso, sanarse, a través del estudio postural, zonas de tensión muscular, esquemas sensoriomotores, “bloqueos” energéticos, pinzamientos, etc. Incluso se habla de una “coraza corporal” diferente para cada psicopatología: coraza neurótica, psicótica, etc.

 

Una de las escuelas más interesantes en este sentido es la bioenergética de Alexander Lowen (basada en las aportaciones de Wilhelm Reich).

 

Hay muchas otras escuelas que dan más o menos importancia a estas relaciones, desde el psicoanálisis (con la histeria, por ejemplo) hasta ciertas formas de psicodrama. Sin olvidar las que vienen de oriente y que más o menos descafeinadas se aplican en occidente como acupuntura, tai chi, yoga físico o hatha yoga, chi kung, trabajos con chakras, respiración, cuerpo pránico o energético, tantra, artes marciales, taoísmo, kundalini yoga, etc.

 

Y aún otras como la terpia craneosacral, el masaje terapéutico, la danzaterapia, etc. Aunque, tal vez sea demasiado pretencioso llamar terapia a lo que sin duda son técnicas efectivas (que tienen su incuestionable validez en ciertos ámbitos) pero que no alcanzan, la categoría de una verdadera terapia que pueda reintegrar al individuo total consigo mismo en todos sus niveles (afectivo, emocional, sexual, cognitivo, filosófico…) en un determinado medio social más o menos incompatible con la salud psíquica. El problema, suele ser, la escasísima formación psicológica real (que incluye conocimientos de antropología, filosofía, psicoanálisis, teoría de sistemas y un largo etcétera) por los “terapeutas” que suelen aplicar estas técnicas.

 

Por supuesto la psicología académica española ignora profundamente este amplio abanico de posibilidades terapéuticas.

Vida después de la muerte

vida después de la muerteVida después de la muerte

No quiero hablar desde una perspectiva psicológica (elaboración del dolor, significado de la muerte en la propia vida, etc.) ni frivolizar con un asunto tan serio. Tal vez, el más serio posible, casi absoluto. Simplemente quiero hacer unos apuntes a la pregunta filosófica ¿hay alguna clase de existencia que supere la vida en esta tierra, a ser posible, dotándola de un sentido? ¿Sobrevivimos a este extraño viaje o no somos más que una máquina que, al final, se rompe?

La muerte no es un instante puntual sino un proceso que resulta imposible precisar, hasta el punto de que los hospitales han desarrollado complejos protocolos para determinarla (además pueden morir “partes”: células y órganos, incluso zonas cerebrales aisladas…). El problema es que no sabemos muy bien lo que somos, cuál es nuestra “esencia” humana (aunque no me guste esa palabra). Y como no sabemos exactamente qué somos, tampoco sabemos exactamente cuándo morimos. Digamos que el ser humano es una incógnita para sí mismo, y la muerte es el motor que le impulsa a resolverla.

Lo que es innegable es que somos finitos pero en todas las culturas y épocas (con la única y anómala excepción del moderno occidente) ha habido un acuerdo universal en un punto: esa finitud no es “todo lo que hay”, si no que el fin de esta vida es, más bien, el principio de otra cosa. Bien sea alguna forma de reencarnación o de vida eterna, hasta soluciones más místicas en las que el “alma” regresa a la totalidad a la que pertenece, como una gota de agua un momento separada del océano en una ilusión de existencia individual.

Aparte de las religiones y de las místicas, la postura actual más extendida es la mal llamada escéptica. Y digo “mal llamada” porque creer que no hay nada después de la vida no es más que otra forma de creer en algo y, además, en contra de muchos indicios. Una postura escéptica real sería mucho más amplia en sus concepciones y desde luego nada tajante.

Un argumento típico del mal-escéptico sería por ejemplo el ya clásico “nadie ha vuelto para contarlo”. Pero es un argumento trampa, ya que nadie “ha vuelto” tampoco para contar que no hay nada. Además nunca podremos estar científicamente seguros de que “nadie ha vuelto”.

