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Bienvenido a la sección Terapia de Madrid Psicología

Una terapia es un proceso de autodescubrimiento en el que iremos encontrando claves sobre el sentido de nuestra existencia, y que debería conducirnos a una vida más plena y más auténtica. En otras palabras, una terapia es un viaje interior cuyo destino somos nosotros mismos.

¿Por qué lo que buscas NO ES AUTOESTIMA?

Nos pasamos el día hablando de la importancia de la autoestima. Pero, ¿y si estuviera sobrevalorada? ¿Y si se tratara simplemente de cultivar un sano amor por lo propio? ¿Y si mirada de frente, la autoestima pudiera volverse obstáculo en nuestro camino psicológico y espiritual? Estas y otras preguntas serán planteadas por Brenda Baluarte, al otro lado del charco.

#PsicologiayEspiritualidad #Autoestima #Amorpropio

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Meditación Emocional 💙💜💚 Integración Emocional desde la Psicología y la Espiritualidad

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Primera parte de la Jornada:

«¿Estamos locos o nos vuelven locos?

Jornadas sobre sufrimiento y malestar psicológico y social, locura y espiritualidad. Anatomía del dolor y de la luz.»

Esta es la primera parte de mi ponencia (he preferido dividirla en dos porque el tema no tiene nada que ver) de la primera de las dos jornadas que se tituló: Salud mental y espiritualidad. Una crítica al mercadillo del mindfullness y otras franquicias.

Hablo directamente después de una meditación facilitada por Alberto Nandasilo unas palabras introductorias a la manera en que desde mi terapia entiendo la meditación emocional y la integración emocional.

Fue el 7/11/2018

Salud mental y espiritualidad.

Tú no eres una gota en el océano. Eres el océano entero en una gota. – Rumi

Soy un hombre de principios. Y si no le gustan, tengo otros. – Groucho Marx.

No se preocupe por nada. Esté usted un poco más en el presente. Aquí mismo y ahora mismo, ¿para qué ir más lejos? No se enrede en la ansiedad de un futuro que no existe o en la depresión de un pasado ya intocable.

Hágame caso, libérese conmigo, siéntase bien, relájese y respire. Y déjese rodar, suavemente, colina abajo… ¿Son útiles las soluciones “espirituales” que florecen por doquier? ¿la espiritualidad franquiciada y envuelta para regalo es una evolución de nuestras conciencias o un objeto más de consumo y de deseo? ¿hay una gimnasia sueca del espíritu que podamos practicar de cinco a seis todas las tardes y pagar en cómodos plazos? ¿es posible una religión del ego para sentirme bien, producir más y mejorar mi autoestima “porque yo lo valgo”? Y en caso contrario, cómo y donde encontrar una genuina vía espiritual.

Y, aún más inquietante: ¿realmente queremos una vida espiritual o preferimos seguir consumiendo sucedáneos edulcorados y bajos en calorías? Además de las ponencias y el debate habrá magia de cerca, mentalismo y una meditación activa sufí y budista.

Contaremos con la presencia de: José María Herce Psicólogo Clínico, Psicoanalista y profesor de Psicoterapia y Desarrollo Personal.

Mardía Herrero Historiadora, filóloga, doctora en literatura, autora de varios libros y una enorme cantidad de textos y artículos académicos. Ha sido profesora de la universidad y actualmente da clases de lengua y literatura.

Rafa Millán Psicólogo Sanitario con formación Humanista, Psicodinámica y Transpersonal. Filósofo y escritor. Inciado en el ilusionismo y apasionado de las tradiciones sapienciales, especialmente, el sufismo.

Alberto Nandasilo Ordenado samanera (novicio monje budista) en el Santacittarama (Italia), ha residido casi 4 años en diferentes monasterios entre ellos Santacittarama (italia) amaravati (londres) y en aruna ratanagiri (newcastle). Enseña, práctica y estudia Budismo Theravada y la meditación Vipassana

 

Aquí el vídeo:

 

Yo también tengo TDAH – Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad

TDAH, otra mirada sobre este síndrome (buscando, además de las individuales, las causas sociales y hasta el espirituales del TDAH). El Trastorno Por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad como un mal de nuestro tiempo.

