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Bienvenido a la sección Terapia de Madrid Psicología

Una terapia es un proceso de autodescubrimiento en el que iremos encontrando claves sobre el sentido de nuestra existencia, y que debería conducirnos a una vida más plena y más auténtica. En otras palabras, una terapia es un viaje interior cuyo destino somos nosotros mismos.

Funciones de una terapia psicológica (1/3)

No hay normas ni reglas fijas, y cada caso es único, pero podemos enumerar algunas de las funciones más habituales de una terapia:

 

– Descarga emocional: poder liberarte de la angustia o la ansiedad compartiendo con una persona sensible y cualificada (y válida para ello) todo aquello que te preocupa, te pesa, te carga, te onera, te angustia… incluso aquello que te avergüenza, sabiendo que no vas a ser juzgado sino, al contrario, escuchado, aceptado y querido incondicionalmente (al menos en las primeras fases). Dicho de otro modo: ofrecer un espacio de seguridad donde poder ir depositando todo lo que necesites y sacando a la luz lo que estaba oculto, a veces tan profundamente que ni tú mismo sabías que estaba ahí.

 

– Contención de la ansiedad: el terapeuta tiene que saber contener tu ansiedad y gestionar cualquier estado emocional, por negativo o explosivo que parezca. Es más, el mero hecho de poder actuar libremente delante de alguien puede resultar tremendamente terapéutico. Ser aceptado por otro es el primer paso para aceptarse uno mismo.

 

Ser aceptado por otro es el primer paso para aceptarse uno mismo.

– Función espejo: ponerte delante una imagen sana y madura de ti mismo que puedas introyectar. El terapeuta tendrá que ser muy cuidadoso e intentar mantener la neutralidad para no inocularte sus propios sesgos, reflejándote una imagen deformada e inválida, como en un espejo de feria. En realidad, todos estos puntos podrían resumirse así: el terapeuta debe escucharte y comprenderte en tu singularidad concreta para poder devolverte lo que realmente eres (sin contaminarlo con sus propias concepciones de la vida)

 

Partes de este artículo:

https://madridpsicologia.com/funciones-de-una-terapia-psicologica-13/

https://madridpsicologia.com/funciones-de-una-terapia-psicologica-23/

https://madridpsicologia.com/funciones-de-una-terapia-psicologica-33/

 

Causas de la Ansiedad. Factores psicológicos individuales.

Causas de la ansiedad. Factores psicológicos individuales.

La avería de un coche o de un ordenador suele tener una causa única e identificable (“clara y distinta”). Incluso la mayoría de las enfermedades orgánicas tienen una causa que puede aislarse y tratarse adecuadamente. Es más, es esa misma causa (y no los síntomas) lo que distingue a unas enfermedades de otras. No es lo mismo tener un tumor en el estómago, una úlcera, o una indigestión porque la causa (y por tanto la enfermedad es distinta) aunque las tres cosas tengan el mismo sińtoma:  dolor de tripa.

Con la ansiedad no ocurre así. Como todos los procesos humanos, la ansiedad es una resultante complejísima de una gran cantidad de factores externos e internos, individuales y sociales, combinados de una manera única y específica para cada caso. Además en cualquier psicopatología intervienen dimensiones o niveles muy diversos: psicológicos, emocionales, cognitivos, existenciales (falta de sentido…) y hasta espirituales.

Así que, definitivamente no. A no ser que hablemos metafóricamente, la ansiedad no es una “avería” o una “enfermedad”. Es otra cosa, algo de un orden mucho más complejo.

Así que tendremos que ir entendiéndola por partes, en aproximaciones sucesivas y por diversos frentes de ataque. En este artículo repasaremos algunos de los factores individuales. Si bien debe quedar muy claro que esta no es más que la mitad de la historia y sólo en un encaje social adecuado tomarán sentido la mayoría de los elementos de los que hablaremos a continuación.

Al hilo de lo que venimos diciendo, no estaría de más empezar aclarando un punto importante. Cada vez estoy más seguro de que hay muy pocas “psicopatologías” (a lo mejor sólo una… ¡o ninguna!), pero se presentan en formas muy diversas como el monstruo de las mil caras.

Por eso, cuando me he puesto a reflexionar sobre las causas de la ansiedad, me he dado cuenta de que estas mismas “causas” podrían aplicarse a muchas otras problemáticas: depresión, obsesiones, etc. Ya que aunque el espectro de los mal llamados trastornos psíquicos difieran en un nivel superficial, son similares en lo profundo. De hecho, se podría sentar la tesis de que todo los desajustes emocionales son, en el fondo, muy parecidos. Así que me corrijo, más que el monstruo de las mil caras la psicopatología es el monstruo de las mil máscaras.