Estos escépticos (dominantes en los medios de comunicación y en las llamadas ciencias humanas) suelen partir de una cosmovisión obsoleta: el materialismo mecanicista, en la que toda la realidad queda reducida a una especie de gran mecano. A veces llamada visión cartesiana-newtoniana porque concibe todo el universo según las leyes de la mecánica de Newton (ideales para problemas de poleas y planos inclinados pero insuficientes, y hasta ridículas, para fundar toda una cosmovisión).

Existe también una versión biologicista muy extendida y que nace del mismo error de dar a una ciencia concreta un valor de verdad absoluta. Lo cual es epistemológicamente imposible. Y más porque una ciencia concreta no puede decir “verdades”. El ámbito de la verdad, incluso dilucidar qué sea el concepto mismo de verdad, corresponde sólo a la filosofía, reuniendo, entre otros, datos los de las propias ciencias (ya que la filosofía ha de ocuparse y nutrirse de todos los saberes y disciplinas, si no es parcial y no sirve).

Hoy en día, no sabemos cómo es la realidad, pero lo que sí sabemos seguro es que NO ES un gran mecanismo (o un gran organismo biológico). La realidad se parece más a una gran idea (pautas o patrones de información) que a una gran roca. La materia es otra forma de energía y las dimensiones se multiplican hasta 26 en algunas hipótesis de la nueva física.

Superar las limitaciones mecanicistas no es nada muy estrambótico, ya hoy se pueden reproducir escenarios que parecen reales (en videojuegos o películas tipo matrix, por ejemplo) que no son más que ecuaciones en la memoria de un ordenador, es decir, ideas, plenamente intangibles que, combinadas adecuadamente, generan la ilusión de un completo mundo tridimensional. Desde esa perspectiva la idea de la supervivencia a la muerte física deja de resultar descabellada y, según se mire, se vuelve casi necesaria.

Aparte de las respuestas culturales que cada época y grupo humano al problema de la muerte (en sus vertientes psicológicas, escatológicas, etc.), hay, por extraño que pueda parecer, experimentación y registro de casos (incluso en hospitales y universidades) que parecen apuntar a la hipótesis de la pervivencia. Me refiero a la documentación continua de fenómenos de ECMs (experiencias cercanas a la muerte), regresiones, mediumidad, contactos postmortem de algún tipo… Se intenta incluso fundar una disciplina con pretensiones científicas: la tanatología.

La principal revolución, en este sentido, fue, sin duda, la publicación de vida después de la vida del médico Raymond Moody. Moody profundiza en las ECM o Experiencias Cercanas a la Muerte (salir del cuerpo, ver un túnel y una luz, repaso de la propia vida, reencuentro con seres queridos ya fallecidos, etc.). Sobre el sentido real de estas experiencias podemos hacer muchas hipótesis, pero lo que nadie serio puede negar (a no ser que se hable desde la ignorancia) es que de hecho, se dan y se dan mucho. Hay incluso algunos hospitales que llevan registros de estos casos y tienen una unidad especial dedicada a ellos.

Y, por supuesto, no se trata de “falta de oxígeno en el cerebro” o pseudo-explicaciones parecidas. Se dan casos en los que el sujeto ha podido describir perfectamente lo que ocurría en lugares lejanos. Llegando incluso al caso recogido por la otra gran estudiosa del tema, Elisabeth Kubler-Ross, en el que un sujeto fue capaz de describir hasta las grecas de la corbata del médico que le atendía. Nada muy sorprendente, es cierto, si no se hubiera tratado de una persona ciega.

También quiero mencionar a Ian Stevenson, autor de un estudio con el sugerente título de 20 casos que sugieren fuertemente la idea de la reencarnación. Stevenson describe casos de niños que puede darle gran cantidad de detalles contrastables sobre sus “vidas pasadas”.