¿Es el Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad un problema psiquiátrico o un problema social, de todo el sistema? ¿Y si fuera, en realidad, y en primer lugar, una cuestión de tipo espiritual? n todas las tradiciones se insiste en que es necesario educar y afinar la atención. Una de las principales cualidades de todo santo o maestro es su capacidad para estar sumergido completamente en el presente, sin escapar nunca para acceder a lo real. Pero el mundo en el que vivimos nos invita a evadirnos de nosotros mismos. Nos empuja a soñar, distraernos con la publicidad o la fuerza de atracción de las pantallas, habitar otro espacio, u otro tiempo, otra alma que la nuestra e incluso otro cuerpo. ¿Y si no se tratara de medicar a los niños que no pueden estar sujetos durante seis horas diarias (a veces más) a una silla, sino de revisar por completo, y desde los cimientos, nuestro sistema de vida?

 

VIDEO: ¿Cómo recordar los sueños?

Aquí os copio el último vídeo de mi canal sobre mundo onírico. En realidad es mucho más corto de lo que parece, pero se me ha colado un montón de negro (dura 5 mins y no 11). Error de novato! Gracias a todos. Y espero que guste (y si es así, hacedme el regalo de suscribirse al canal).

 

VIDEO: ¿Qué significan los sueños?

Nuevo vídeo en mi canal de youtube. ¿Qué significan los sueños? Espero que sea el primero de una serie en el que podamos ir profundizando en el tema. ¡Gracias a todos! Y, si no queréis perderos los videos futuros, por favor, suscribiros.

Las enfermedades mentales no existen… Son los padres

Libro Rafa MillánLo primero… ¡Gracias! Siempre.

No ha pasado una semana y ya he recibido una enorme cantidad de pedidos y feedbacks positivos. ¡Qué alegría!

Y, lo segundo, presentar el libro. Eso sí, disculpadme el título si a alguno le ha molestado; no pretendo frivolizar ni con el sufrimiento ni con las personas, al contrario, sólo pretendo profundizar en él y tomármelo más en serio. Precisamente. Además, sospecho que un libro titulado «crítica filosófica del concepto de salud y enfermedad mental con una propuesta empírica de solución del sufrimiento afectivo/emocional» no tendría tanto mordiente.

Eso sí. Después del título me paso más de 400 páginas hilando fino, pero sin perder el sentido del humor. Ser un poco provocativo, en el mundo actual (en que se publican miles de títulos cada día) me parece casi una obligación de escritor. Además he intentado crear capítulos cortos que, como en una teleserie, tengan un gancho al principio y al final para facilitar y animar la lectura.

Trataremos todos los temas importantes: sobre todo, el dolor con el me veo cara a cara, cada día, en mi consulta. Y la forma en que las personas que han confiado en mí como terapeuta lo han ido superando. Y luego hablaremos de Psiquiatría, Psicología, Filosofía, Espiritualidad, etc. ¡De todo lo interesante! No faltan en el libro, un análisis de los psicofármacos, de los enteógenos, la ayahuasca, los psiquiátricos, el DSM, Buda, Freud, Marx (Groucho, por supuesto), Luis Cencillo y muchos más!

Y por supuesto nuestros «fantasmas» favoritos: la depresión, la ansiedad, el TDAH, las fobias, las obsesiones, etc. Qué son realmente (debajo de la «etiqueta») y cómo encararlos y vencerlos.

Y, tranquilos los padres, al final saldrán bien parados. El hecho de que estemos aquí leyendo tranquilamente en internet en lugar de dándonos cabezazos contra una pared acolchada habla bien de ellos. Incluso lo que no acertaron a hacer bien, lo hicieron inconscientemente, con la mejor de las intenciones. Y, por eso, en la mayoría de los casos (aunque cada uno es único) nos toca hacer algo que, a veces, es más difícil que «matar al padre» y es perdonarlos e, incluso, quererlos, con sus luces y sus sombras, desde un posicionamiento adulto de gratitud y respeto.

Os copio el enlace de la editorial para comprarlo. También se puede adquirir en librerías o directamente a través de mí (y, además, ¡os hago un truco de magia de regalo!).

Antes de acabar, gracias de nuevo. Siempre.