Y ahora entremos directamente en materia.

Factores individuales que provocan ansiedad (extraídos de mi propia experiencia):

Lo más claro y que he visto en todos los casos: dificultades para acabar de madurar y asumir una identidad adulta, autónoma y plenamente responsable tanto de sus decisiones (y sus consecuencias) como de sus estados de ánimo. Es decir, cierto grado de inmadurez o de infantilismo narcisista.

Y esto generado por: distorsiones en la comunicación afectiva con figuras relevantes, casi siempre los padres o familiares cercanos, que han impedido una correcta maduración de todos los elementos psicológicos y emocionales. La maduración también puede verse perturbada por vivencias muy traumáticas.

El resultado es una identidad frágil e inmadura que puede manifestarse de dos maneras opuestas.

Por una parte, puede mostrarse como una personalidad blanda y vaporosa, “poco hecha”, incapaz de enfrentarse a los problemas del mundo real, insegura, que “no da la talla” o que “no puede con todo”, que se siente «desbordada» y se derrumba cuando la realidad muestra sus aristas más duras. Y claro que esto genera “ansiedad” o angustia a cualquiera.

O, por el contrario la personalidad puede intentar sobrecompensar estas carencias y disfrazarse de lo contrario, mostrando una excesiva seguridad en sí misma. Pero es una seguridad de cartón-piedra que se delata por ser demasiado rígida e inflexible, cuando no agresiva. En seguida se nota que intenta tapar manicamanete una inseguridad de fondo.

Este tipo de personalidades suelen ser excesivamente rígidas. No admiten ni un error propio (perfeccionismo) ni ajeno (idealismo). Y a veces se enorgullecen de un férreo (pero persecutorio) sentido de la justicia.

Algunos se repiten a sí mismos una y otra vez una larga serie de “debería”, de “tengo que” o de “hay que…” que le ametrallan machaconamente y le hacen sentirse incapaz de una conducta efectiva. Quedan como paralizados, bloqueados, cortocircuitados entre dos fuerzas opuestas. Pero con estos «debería» se escapan a la fantasía, lo que les tranquiliza y eviten que se enfrenten a la inquietante realidad de la que intentan escapara a cualquier precio…

En cualquier caso, siempre se observa una identidad frágil (ya sea por exceso o por defecto, por más o por menos) que no acaba de saber quién es o lo que quiere y que se deja arrastrar por corrientes de opinión o por relaciones dependenciales.

Y, por supuesto, se puede ir saltando de un extremo al otro (“bipolaridad”), mostrando una conduzca zigzagueante y desconcertante, como una bola de pinball.

Hay otras muchas posibilidades (tantas como personas). Sólo estoy apuntando algunas de las que me he ido encontrando en mi práctica terapéutica. Otra que ahora recuerdo es una persona que no sepa expresar adecuadamente (canalizadamente) su propia agresividad, de tal manera que se le quede dentro, como “haciendo mala sangre” hasta que salga en forma explosiva como un ataque de ira o de pánico, por ejemplo.

Lo que nunca falta es un cierto grado de narcisismo. El narcisista es el que prefiere la apariencia a lo real. Es decir siente una gran preocupación por el qué dirán o el qué pensarán los demás. El narcisista se ocupa de construir una (falsa) imagen de sí mismo de la que (como en el mito clásico) se enamora, y que defiende a capa y espada (caiga quien caiga).

Muchas veces el narcisista fantasea (a veces de manera inconsciente) con escenas en las que es el mejor o el protagonista y es alabado o admirado por todos. En ocasiones y paradójicamente se fantasea con ser el más humilde y el más altruista. Y esto, cuando se descubre, resulta tan contradictorio que parece un chiste. O, hasta se puede ser el mejor en ser el peor. Es decir, el que más sufre y el que peor lo pasa, el más «incurable» (título al que han optado varios de mis pacientes), etc. Y esto ya es ser el mejor en algo. Y defienden su condición de “enfermos” incurables por encima de cualquier otra cosa.

Otros intentan adaptarse a la opinión y la expectativa de los demás. Y al final, no saben quienes son ni lo que creerse y se deja influir o manipular por opiniones diversas y contrapuestas. Pero cuando “todo vale” (ya que no tienen un criterio propio), a la vez, nada es firme ni cierto y eso genera una gran inseguridad, que puede vivirse como angustia y ansiedad. Están desconectados de sí mismos, de su propio criterio.