Resulta también sencillísimo encontrar estudios en universidades (regresiones, mediumidad, etc.) con los más variados resultados. Pueden consultarse, además, otros trabajos que abren otras posibilidades ampliando y precisando qué sea la memoria humana y si puede o no pervivir a la muerte cerebral (Rupert Sheldrake) e incluso la misma conciencia desde el punto de vista de la nueva física (Roger Penrose, Frijof Capra…).

En cualquier caso la pregunta no está cerrada, más bien, empieza a abrirse un nuevo horizonte de esperanza. Los datos están ahí, a la espera de cualquiera que se tome la molestia de investigar un poco antes de sacar conclusiones precipitadas. Algunas de las respuestas nos llevarán directamente a preguntarnos sobre el sentido total de la existencia en su conjunto y hasta la posibilidad de lo divino. Son preguntas ineludibles que hoy se desatienden. Pero lo cierto es que no se puede tener una vida plena sin encontrar unas respuestas válidas a estas cuestiones. Pero, eso sí, que sean respuestas informadas.

Rafael Millán

Bibliografía

Vida después de la vida, Raymond Moody

¿Hay vida después de la muerte? Varios autores, compilado por Ken Wilber

¿Hay vida después de la muerte? Robert Kastenbaum.

Místicas vivas: Sufismo

Mawlana Sheij Nazim Al haqqani (qas)Místicas vivas: Sufismo

Puedes encontrar toda la información sobre sufismo, meditacón sufi y grupos sufíes CERCA DE TI en:

www.oceanoceleste.com

Sufismo en Madrid aquí:

oceanoceleste.com/espiritualidad/sufismo-madrid/

Más información sobre qué es el Diker o meditación Sufi aquí:

oceanoceleste.com/espiritualidad/diker-o-meditacion-sufi-naqshbandi-madrid/

 

El sufismo no es algo que se pueda expresar con palabras, sino la realización de una certidumbre absoluta. Muchos ignorantes se regocija en su ignorancia y muchos que conocen sufren por su conocimiento

Mustafa al-‘Alawi (Sufí Argelino)

El Sufismo (Tasawwof) es una de las formas más desarrolladas de la tradición mística universal. Recoge y acepta la mayor parte de las filosofías y prácticas espirituales del planeta. Aunque para algunos hunde sus raíces en el zoroastrismo persa e incluso en prácticas y doctrinas más antiguas, tiene una fuerte influencia de la última revelación espiritual, la producida en la matriz cultural islámica. Desde este punto de vista, en el sufismo se integra lo más nuevo con lo más antiguo.

 

De hecho, tanto el Profeta Muhammad como ‘Alí (primo y yerno del Profeta) y Abu Bakr (amigo íntimo del Profeta) son figuras centrales del Sufismo. Aunque hay que recordar que el propio Qoran reconoce hasta a 124.000 profetas o mensajeros, entre ellos Jesús (hijo de María), Moisés, David, Salomón, Abraham y Adán. Tanto es así que, desde algunas escuelas (Sendas o Tariqat) sufíes se sostiene que el Sufismo, como camino espiritual (esotérico), es compatible con cualquier religión o creencia organizada (exotérica) siempre que se fundamente en el pilar básico del Amor (incluso con el ateísmo).

Se suelen proponer dos etimologías posibles: Saaf que vendría a significar pureza. Y Suf que es el manto de lana, tradicionalmente la única posesión del sufí o derviche (darwish). Aunque también se ha sugerido, pero es muy improbable, que pueda derivar del término griego sophos (sabiduría).

Desde la disciplina de la religión comparada (Religionswissenschaft) suele considerarse que las religiones tienen una vertiente exterior, cultural y formalista, llamada exotérica constituida por las instituciones, normativas, reglamentos, etc. Y una dimensión interior, espiritual y sapiencial, o esotérica que buscaría la “experiencia mística directa”, la comunión del alma con la Realidad Absoluta. Desde este planteamiento (limitado por los presupuestos de la propia disciplina), muchos autores consideran al Sufismo como la médula esotérica del Islam, es decir, como una de las manifestaciones de un núcleo espiritual universal revelado, en cada época y cultura, por diferentes profetas y tradiciones pero con un mensaje esencialmente idéntico. Es lo que se ha dado en llamar la Religio Perennis (o sabiduría perenne) que sería, para estos autores, como una misma obra de Dios traducida a los diferentes idiomas de los hombres. Así, el Sufismo sería la principal expresión esotérica dentro del complejo mundo islámico.