Y bendiciones.

http://www.editorialmanuscritos.com/epages/ea8141.sf/es_ES/?ObjectPath=/Shops/ea8141/Products/millan

 

Ansiedad y miedo a la muerte

ansiedad-miedo-muerte

Estoy feliz. Mucha gente me ha pedido terapia desde que publiqué un pequeño artículo sobre ansiedad (que puedes leer aquí). Nunca había tenido una respuesta tan buena con un texto tan breve. ¡Gracias!

Y creo que la clave ha sido hablar (en la medida en la que soy capaz) con autenticidad, desde mi propia experiencia en consulta, más allá (o más acá) de enfoques de escuela o de la abstracción teórica. ¡Gracias otra vez a todos los que me habéis llamado!

Por supuesto, narcisismo obliga, al releer la entrada, no he podido evitar darle un pequeño retoque (dos palabras y tres comas). Y me ha sorprendido algo. Me faltaba mencionar un tema básico en lo que se refiere a la ansiedad: el miedo a la muerte. Así que he añadido un par de párrafos sobre ello, a los que me gustaría hacerle ahora, y con vuestro permiso, una pequeña glosa -al final no tan pequeña-.

Allá vamos. Muchos ataques de ansiedad provocan un malestar físico tan grande que la persona cree literalmente que se muere (normalmente de infarto) y acaba en las urgencias de algún hospital (donde la despacharán con un valium y una palmadita en la espalda, cuando no con una cita psiquiátrica).

En mi experiencia, este miedo a la muerte es sólo la capa superficial de otro miedo aún aún más profundo que se esconde debajo del primero. Y, ¿qué da más miedo que la muerte? Pues la vida. Hay miedo a la vida.

O, más exactamente, a que nos llegue la muerte sin experimentar la vida, sin haber empezado a vivir en serio, ya que (por todo lo que venimos exponiendo en los últimos artículos) la persona no ha sido capaz de cuajar su propia identidad y se “falsea”, vive una vida de imitación, de cartón piedra, un vida que es una no-vida, un sucedáneo de una existencia humana real.

Desde esta perspectiva, y en cierto sentido, el ataque de ansiedad es lo mejor que puede pasarnos. Porque nos indica que por algún sitio vamos (o “somos”) mal y que hay que planteárselo de otra manera. Normalmente la ansiedad aparece (como decíamos en el otro artículo) cuando vivimos de manera infantil o adolescente algo que ya toca encarar como un adulto. Y el “sistema” nos avisa a través del síntoma, que es como la luz roja que indica que algo falla en el motor.

Pero, ojo, no hay que enfadarse con la luz roja sino parar la marcha, arremangarse y reparar el motor. Quitar el led o taparlo con un esparadrapo (como hacen ciertas terapias de moda) es lo peor que se puede hacer. Porque el problema sigue igual y acabará aflorando por otro sitio. Y será peor.

En otras palabras el ataque de ansiedad es el grito de alarma de una parte sana de nosotros mismos que no quiere morir de una sobredosis de inmadurez (o de inautenticcidad) que son los peores venenos para el alma.

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Trastorno de la última asignatura

ultima-asignatura¿Por qué a tanta gente le queda la última asignatura?

El síntoma psicológico en su paradoja es la prueba clara de que existen dos modos o dos procesos diferentes en convivencia antagónica, lo que tradicionalmente se ha llamado consciente e inconsciente. El síntoma aparece cuando consciente e inconsciente se descarrían y, como los caballos del auriga de Platón, les da por ir a cada uno por su lado.

En este sentido, todos llevamos al menos una doble vida, ya que nuestro vivir inconsciente es capaz de perseguir objetivos y programar medios para conseguir lo que quiere a espaldas de “nosotros mismos”.

Y esa es la forma más fácil de reconocer el síntoma, porque parece querer una cosa haciendo exactamente lo contrario.

Yo lo llamo, siguiendo a los clásicos, carácter transaccional del síntoma: la persona intenta llegar a un acuerdo imposible consigo misma o “transacción” (que, aunque no siempre, suele traducirse en la práctica como: “hacer lo que quieren mis padres haciendo exactamente lo contrario”).