Resumiendo. El problema es de una identidad inadecuada (inmadura, frágil, falsa, demasiado rígida, que prefiere “dar imagen” o “aparentar”…) y trufada de narcisismo. En otras palabras, el problema, como siempre, es preferir (inconscientemente) una mentira a la verdad.

Pero, precisamente porque es mentira, esa identidad y esa falsa imagen narcisista hacen aguas por todas partes y siempre están en riesgo de resquebrajarse y venirse abajo. Y éste es el principal miedo del “narcisista” o del ansioso. Y, por supuesto, cada vez que ocurre algo que le recuerda la “mentira” en la que vive (y que contradice sus secretas fantasías), siente una intensa ansiedad, es decir un “miedo (aparentemente) sin objeto”.

En realidad lo que teme es quedarse “desnudo” ante sí mismo y ante el mundo sin esa imagen megalómana tan trabajosamente construida y mantenida. Es decir, ser “pillado” en la elaborada mentira en la que uno mismo se ha ido metiendo y en la que se atrincheran defensivamente.

Ojo, con esto no quiero decir que el paciente sea un mentiroso o que él mismo sea consciente de esa mentira. No. Todo lo contrario, la mentira se la han hecho tragar literalmente. Se la han metido, se la han colado como de contrabando y, al principio de la terapia, la propia persona no sabe qué es lo que le pasa. Por eso dice sentir ansiedad, que es una sensación angustiosa aparentemente inmotivada. Pero, si la terapia va bien, poco a poco se puede ir descubriendo el origen de la mentira, desmontando los sesgos que han perturbado la cimentación de su carácter y deshaciendo la falsedad que, como un “alien”, se nos ha colado dentro de nuestro sistema emocional.

No quiero acabar el artículo sin comentar otro mecanismos que he visto en varios casos. La ansiedad viene provocada por un «miedo a la muerte» que muchas veces lleva a la persona incluso a visitar el hospital (de donde la despacharán con un valium y una palmadita en la espalda, cuando no con una cita con el psiquiatra). En mi experiencia, este miedo a la muerte esconde un miedo a la vida. A que nos llegue la muerte sin haber empezado a vivir en serio ya que (por todo lo que estamos exponiendo), la persona no acaba de poder ser ella misma.

Recuerdo un caso de una chica joven y sana a la que todo el mundo intentaba convencer de que no se iba a morir cada vez que le venía un ataque. El primer día tuvo uno en mi consulta (lo que es habitual) y yo intenté el procedimiento opuesto y paradójico. Le dije que claro que se iba a morir y que cuando le viniera (tal vez ahora mismo o tal vez en 90 años) siempre la pillaría desprevenida, por lo que lo único que nos quedaba era intentar vivir nuestra vida consecuentemente hasta que nos dure. Como le dice Gandalf a Frodo, no elegimos el tiempo que nos han asignado, pero sí elegimos qué hacer con ese tiempo.

La chica se quedo alucinada y me dijo que nunca le habían hablado así (es decir, con la verdad por delante) en un mundo que oculta la muerte detrás de una cortina (pero es un cadáver que, literalmente, no se deja esconder). El ataque de pánico se le cortó radicalmente y comenzamos la terapia que fue breve y fecunda. Prácticamente esa única intervención (bien llevada y emocionalizada) fue la «cura».

En próximos artículos seguiremos analizando la ansiedad desde una perspectiva social (que tal vez sea la más importante), inconsciente (sueños típicos…) y existencial (falta de sentido, angustia ante la libertad o ante el tiempo perdido…).

Y luego veremos cómo se disparan los ataques una vez instalada la ansiedad y propondremos técnicas para irla enfrentando.

¿Cómo funciona el ataque de pánico – ansiedad? El efecto Bola de nieve.

Tener un ataque de pánico es como prender una cerilla. Una vez que la cosa empieza ya no hay quien la pare. La propia ansiedad genera un “bucle” una bola de nieve que no hace más que crecer y crecer. Y además ese círculo vicioso de la ansiedad puede activarse de mil maneras.

Pongamos que empezamos a sentir miedo, por ejemplo. Como tenemos miedo y sabemos que eso puede ser el principio de un ataque de pánico, para intentar estar seguro de si realmente está empezando a tener lugar un ataque lo primero que hacemos, casi inconscientemente es llevar nuestra atención al cuerpo, a ver si hay alguna reacción (taquicardia, sudoración, etc.) que nos lo confirme.