Uno de los conceptos centrales del Sufismo es el de zekr que puede traducirse como “recuerdo” o «recitación», referido al Continuo Recuerdo de Dios a través de mantras e invocaciones, que es la práctica central del derviche. Los zekr son Nombres Divinos (o Atributos Divinos), que se recitan como una salmodia o mantra, ya sea en voz alta (zekr-e yali) o, como en el zekr del corazón (zekr-e jafi o qalbi), sin necesidad de vocalizar pero, en ocasiones, acompasándolo con la respiración o con los propios latidos del corazón, de tal manera que “no pase un sólo aliento sin el continuo recuerdo de Dios”. Un zekr muy habitual es, por ejemplo, La ellaha ellal-Llah (no hay divinidades sino sólo el Absoluto). Este zekr engarza directamente con la doctrina filosófica y sapiencial de la Unidad (o interrelación de todas las cosas en un único gran proceso divino) muy presente en la práctica sufí.

Los sufíes se reúnen, al menos una vez por semana, en el centro de meditación o Janaqah o Derga para practicar el dhikr que es un ritual que consiste en la recitación, individual o colectiva del zekr o Nombre Divino guiados por un maestro (Sheij) considerado como el representante de la «cadena» que asciende hasta el Profeta Muhammad (saws). Suelen acompañarse de música (sama) y poesía, en un ambiente que invita a la profundización y el rapto espiritual. La Derga suele tener además una decoración muy cuidada y de una gran fuerza expresiva y simbólica.

La finalidad de estas prácticas es, nada menos, que la purificación del ego o nafs hasta embellecer el alma con los atributos o nombres divinos, llegando, en última instancia al anodadamiento (fana) en lo divino. Se busca, como en otras tradiciones, la liberación del ego o nafs a través de varias estaciones (maqam) y estados (hal) equivalentes a moradas o grados de iniciación espiritual. Es un camino de gnosis (ma’refat) basado en el efecto transformador del Amor a Dios. “Tanto he pensado en Ti que mi ser se cambio por Tu Ser; paso a paso te acercaste a mí, paso a paso me alejé de mí” dicen los sufíes.

El Sufismo, como otros caminos esotéricos (zen, yoga…), es a la vez un camino de conocimiento y una vía práctica, una vía de una gran belleza poética, con una riquísima red de metáforas y alegorías de los estados interiores más sutiles –que las psicologías occidentales, por cierto, ni sospechan– que deben saborearse (dawq) y experimentarse para conocer a Dios en todas sus manifestaciones: el universo, las criaturas, los seres humanos y sobretodo en la propia alma que es la depositaria final del secreto (sirr) del Espíritu (ruh). El sufismo es, en fin, un inmenso tesoro de sabiduría espiritual, el “Vino de Dios” que conduce a la embriaguez sagrada. Uno de los mil caminos de regreso a la Totalidad que somos y que siempre fuimo, lo único Real. La ilaha illAllah…

Rafa Millán

Más sobre sufismo y grupos sufíes cerca de ti en: http://oceanoceleste.com

Bibliografía recomendada:

– En la Taberna, paraíso del Sufí. Javad Nurkbahsh. Ed. Nur (2001)

– Sufismo vivo (ensayo sobre la dimensión esotérica del Islam). Seyyed Hossein Nasr. Ed. Herder (1984)

Webs

Qué es una terapia psicológica (1/2)

Hay muchas maneras de entender qué es una terapia, lo que por supuesto no quiere decir que todo vale. Aquí ensayo algunas definiciones:

 

Una terapia es…

…un proceso de autoconocimiento que nos descubrirá verdades profundas sobre nosotros mismos y nuestro mundo.