Este carácter contrastante del síntoma se manifiesta también en la vida onírica y en la fantasía, lo que confirma la tesis de que tanto el síntoma como el sueño pertenecen al mismo ámbito psíquico al que, por tradición, llamamos inconsciente.

Aunque “el inconsciente” no es algo estático sino vivo y no es un “lugar” o una “parte del cerebro” sino otro modo de ser que corre junto a nuestra vida racional y consciente. Y que, a pesar del nombre, puede, en gran parte devenir consciente.

En los sueños continuamente aparecen opuestos que coinciden en un mismo símbolo u onirema. Por ejemplo, algo viejo aparece como joven o algo grande como pequeño y, muchas veces, algo es a la vez una cosa y su contraria: incluso una persona puede ser otra a un mismo tiempo. Y normalmente ese contraste o esa contradicción es la clave del sueño y de la terapia.

La situación del neurótico (como la del sueño) es imposible. La neurosis es un cortocircuito emocional en toda regla. El síntoma quiere satisfacer a todos a la vez, ser él mismo siendo lo contrario. Es una negociación en la que todas las partes pierden y ganan a un mismo tiempo.

Alguien puede, por ejemplo, estudiar Derecho pero faltando a todas las clases, sin saber por qué. De esa manera hace como si fuera un adulto autónomo mientras sigue siendo un niño dependiente.

Otro puede autosabotearse el éxito en cualquier ámbito. O dar con parejas que le impidan crecer o que no están realmente disponibles, así ni están en pareja ni no lo están. Siguiendo esta reflexión el síntoma máximo sería el del pobre gato de Schrödinger que está vivo y muerto a un mismo tiempo. ¡Vaya un neurótico!

Normalmente nosotros no llegamos a tanto como el paradójico felino cuántico. Y la contradicción básica con la que se debaten los neuróticos actuales es que son adultos/niños.

Uno de las manifestaciones clásicas de esta neurosis de nuestro tiempo es la que yo llamo el “mal o trastorno de la última asignatura”. Es decir, personas que se quedaron a unos pocos (o incluso un solo) examen de acabar la carrera. Conozco muchísimos casos.

Este “trastorno” suele deberse a un ambiente emocional enrarecido en el que los padres les han inoculado la idea de que nunca conseguirán triunfar o de que son unos inútiles. Quedándose a una sola asignatura consiguen la cuadratura del círculo: dan la razón al padre, a la vez que demuestran que si hubieran querido, habrían acabado la carrera. O sea, una cosa y la contraria.

No está de más aclarar que cuando la desproporción entre medios y fines es tan clara, tirar todo el esfuerzo de años por no dar un último empujón, es señal inequívoca de que hay un complejo neurótico de algún tipo y de que hay interferencias inconscientes que hay que analizar.

También puede darse (aunque es un caso de lo anterior) que la persona deje los estudios cuando está justo a punto de conseguir lo que quería (un doctorado, o un máster) que le iguala (o le hace superar) el nivel académico del padre o de la madre.

Pero no puede hacerlo, se “bloquea” porque eso sería dejar de ser “hijo” menor que ellos. Y adquirir la responsabilidad adulta de la que el neurótico huye como la peste. Y se bloquea aunque le vaya la vida en ello. (Al final sí que somos un poco como ese muerto viviente que es el gato de Schrödinger).

Así podríamos decir que uno de los elementos más habituales de la neurosis (que en cierto grado todos tenemos hoy en día) es que es un intento (frustrado) de adquirir la propia identidad sin renunciar a la que le fue asignada “por defecto” en la primera infancia.

Se trata de ser un rebelde adolescente siendo el perfecto niño bueno.

Seguiremos sobre ello.

Fobia. La belleza del insecto

fobia insectos¿De qué es de lo que huye el paciente? De la realidad. ¿Y dónde se esconde? En el síntoma.

Pero es un escondite vano porque la realidad no se puede escamotear. El síntoma es a la vez el refugio y la grieta por la que se cuela la realidad. Aún más siniestra y terrible que al principio.

Por eso el síntoma sabe a paradoja y sabe a “irrealidad”. Y aunque nunca es un montaje consciente, sí que es cierto que, de alguna manera, el síntoma es un paripé, un “teatro mental”, un “truco de ilusionismo psicológico” del que somos a la vez víctimas y verdugos.