Y, naturalmente, la propia atención que prestamos al cuerpo genera algún tipo de reacción en él. Lo que nos confirma el peor de nuestros temores: está empezando un ataque de pánico y eso, naturalmente, nos aterra aún más.

Así que ala, más leña al fuego, como meter un extra de energía que generará un cierto nerviosismo que activará los indicadores fisiológicos del ataque. Sentiremos el corazón latir más rápido o más fuerte, nos encontraremos ligeramente más nerviosos, etc.

Constatar este hecho nos llevará a la terrible conclusión de que efectivamente está empezando un ataque de pánico lo que a un nivel psicológico generará terror. Y el miedo, a su vez, activará los factores físicos: más taquicardia, más nervios, más sudores. Que a la vez confirmarán el ataque, lo que nos asustará aún más, etc. Es como entrar en un circuito retroalimentado cada vez más rápido que va creciendo en cada vuelta como una bola de nieve. El “ciclotrón” de la ansiedad generalizada.

Otra forma de decirlo. Si alguna vez has tenido un ataque es normal que tiembles (literalmente) ante la idea de tener otro. Y que además estés a la expectativa como un león (o un tigre de Bengala) agazapado en la espesura, a la espera de “cazar” el más mínimo indicio de que algo anda mal y de que viene otro ataque. Y es, precisamente, esa espera tensa, esa expectación la que, antes o después generará extraños síntomas que dispararán el ataque. La pescadilla (“ciclotrónica”) que se muerde la cola.

Además esa expectativa no tiene por qué ser consciente, es posible que, de momento, no te des cuenta de ella. Por eso una vez que se han tenido uno o dos ataques es más probable que vengan los siguientes. Muy pronto explicaré mi experiencia sobre cómo enfrentarse o “parar” un ataque de pánico.

Qué es el Yoga

Qué es el YogaYoga

Resulta muy difícil transmitir con palabras algo que solo puede explicar la propia experiencia. La esencia del Yoga escapa a toda definición” Swami Vishnudevananda

Desde la comodidad dulzona de occidente solemos entender el yoga como un conjunto de técnicas bioenergéticas destinadas a mejorar la salud física y, tal vez, el bienestar emocional. Algo así como una gimnasia new age para los dolores de espalda. Pero el yoga físico (o Hatha Yoga) no es más que el envoltorio de una disciplina mucho más profunda, un arte fermentado a fuego lento en la riquísima tradición hindú.

 

Yoga significa “unión”, unión con uno mismo y con la totalidad (en castellano tenemos “yugo”). El yoga ofrece la Unidad, esto es, la sinergia profunda entre lo individual y lo colectivo. Todo ello a través de una práctica de equilibrio psicoespiritual y autodominio.

 

Hay que señalar que el término “yoga” es mucho más amplio y polisémico. En ocasiones, se traduce sencillamente como “técnica” y suele aplicarse a la vertiente práctica o esotérica de cualquier camino espiritual.

 

El yoga tiene vocación de ciencia empírica con una verdadera tecnología de la interioridad desarrollada y perfeccionada durante milenios. En el 3.000 a.c. y –no podía ser de otro modo–, sobre el valle del Indo ya se encontraban estatuas de yoguis. Más tarde, el yoga es compilado por Patanjali en los Yoga Suttra (hacia el 500 a.c.) conformando el corpus del Ashtanga Yoga o yoga clásico.

 

El yogui pretende llegar a dominar su mente y su cuerpo (y las relaciones entre ellos), consciente de que éste es el único conocimiento –el del propio ser– que puede conducirle a la verdadera libertad. Es evidente que cuanto mejor me conozca a mí mismo mejor sabré discriminar lo que es bueno para mí, es decir, afín a mi naturaleza.

 

El yoga puede, en este sentido, ayudar a un occidente adicto, impulsivo y superficial. Un mundo aquejado de una “insatisfacción crónica”, enfermo de un vacío que sólo se llenará de ser, de experiencia vivida y real, de Unidad, de yoga. El yoga tiene la virtud de construir personas libres, armónicas y saludables. Sería sin duda positivo imbricar el yoga (o una escuela de autoconocimiento similar y sin doctrina) en los sistemas educativos de occidente. Eso sería atacar la causa y dejar de parchear eternamente los efectos.