Una terapia es…

…una aventura compartida entre dos, o más, personas que irá clarificando nuestra vida al hilo de una comunicación sincera y amorosa.

Una terapia es…

…un proceso de crecimiento y de maduración que nos ayude a asumirnos como somos, a contactar con nuestro centro y a liberar nuestro fondo natural de creatividad y de disfrute innato.

Una terapia es…

… la búsqueda de la armonía entre cuerpo, mente, alma y espíritu.

Una terapia es…

…una búsqueda de las claves existenciales que nos permitan llegar a un mayor grado de hondura y de plenitud vital.

Una terapia es…

…un camino interior cuyo destino somos nosotros mismos, un camino que nos conducirá a un horizonte existencial más amplio y luminoso.

Una terapia es…

…la forja de una identidad más válida, más genuina y mejor arraigada, que nos aclare suficientemente, sin deformaciones ni espejismos, quiénes somos.

Una terapia es…

…un periplo épico en el que despertaremos y entrenaremos al héroe mítico que todos llevamos dentro para que, armado de valor y de verdad, se enfrente y derrote a los monstruos que nos habitan.

 

Seguir leyendo: qué es una terapia 2/2

¿Qué es el Conductismo?

Qué es el conductismo y la psicología conductistaConductismo: la tecnología del comportamiento.

«Dadme a una docena de niños sanos y bien formados y mi propio mundo específico para criarlos, y os garantizo que escogeré uno al azar y lo educaré de manera que se convierta en un especialista en cualquier rama que yo elija (…), cualesquiera que sean sus aptitudes, inclinaciones, propósitos, talento o ascendencia…».

John B. Watson

La psicología contemporánea parece un gallinero donde cada escuela cacarea su ortodoxia, sorda a toda posible aportación de las demás. Pues bien, en las facultades españolas (no así en las de otros países) las escuelas dominantes o, por así decirlo, las “gallinas–reina” son, sin duda, el cognitivismo y el conductismo.

El modelo conductual nace con la publicación del manifiesto conductista del americano J. B. Watson (1913), posteriormente muy ampliado por el también americano B. F. Skinner. Watson intentará situar la psicología como una rama de las ciencias naturales cuyo único objeto de estudio sea la conducta observable. No debemos olvidar que el conductismo se cocina en un contexto brutalmente positivista y mecanicista y bebe de todos los tópicos de la época: asociacionismo, determinismo, atomismo, materialismo… De hecho, aún se nota, en algunos ambientes académicos este tufillo ilustrado. Y se sigue definiendo la psicología, casi unánimemente, como “la ciencia de la conducta”.

Además de la conducta entendida en términos de estímulo del medio y respuesta del organismo, actualmente suele admitirse la existencia de otras instancias teóricas como pueden ser las disposiciones y variables internas del organismo. De aquí, surgirá la “hermana mayor” del conductismo, la psicología cognitiva, que también pretende fundar una ciencia empírica, pero esta vez de los procesos psíquicos que no son directamente observables como pueden ser la atención, la memoria, la motivación, el pensamiento, la emoción… Para un “conductista puro”, el pensamiento y la emoción no serían más que otra forma de comportamiento, que podría actuar perfectamente en el papel de estímulo o respuesta según el caso.

El primer conductismo consideraba que las mismas leyes y mecanismos que gobiernan el aprendizaje animal (condicionamientos), pueden explicar causalmente la totalidad del comportamiento humano. De hecho, la forma típica de investigación en psicología conductista ha venido siendo la experimentación animal: ratas, palomas y gatos resolviendo laberintos o cajas-problema con toda clase de artilugios. De esta manera se hacía posible “medir” la conducta en términos de estímulos y respuestas [paradigma E-R], mensurables numéricamente (por ejemplo: cuantas veces el ratón aprieta una palanca por unidad de tiempo) y luego, Darwin mediante, extrapolarlo a lo humano sin más precauciones. Posteriormente este “darwinismo” se irá corrigiendo, aceptando, al menos, otras dos formas de aprendizaje (casi) exclusivamente humanas: imitación de modelos y seguimiento de instrucciones.