Por supuesto, nadie se autoengaña a propósito. No es eso. Sino que somos víctimas (junto a todo nuestro entorno) de una trampa que nos hemos tendido a nosotros mismos, una trampa tan astuta y bien diseñada que ni sospechamos de ella.

En la terapia hay que intentar desmontar la trampa. La terapia es una ducha fría de realidad, una luz que ilumina la oscuridad psíquica, un mapa que nos enseñe el camino, el manual de “ilusionismo” que nos ayude a “pillarnos” el truco que, inconscientemente, nos estamos haciendo.

En otras palabras, la terapia es un encuentro con aquello que no se ha podido digerir porque estaba “crudo” o era “venenoso”. Y el terapeuta es el cocinero que ayuda al paciente a elaborar su realidad al calor de la relación terapéutica para hacérsela masticable, para que pueda metabolizar aquello que teme y que rechaza e incorporarlo a su vida anímica.

El paciente, en algún aspecto, es como un niño y necesita que alguien le prepare una “papilla” emocional. Más tarde, podrá digerir alimentos sólidos e incluso prepararlos para otros.

Os cuento un sueño en el que se ve claramente la gestación del síntoma como un pedazo indigesto de realidad que el paciente no podía “tragar”, en este caso porque el padre tampoco podía.

Una nota: esa metáfora, la de “tragar” o comer, es muy habitual en los sueños con el significado de incorporar algo al mundo anímico, es muy importante ver quién nos los ha cocinado, con que ingredientes, etc. El alimento del cuerpo es una muy buena analogía de la nutrición del alma. No sólo de pan vive el hombre.

Se trata de un sueño de infancia relatado por un hombre joven en una de las primeras sesiones conmigo. Lo transcribo de memoria.

El paciente, niño, está en el asiento trasero del coche de su padre. De repente unos insectos enormes como puños se pegan por fuera de la ventanilla. El soñante se asusta y le pregunta al padre (que va al volante) qué son esos bichos asquerosos. Pero el padre no los ve.

Al final, después de cierta lucha, el hijo consigue hacérselo ver. Entonces el padre abre una de las ventanillas y coge uno de los insectos y se lo muestra al hijo mientras le acaricia como si fuera un peluche o una mascota, intentando convencerle de que es algo bello e inofensivo. Pero cuanto más lo acaricia más grande y repugnante se vuelve el bicho. Hasta que el paciente despierta muerto de miedo.

fobiainsectos3Este sueño es una clase magistral de psicología. Habla por sí mismo, casi no necesita interpretación. Y muestra una vez la importancia capital del análisis onírico para la terapia y para la vida.

Lo primero que se ve claro es que los síntomas del pacientes (entre otros una fobia a los insectos) tienen su origen en la incapacidad del padre para ver los elementos negativos, las aristas duras de lo real.

El discurso del padre es carente (“castrado” dirían los clásicos). Hay algo, “ahí fuera” que no puede explicarle al hijo. Algo terrible y repugnante que, muy posiblemente, ni si quiera él mismo puede reconocer (ni digerir).

Y el silencio, como una rasgadura en la tela del discurso, es como el vacío: inconcebible para el mundo psíquico. Por eso donde hay silencio, reinan los monstruos.

El sueño muestra como el padre intenta superar su propio silencio, es decir, su propia incapacidad de aceptar esos “insectos” mirando para otro lado, haciendo como que no existe o que no pasa nada. O aún peor: colándolo como algo bueno y agradable. Pero es imposible. No hay mejor manera de hacer que lo malo se vuelva terrible que intentar minimizarlo.

Algunas de las cosas que vimos en terapia que el padre “negaba” al hijo y escamoteaba de la realidad era el mal, la muerte y el sufrimiento. El padre quería pintarle al hijo un mundo donde nada de esto ocurría. Pero el niño (no por ello idiota) se daba perfecta cuenta de la existencia de estas realidades y necesitaba una explicación, una forma de bregar y dialogar con ellas. Una forma de “digerirlas”.