 

 

 

 

Páginas recomendadas

 

  • Páginas gratuitas con técnicas de yoga:

 

http://www.hatha-yoga.com.ar/ (Hatha yoga con cientos de asanas)

http://www.hispayoga.com/ (técnicas de kundalini yoga)

 

http://www.cuerpointeligente.com/ (completísima página sobre yoga, salud y calidad de vida)

 

http://www.yoga-vasudeva.com/ (centro virtual de yoga. Incluye clases virtuales)

 

http://www.ramirocalle.com/ (página de la escuela de Ramiro Calle incluye asanas y clases de ejemplo)

 

http://www.abserver.es/yogadarshana/

 

  • Bibliografía sobre yoga en:

http://www.elbuscadordeyoga.info/varios/bibliografia-yoga/libros.htm

 

  • Centros de práctica españoles y más:

http://www.elbuscadordeyoga.info/

 

 

 

 

Principales ramas del Yoga

 

Se dice que el yoga es la unidad entre exhalación e inhalación, entre sangre y semen, entre sol y luna, y entre la psique individual y el Si-mismo trascendental” Yoga-hikhâ-Upanishad (1.68-69)

 

A pesar de la unidad fundamental del yoga, suele hablarse de ramas o formas de práctica. Clásicamente se distingue entre tres caminos hindúes o yogas: el Bhakti o devocional, el Karma o yoga de la acción y el Jñana o del conocimiento. He añadido la descripción de los dos que en occidente se entienden más propiamente como yoga: el Hatha Yoga o yoga físico y el “camino real” o Raja Yoga.

 

Además de los descritos existen gran cantidad de variantes y de prácticas concretas como el mantra yoga o técnica de la recitación sagrada, el yantra yoga o yoga de la contemplación de formas geométricas, etc.

 

Hatha Yoga

 

El Hatha Yoga o yoga físico puede considerarse como una fase previa al “camino real” o Raja Yoga. Es el más divulgado en occidente y pretende armonizar la mente y el cuerpo a través del dominio de posturas (asanas) y de la respiración (pranayama). Existen numerosas variantes de Hatha Yoga. Uno de los textos clásicos sería el Hatha Yoga Pradipika.

 

 

Raja Yoga

 

Forma metódica de un yoga fuertemente espiritual, el “Yoga de la maestría” o “Yoga real” propone los ocho escalones de Patanjali como vía progresiva de evolución espiritual. Su texto no es otro que el de los Yoga Suttras de Patanjali.

 

El Raja Yoga está muy relacionado con el yoga clásico o ashtanga yoga (yoga de los ocho pasos) que incluye un conjunto de técnicas complementarias entre si que constituyen toda la práctica del yogui. Los primeros 4 pasos desarrollan particularmente la práctica “externa”, los últimos 4 pasos la práctica “interna” o más personal.

1.-Yama [códigos morales]
2.-
Niyama [estudio y autopurificación]
3.-
Asana [postura]
4.-
Pranayama [dominio de la respiración]
5.-
Pratyahara [dominio de los sentidos]
6.-
Dharana [concentración]
7.-
Dhyana [meditación]
8.-
Samadhi [contemplación-absorción]

 

Karma Yoga

 

Corresponde al yoga de la acción y del servicio desinteresado. Muy cercano al concepto cristiano de Caridad. Lo importante en el Karma Yoga es que la acción no se inicie en el ego sino en el Yo profundo, unitario y colectivo. Un texto clásico que puede inspirar al karma yogui es el que ha sido considerado como el evangelio mayor del hinduismo: la Bhagavad Gita.

 

 

Bhakti Yoga

 

Es el yoga que persigue la unión mística a través de la devoción y el amor a lo divino. Es la forma de yoga menos comprendida en occidente ya que es una vía fuertemente ceremonial y ritualista. Tiene su fundamento en la entrega a la divinidad. Texto clásico: Srimad Bhagavatam.

 

Jñana Yoga

 

Este es el Yoga del conocimiento. El jñana yogui pretende alcanzar la liberación a través del estudio y la autoexploración. Suele basarse en el hinduismo vedanta, una refinada forma de filosofía no dualista, cuyos textos principales son las Upanishads indias. Se dice del Jñana Yoga que es el camino más difícil.

Carta al niño que fuimos (3/4)

carta al niño interior. Niño secretoTomar conciencia del profundo vínculo entre las relaciones tempranas y las actuales resulta muy revelador. Es decir, ¿de qué manera nos ha influido nuestra relación con los padres a la hora de vivir las relaciones (más o menos difíciles) de la actualidad? Así podremos observar si estamos intentando suplir alguna carencia de entonces o sobrecompensar algo. Sólo por darnos cuenta de esto puede merecer la pena una terpia. Y, después de la impresión inicial, resulta tremendamente liberador, ya que podremos explicarnos sentimientos y conductas hacia los demás que, a lo mejor, no entendíamos del todo.