Las aportaciones teóricas fuertes del conductismo son esencialmente dos, el condicionamiento clásico y el condicionamiento operante o instrumental.

El ruso Ivan P. Pavlov (1889), en el contexto de estudios fisiológicos, fue el primero en condicionar una respuesta en un laboratorio experimental. Pavlov consiguió que un perro aprendiera la relación entre dos estímulos, la comida y el chasquido de un metrónomo, que se presentaron juntos varias veces. Así, un estímulo neutro como es el metrónomo que antes no producía respuesta alguna queda asociado a un estímulo incondicionado que sí la producía: la comida; de tal manera que el estímulo neutro (ahora condicionado) de lugar a la respuesta de salivación (que, además, puede medirse perfectamente en centímetros cúbicos de saliva). De este logro de Pavlov acabará surgiendo la noción de condicionamiento clásico, que puede entenderse como un lazo de unión entre dos estímulos (como el metrónomo y la comida) tanto más intenso cuántas más veces se presenten juntos ante un organismo.

En el condicionamiento operante o instrumental (de Thorndike y otros) lo que se aprende es la relación de una conducta con la recompensa –premio o castigo–, que la sigue. Por ejemplo un ratón que aprende a apretar una palanca que le proporciona una ración de comida o que le evita recibir descargas eléctricas en las patas. Un perfecto ejemplo de condicionamiento operante en humanos serían las máquinas tragaperras, que están diseñadas siguiendo la proporción de premios que más rápidamente condiciona la respuesta de juego, es decir la que más engancha.

A pesar de su aparente sencillez, estas son unas técnicas muy poderosas que funcionan (con limitaciones) en el ser humano, que no deja de tener su “parte animal” condicionable. De hecho, cada vez más psicólogos de orientación cognitivo-conductual ayudan a diseñar campañas políticas, empresariales o publicitarias, hasta el punto de que esta rama “práctica” de la psicología –sobre todo los recursos humanos– está fagocitando las especialidades tradicionales de psicología clínica y educativa.

 

El conductista es, en definitiva, un ingeniero del comportamiento, un mecánico de la conducta, humana o animal. Y su teoría recuerda a la de Newton que aunque filosóficamente muy débil, tiene indudable utilidad práctica.

 

Rafael Millán

 

Los horcones: una utopía conductista.

Las ideas conductuales de Skinner pueden elevarse a filosofía de vida como lo demuestra la comunidad mexicana de los horcones. Un grupo que ha decidido organizar su existencia “científicamente” en una comunidad que controla las contingencias estímulo-respuesta del entorno y que constituye toda su convivencia sobre las leyes del conductismo. Aquí, la ciencia de la conducta toma las dimensiones de un auténtico experimento social. Ya Skinner describe una utopía parecida en su novela Walden Two.

www.loshorcones.org.mx

«Enfermedad Mental»

Enfermedad mental”

Sólo podemos hablar de enfermedad mental como metáfora. El sufrimiento psíquico NO es una unidad monolítica que caiga fatalmente sobre uno como una pancreatitis o una úlcera, sino más bien un estado de ánimo enrarecido, un desajuste en la dinámica de los componentes de la personalidad: emociones, afectos, pensamientos, impulsos, deseos, fantasías, etc. Cuando estos elementos, por diferentes causas, se desarticulan, como puede ocurrir en cualquier sistema complejo, hablamos de desestructuración de la personalidad. Por el contrario, cuando actúan armónicamente coordinados en una unidad de acción y decisión coherente estaríamos en el caso de la “salud mental”.

La desarticulación es la que genera una visión del mundo (y una instalación existencial) deformada y subjetiva, adulterada con residuos infantiles y narcisistas, en la que el paciente se constituye a sí mismo como centro. Todo es en su favor o en su contra, sólo ve aliados o enemigos (neurosis). O, aún peor, se vivencia en el epicentro de “importantes conspiraciones” contra él (psicosis). En fin, que se las arregla para fingir un universo perpetuamente referido a él (narcisismo).