El hecho de que el padre las ocultara o las maquillara sólo hacía que esta persona tuviera aún más miedo. Lo que le convirtió (y por eso vino a terapia) en una especie de fóbico profesional que tenía miedo, literalmente, incluso de matar una mosca. Y ese miedo le bloqueaba y el padre “amantísimo” lo hacía todo por él. Incluso matar las moscas, ¡ni eso le dejaba hacer al hijo!

El fracaso del padre, en este caso, es que no supo darle lo esencial, una cosmovisión válida y completa para el hijo. En lugar de eso le entregó una tela con agujeros, incapaz de soportar el peso de una vida humana completa sin romperse.

Este sueño tienen otros elementos curiosos que son bastante universales. El coche del padre como ambiente de protección en donde el paciente se siente seguro (siempre que el “fuera” terrible no venga a invadirlo). El padre como conductor del mundo de la infancia, etc.

Por ahora nos quedamos aquí. Y aprendemos la lección:

Detrás del síntoma hay un pedazo de realidad indigesto, que, por el motivo que sea resulta insoportable para la paciente que antes de aceptar esa realidad inaceptable prefiere escaparse al síntoma. Aunque con ello pague el peaje de llevar una vida a medias.

Y una advertencia para padres: no intenten censurar la realidad en una presentación “ad usum delfinis”. Sino que, desde el cariño y el lenguaje apropiado, presenten la verdad al niño. Hablénle con naturalidad del dolor y la muerte, del sufrimiento y el esfuerzo, e incluso de sus propias dudas al respecto. No hagan de la vida un escenario amable de cartón piedra. Eso enloquece a los niños.

Por acabar, una nota curiosa sobre como se enfocó (en parte) esa terapia. El paciente, de una gran sensibilidad estética empezó a observar la belleza, alienígena de los insectos (reales y metafóricos) y así pudo ir más allá del miedo. E incorporar esa realidad (el sufrimiento, la muerte y los insectos) que, mirados desde cierto punto de vista, no dejan de tener una enorme (aunque dolorosa) belleza.

Por cierto que en cualquier síntoma, como se ve claro en estas fobias y en este sueño, lo que pasó fue que en algún momento el miedo ganó el pulso a la vida.

Y no se puede vivir con miedo.

¿Qué me pasa, Doctor?

psicologia inconscienteAunque no me gusta el término (de herencia biomédica) los “síntomas” psicológicos tienen una curiosa propiedad: siempre son paradójicos.

Es más, son síntomas precisamente por ser paradójicos, por romper con la lógica convencional. El síntoma es lo que no debería estar ahí pero sin embargo está. Y es esta ambivalencia lo que los define como síntomas.

La persona viene a terapia porque no se entiende a sí misma. Se vive en permanente contradicción. “Algo le pasa”, algo que escapa a su control consciente. Por eso “sabe” que lo que le pasa es psicológico.

Aunque parezca un juego de palabras: sabe que tiene un problema psicológico porque no sabe qué problema tiene o qué tipo de problema tiene. Es decir: tiene un problema con su inconsciente, sino no sería un problema psicológico sino de la vida.

Este es el motivo, dicho sea de paso, por el que la psicología terapéutica necesita postular el inconsciente para tener un ámbito propio, ya que no hay perturbación auténticamente psicológica si la persona sabe qué es lo que le pasa. Si todo queda en el ámbito de lo que tradicionalmente se ha llamado “consciente” no hay problema específicamente psicológico, sino de otro tipo.

Está claro. Si alguien no tiene trabajo o discute con su pareja lo que le tiene son problemas de la vida. Otra cosa es que no encuentre trabajo porque “algo” le bloquea o le sabotea a la hora de buscarlo o “algo” genere interferencias emocionales incontrolables a la hora de comunicar con su pareja.

La problemática específicamente psicológica sería ese “algo” inconsciente, y no la pareja y el trabajo que son ámbitos de la vida (que tienen elementos psicológicos, como todo lo humano, pero no son específicamente el problema psicológico a tratar que siempre es inconsciente).

La psicología moderna y la psiquiatría parecen haber olvidado esta evidencia y, por lo tanto, han perdido su identidad como saberes válidos (pero esa es otra historia y será tratada en otro momento).

Es decir, sólo hay “intervención” psicológica en la medida en que el inconsciente se ha desbordado más allá del control racional de la persona. Y en la medida en que la perturbación está más allá de lo que la persona se alcanza a ver a sí misma.