Tomar conciencia del profundo vínculo entre las relaciones tempranas y las actuales resulta muy liberador.

 

Este ejercicio puede llevarnos mucho tiempo, a veces incluso varias sesiones, pero después del mismo planteo otro complementario con el anterior y que arrojará mucha luz sobre el sentido de aquél. Ahora, una vez que hemos tomado conciencia de quién es ese niño al que la carta está dirigida, hagamos el ejercicio inverso: ¿qué te diría a ti ese niño si fuera él quien te escribiera?

 

Aquí puede haber toda una serie de reacciones. A veces el niño es más tolerante y comprensivo de lo que somos de adultos y otras veces el niño machaca al adulto sin piedad por no haber sido capaz de serle fiel, es decir, de sernos fieles a nosotros mismos. Y es ese “nosotros mismos” el que señala al núcleo de la propia autenticidad. Queda representado por la vivencia del niño que fuimos. No olvidemos que ése es el sentido del ejercicio, qué nos diría a nosotros nuestra parte más auténtica. Por supuesto, hay que tener cuidado de no confundir las cosas, puede que si la vivencia de nuestro niño interior es la de un dictador sádico sea necesario estudiar detenidamente las causas de esa agresividad infantil, muy probablemente causada por traumas anteriores o por una relación paterna muy disfuncional.

El sentido de este ejercicio es entrar en contacto con nuestra parte más auténtica.

Siempre es interesante pulsar el estado de nuestro niño interior. ¿Cómo se encuentra? ¿Nos anima o nos obstaculiza? ¿Está orgulloso o resentido con nosotros? ¿Está contento y se sigue desarrollando o está triste y deprimido?…

 

Este artículo tiene cuatro partes:

https://madridpsicologia.com/carta-al-nino-interior-que-fuimos-14/

https://madridpsicologia.com/carta-al-nino-que-fuimos-24/

https://madridpsicologia.com/carta-al-nino-que-fuimos-34/

https://madridpsicologia.com/carta-al-nino-que-fuimos-44/

 

Introducción a Materiales Psicológicos (1/2)

Una terapia es un intento de volver a conectar con la propia esencia, con la propia verdad, es decir, un intento maduro de volver a nuestro centro. Podríamos decir que la terapia es un viaje de vuelta a nosotros mismos.

 

Por supuesto, en la infancia o la adolescencia ya fuimos nosotros mismos, estábamos más conectados con la esencia de nuestro ser, pero lo estábamos en un giro más bajo de la espiral, por lo que la regresión o la vuelta atrás ya no valen. Al contrario, ésa sería una solución netamente patológica.

 

Así que sólo nos queda una salida y está situada al frente, en una octava más alta de la escala. Lo único que podemos hacer sin enredarnos aún más es caminar hacia adelante, hacia el futuro, hacia lo nuevo. Pero -y ésta es la clave- hay que caminar desde la propia autenticidad, desde el propio centro, si no, antes o después llegaremos a un callejón sin salida y tendremos que deshacer lo andado, si es que aún nos dan las fuerzas…

Se trata de intentar resonar con la verdad profunda, entrar en sintonía con nuestra propia autenticidad.

Aunque al principio cueste un poco, lo cierto es que no se puede vivir de otra manera. Y mucho me temo que en estas cuestiones es imposible hacer trampas. Al final siempre hay que elegir: se vive desde el corazón o se vive desde un montaje, se vive en la verdad o se vive en la mentira. Y el que vive en la mentira siempre acaba pagando el precio. La mentira (o la falta de autenticidad) puede ser más cómoda en un principio, pero que nadie se llame a engaño: instalarse conscientemente en la falsedad, antes o después, pasará factura. Si no ponemos unos cimientos sólidos, al final no soportaremos “el peso” de la vida y todo el edificio acabará derrumbándose desde su base.

 

Sigue en: https://madridpsicologia.com/introduccion-a-materiales-psicologicos-22/

El significado de los sueños.