Los desajustes se asocian, invariablemente, con una pérdida de la propia identidad: por diferentes motivos, no se acaba de acertar a ser quién uno es (en su edad, situación, vocación, etc.). Por eso se siente un “vacío” que no es más que vacío de sí mismo (pérdida de identidad) y vacío de realidad (se vive en un mundo falso y acolchado de prejuicios, que, por tanto, no llena).

Con ello, claro, se obtienen algunas ventajas secundarias: victimación, atención de los demás, inflación de la propia importancia (aunque sea por “estar enfermo”) y, sobretodo, vivir en un mundo que, al estar falseado o ser irreal, no compromete y en el que se puede culpar a los demás (o a la sociedad o a los padres…) a discreción, sin asumir responsabilidades, es decir, se puede seguir siendo, ficticiamente, un niño. En el fondo, de lo que se huye es de la propia libertad y madurez.

A pesar de la confusión terminológica reinante en las psicologías, trataré de decir algo sobre las dos formas más comunes de desestructuración: neurosis y psicosis, cuya diferencia es, para muchos, sólo una cuestión de grado. Y consideraré otros cuadros (depresión, fobias, paranoia…) como síntomas derivados de aquellas.

Neurosis

Es posiblemente el término más empleado en psicopatología, y lo es porque nadie sabe muy bien lo que significa. Grosso modo, podríamos decir que el neurótico sufre porque no vivencia adecuadamente su realidad afectiva, social o emocional debido a que carece de una identidad clara y viable. No sabe quién es, y, por eso, muchas veces juega a buscarse en los estereotipos sociales que adopta de manera rígida e impostada, pero que son incapaces de satisfacerle, debido a que su deseo es desproporcionado, fantaseado e incolmable. Necesita la aprobación de los demás, que rígidamente prefiere sobre su propio criterio (por eso decimos que carece de identidad definida).

Psicosis

Es otro gran cajón desastre donde cabe todo lo que el “profano” llamaría locura en sentido fuerte. Normalmente se identifica también con el grupo de las esquizofrenias. En la psicosis se sufre una pérdida de identidad aún mayor que en la neurosis. Si el neurótico no sabe quién es, el psicótico va más allá y se cree quién no es (Cristo, Buda, Napoleón…). En la neurosis se tienen “alucinaciones afectivas o emocionales”, pero es en la psicosis cuando llegan las verdaderas alucinaciones perceptivas. Así, el psicótico construye su realidad sobre presupuestos absurdos para los demás. La psicosis es, en definitiva, una huida de un mundo real invivible hacia otro irreal, pero soportable.

Rafael Millán

Psicología transpersonal

Psicologia transpersonalPsicología Transpersonal.

No hay una única escuela de psicología transpersonal, si no que incluye e integra diferentes enfoques psicológicos y espirituales. Mi formación abarca varias escuelas de psicología y una práctica continuada de espiritualidad en el ámbito de la meditación, los estados alterados de conciencia y el sufismo. Por supuesto, incorporo todo ello en la terapia en la medida en que la persona que viene a verme lo quiera o lo necesite. Además me veo capacitado para tratar problemáticas propiamente transpersonales en mi consulta. Te dejo un artículo antiguo (mucho ya!) que escribí cuando me iniciaba en la Psicología transpersonal.

*  * *

Los intentos de conciliar la psicología con la espiritualidad vienen de antiguo. De hecho, esta conciliación no ha sido necesaria hasta que no se ha dado una previa separación y diferenciación de esas dos esferas que en todas las culturas, a excepción del moderno occidente, nunca se han encontrado totalmente disociadas. La psicología transpersonal es una escuela psico-espiritual de orientación claramente humanista, desarrollada sobre todo en California, que nace con la pretensión de reparar esa fractura. En este sentido, suele decirse que es un intento de unificar los modelos descritos por la psicología occidental con las enseñanzas de la espiritualidad oriental (como si en occidente no hubiera espiritualidad o en oriente psicología).