A ese “algo que me pasa”, la psiquiatría (desde una cierta pereza epistémica y teórica) lo llama erróneamente “enfermedad”. Alguien está “enfermo” porque, de algún modo, no es como debería ser. O como el médico cree que debería ser.

Y cometen esta burda confusión precisamente por no tener en cuenta el inconsciente. Que es lo que sale fuera de nuestra lógica racional, lo que no se comprende. Así que, en realidad, la psiquiatría llama “enfermedad” a lo que no comprende, a lo que sale de sus esquemas convencionales de escuela.

Si alguien “cumple el programa” tendría que ser feliz. Si no, es que algo no va bien. ¿Cómo se explica si no ese inquietante malestar anímico en una persona que “lo tiene todo”? Tiene que estar “enfermo”, ¡seguro!

inconscienteSin embargo el síntoma no es signo de enfermedad (como una pústula es signo de infección) excepto, tal vez, de una manera vagamente metafórica. Sino que el síntoma es ni más ni menos que la prueba de la complejidad humana y del difícil encaje entre los diferentes juegos y conflictos de opuestos dialécticos entre los que el hombre vive como un ser fronterizo.

El síntoma es eso, la resultante de los roces y contradicciones de la abigarrada dinámica de la vivencia humana, deslocalizada entre lo propio y lo ajeno, el dentro y el fuera, lo familiar y lo personal, lo consciente y lo consciente, lo individual y lo social.

Es esa desterritorización, ese vivir en una tierra de nadie en la que ni somos “sólo” individuos ni “sólo” sociedad sino el lugar en que el individuo se hace sociedad y la sociedad individuo (y lo consciente, inconsciente, y lo propio, ajeno, etc.), es esa cualidad fronteriza y relacional la que genera los desgarros y las ambivalencias propias de los síntomas.

En otras palabras, algo se ha cortocircuitado en la delicada danza de los opuestos donde todos vivimos más o menos enredados. Lo síntomas son la falla en medio de la complejidad, la fractura que pone de manifiesto que algo no va bien.

En términos clásicos lo que se falta es la unidad, la armonía del conjunto y el encaje dinámico de todas las piezas en una totalidad mayor que le dote de sentido. Y esos son problemas filosóficos o espirituales y no médicos.

El síntoma psicológico se analiza en los tubos de ensayo de la filosofía y de las humanidades. Y no en los del practicante ni en los del quirófano.

Y es que los problemas psicológicos no son enfermedades ni nada que se le parezca.

Seguiremos hablando de ello. Y concretando este discurso abstracto con casos concretos y reales. Permanezcan a la escucha. Y si quieres saber más, suscríbete a mi blog.

Muchas gracias por leerme.

Autenticidad. El Corazón de la terapia

Autenticidad. El corazón de la terapia.

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No somos médicos, somos humanos. No tratamos cuerpos sino personas, por eso lo más importante no es la técnica. Sino lo que ocurre a los márgenes de la técnica, que es el centro mismo de la experiencia humana. Lo que ocurre en la hondura, en el ser.

A veces tengo la sensación de que la terapia va de eso. De ser o, más bien, de dejarse ser lo más auténtica e intensamente posible. Ese es el trabajo del psicólogo.

Parafraseando al Tao Te King: “No hay que hacer nada, pero nada queda sin hacer”. Por eso la terapia más que un hacer (que no hay que hacer) es un ser.

Y ser es ser contigo.

Ser para el otro y desde la relación con el otro. Ser es estar al servicio, ser en la entrega.

Sin amor no hay terapia. Así de fácil. Y el amor es apertura y acogida, comprensión y confianza.

De tal manera que el peor terapeuta es el que está cerrado en sí mismo (ensimismado), y el mejor es que está abierto al otro y al Otro (entusiasmado).

La terapia exige exponerse totalmente a uno mismo, sin trampa ni cartón, a pecho descubierto. No hay asepsia sanitaria que valga. Hay que remangarse y pringarse el alma.

El terapeuta amplía su corazón para acoger al otro, sin juicio ni crítica. Sino contemplándole en su verdadera autenticidad. Y eso es amor.

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