El Significado de los Sueños

Los Sueños

 

También podéis escuchar el programa de radio Tempus Fugit en el que hablamos sobre los sueños y su significado e interpreto algunos sueños «a bocajarro»:

http://www.ivoox.com/tempus-fugit-1×16-que-son-y-que-significan-audios-mp3_rf_3105918_1.html

Y a continuación un antiguo artículo que escribí sobre sueños:

Como ocurre con otras muchas manifestaciones de la vida interior (meditación, estados psiquedélicos, eidetismos…) el interés por los sueños es tan antiguo como la humanidad (Egipto, el templo de Esculapio, Artemidoro, el chamanismo…) y no conozco un grupo cultural humano, a excepción del moderno occidente, que no los valore e, incluso, los maneje o utilice para fines diversos. Normalmente, oraculares, sapienciales, religiosos o de sanación psicoespiritual.

 

Los sueños son, sin duda, una de las más espectaculares manifestaciones de nuestro vivir inconsciente. El soñante es capaz de construir en cada sueño todo un universo complejo y significativo (que puede y, casi debe, ser interpretado). Además, lo hace de manera espontánea y automática, sin intervención de la consciencia. Y todo ello con un innegable valor artístico y narrativo. Hay sueños que superan en belleza a cualquier obra de arte (no olvidemos además movimientos tan relevantes como el surrealismo), por lo que no deja de sorprender la nula atención que reciben los sueños desde la oficialidad académica actual.

 

La función de los sueños ha sido largamente discutida por las escuelas psicológicas occidentales. Suele citarse a Freud (con su libro La Interpretación de los Sueños, 1900) como el primer autor moderno que se interesó seriamente por su estudio. Y de los que llegó a decir que eran nada menos que la vía regia de acceso al inconsciente.

 

Para la ortodoxia freudiana y las primera escuelas de psicoanálisis, la función del sueño es doble, por una lado la satisfacción de deseos (normalmente “inconfensables”, por lo que se activan una serie de mecanismos psíquicos de defensa y de censura que lo deforman antes de presentarlo ante el soñante) y por el otro son “vigías del descanso” es decir, impiden el despertar mediante la transformación de los traumas o angustias profundas en “inocuas alucinaciones”.

 

Otros autores como Medard Boss (uno de los padres de la psicología existencial), han ampliado esta concepción estrecha considerando el sueño como otra forma de existir diferente a la vigilia. Para estas escuelas el sueño es la objetivación de un drama interno, la representación ante el soñante de su propia dinámica psíquica profunda, es decir, lo que los sueños ponen de manifiesto es la instalación existencial concreta de un sujeto inserto en su propio mundo de deseos, significados, pulsiones y proyectos.

 

Aunque, por supuesto, pueden rastrearse muchas otras funciones del sueño. Para algunos son inspiradores, incluso de algunos grandes descubrimientos. La estructura cíclica de la molécula de benceno, el bolígrafo o la máquina de escribir fueron “descubiertos” a través de imágenes oníricas. También existe una larga tradición de sueños premonitorios, en los que pueden advertirse peligros existenciales presentes y futuros. Los ejemplos abundan incluso en la vida cotidiana. Hasta hay sueños que llaman la atención sobre amistades indeseables o que contienen mensajes para terceros. Son muy habituales también sueños con contenido religioso o mitológico, sueños numinosos los llamó el analista Carl Gustav Jung.

 

Por si fuera poco y en contextos apropiados como el de una terapia, los sueños pueden elaborar todo un lenguaje concreto con sus significantes y su significados (u oniremas) y todo un juego de reglas sintácticas y gramaticales propias que hay que ir descifrando a la manera del filólogo que se enfrenta por vez primera a un texto en lengua desconocida. Muchas veces los símbolos oníricos aparecen repetidos en distintas series de sueños y pueden hasta ampliar información sobre otros sueños o matizarlos, llegando a corregir las malas interpretaciones que se diera a algún “onirema” concreto.

 

Se ha desarrollado además “tecnología” para trabajar los sueños. Desde el intento de programar sueños concretos (que respondan a una pregunta personal, por ejemplo) hasta técnicas para recordarlos (a veces basta con la intención y otras sólo con empezar a apuntarlos en un diario de sueños). Hay casos más curiosos como el de los sueños lúcidos que son como un “despertar” dentro del sueño en el que se toma conciencia repentina de que se está viviendo una realidad onírica que puede, hasta cierto punto, manipularse.

 

Por si fuera poco, los sueños casi siempre tienen, además, significado psicodinámico, es decir, si se interpretan adecuadamente contienen información relevante que puede clarificar la vida psíquica del sujeto. Hay quien tiende a ver en los personajes, por ejemplo, partes de uno mismo con las que el soñante se comunica (o no): soñar que se habla con niños podría representar la conexión con la propia parte infantil, etc.