La psicología transpersonal (o integral) propone un “mapa de la conciencia” articulado en estratos, en el que unos niveles absorben dialécticamente a otros en un continuo de complejidad creciente. El ser humano es un compuesto de cuerpo, mente, alma y espíritu, siempre deslocalizado entre lo individual y lo colectivo, entre lo egoísta y lo altruista, entre lo consciente y lo inconsciente (o supraconsciente)… El hombre es la síntesis de todas las tensiones en una escalada evolutiva que va de lo inorgánico a lo orgánico, del cuerpo a la mente y de ésta hacia el espíritu.

Así pueden reconciliarse las distintas corrientes, casi trincheras, psicológicas en una visión más completa que articule todas las dimensiones conocidas del ser humano (las descritas por el psicoanálisis, las psicologías existenciales, cognitivas…). Pero esto es tan sólo la primera etapa del camino, la mitad “personal” del viaje de la conciencia, por decirlo así.

Igualmente intentan integrar las diferentes visiones espirituales o “transpersonales”, siguiendo el esquema de la llamada filosofía perenne, que postula un núcleo duro (esotérico) semejante en las distintas religiones. Según estos autores, aunque las espiritualidades tengan diversos modos de expresión (dependientes de época y cultura), están diciendo esencialmente lo mismo, como una misma obra traducida a varios idiomas, una especie de sabiduría universal.

Así, desde una visión global que incluya el ser humano completo (cuerpo, mente, espíritu), se ha llegado a sugerir (Ken Wilber) que podrían entrenarse una especie de “terapeutas de cabecera” que envíen al paciente al gimnasio, al centro de yoga, al psicoterapeuta o al maestro zen, según los niveles (biológico, psicológico, espiritual…) concretos que se necesite trabajar en cada caso.

Uno de los principales problemas teóricos de este corriente es que debido a la cantidad y diversidad de enfoques que pretende integrar, parece que, en ocasiones, se ensamblen con calzador, a veces, caricaturizando o desnatularizando densas corrientes de pensamiento (psicológico, filosófico o espiritual) para que encajen con el “modelo integral”.

En la práctica, uno de los métodos preferidos de la psicología transpersonal es la alteración de la conciencia (Stanislav Grof), buscando estados interiores, en los que sea más fácil localizar los conflictos y resolverlos vivencialmente, movilizando toda la energía psíquica que estos estados, casi místicos, generan. Y que se inducen a través de sustancias, bailes, meditación, recitación de mantras, ejercicios de respiración, etc.

Si bien los estados alterados son una perfecta plataforma terapéutica, también hay que decir que abren la caja de Pandora del inconsciente. Y manejar a los demonios, una vez que se han despertado siempre es peligroso, especialmente en contextos tan precarios como talleres de fin de semana o cursillos breves (y con precios casi imposibles).

Otro obstáculo es que hemos perdido el marco antropológico apropiado, el contexto en el que estas prácticas son adecuadas y tienen sentido. El injerto de una técnica oriental (o chamánica) en el mundo occidental es más que problemático y en muchos cenáculos transpersonales se habla igual de chakras, complejo de Edipo, el ángel interior o psicologías cognitivas, y se cita a San Juan, a Freud o a Krishnamurti. Todo es “integrable”. Este panorama tiende a generar espiritualidades baratas, a lo new age.

A mi juicio, habría que unir lo crítico a lo transpersonal, en una psicología verdaderamente integral y más modesta, sin pretensiones de totalidad. En este sentido, lo más interesante de la psicología transpersonal es su intento por rescatar las dimensiones profundas de la existencia, olvidadas desde hace tiempo en occidente para situarlas en un continuo ontológico (la gran cadena del ser) que ofrezca una visión de conjunto sin negar ninguna de las casi infinitas dimensiones de esa densa realidad que es el ser humano.

 

Rafael Millán

 

Bibliografía recomendada.

– La psicología del futuro, Stanislav Grof. Ed. Liebre de Marzo, 2002.

– Sexo, ecología, espiritualidad, Ken Wilber. Ed. Gaia, 1995.