 

También pueden apuntar a situaciones existenciales: una sensación fangosa que hace imposible el avanzar indicaría, por ejemplo, que el soñante se siente atascado en alguna faceta de su vida (señalada por otros factores del sueño o de la serie); el vuelo libre indicaría la falta de obstáculos o la liberación de “lastres” de personalidad indeseables; la ansiedad se manifestará como objetos persecutorios, etc.

 

Y todo ello a través de símbolos polisémicos (que significan de múltiples maneras) y sintéticos (que condensan en sí diferentes significados o planos de significación). Aunque siempre, eso sí, hablando el lenguaje huidizo, paradójico y cifrado de nuestro existir inconsciente.

 

Acabaré con una cita del maestro Cencillo: “un sueño sin interpretar es como una carta sin abrir”.

Funciones de una terapia psicológica (2/3)

el terapeuta debe escucharte y comprenderte en tu singularidad concreta para poder devolverte lo que realmente eres

– Ayudarte a encontrar las claves de ti mismo: el terapeuta, por su experiencia, puede orientarte y ayudarte a comprender partes de ti mismo o de tu conducta que pueden resultarte desconcertantes o extrañas, sobre todo esas conductas contra las que luchamos una y otra vez y de las que no parecemos poder liberarnos nunca (son “más fuertes que nosotros”). A veces hay estados de ánimo que te arrastran y contra los que, aparentemente, nada puedes hacer. Pero todo eso tiene una causa y un origen y existen medios para llegar a comprenderlo y combatirlo; una persona entrenada para ello podrá ponerte sobre la pista y ayudarte a encontrar las claves que te faltan.

Es decir, vale para comprendernos mejor. A veces, simplemente necesitas un armazón, un esqueleto sobre el que ir colocando vivencias fragmentarias que no acaban de integrarse. Un buen terapeuta tiene que saber qué hacer con esas vivencias y conectarlas entre sí formando un todo coherente y armónico, lleno de sentido.

 

– Dar ánimos y ganas de vivir. Inyectar vitalidad. Un buen terapeuta debería estar en contacto con las potencias creativas y vitales de su alma para saber señalártelas a ti y enseñarte a conectar con ellas. También, en los casos en los que haga falta, puede incluso “injertar” partes de su propia personalidad.

 

– Función parental. Casi siempre el problema hunde sus raíces en la educación temprana y en la primera infancia. Por eso el terapeuta tiene que suplir las carencias que se dieron encarnando los roles paterno y materno. Como se dice en algunas escuelas, ejercer la función materna (nutricia, amorosa) y paterna (dar la ley y poner los límites). Por supuesto, esto es una muleta provisional, y debe hacerse sólo hasta que la persona esté lo suficientemente fortalecida como para no necesitarlo y pueda darse ambas cosas a sí misma. Si no el resultado sería contraproducente, porque la persona podría engancharse emocionalmente con el terapeuta generando una dependencia emocional (neurosis de transferencia).

 

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Carta al niño que fuimos (1/4)

carta al niño interiorMuchas veces les pido a mis pacientes, especialmente a los que me parece que están un poco desconectados emocionalmente, que intenten algo tan aparentemente sencillo como tomarse en serio a sí mismos, vivir desde el centro, desde la parte más auténtica de sí (de hecho, no merece la pena vivir de otro modo); les pido que entren en contacto con lo más profundo de sus corazones. Pero la mayoría no saben cómo hacerlo o llevan tanto tiempo sin conectar consigo mismos que intentarlo les resulta difícil o doloroso.

 

En estos casos suelo proponer un ejercicio muy sencillo, pero muy potente:

 

Siéntate tranquilamente, relájate, coge un papel y un boli y escríbete una carta a ti mismo. ¿Qué te dirías? ¿Qué te responderías?

 

Muchos no saben ni cómo empezar, pero normalmente basta con darles el permiso para escribir (por ejemplo sugiriendo la primera línea) para que estallen en llanto, prueba inequívoca de que se han topado con un núcleo de dolor no resuelto y del que han venido huyendo hasta ahora. Normalmente la frase que sugiero (intentando ser lo menos directivo posible) es, simplemente: “Querido Rafa” (o el nombre por el que cada persona se llame a sí misma).

Una manera de profundizar todavía más es escribir una carta al niño que fuimos.

Una manera de profundizar todavía más y de dar aún más calado a este ejercicio, sobre todo cuando la persona me dice que no sabe cómo ser auténtica, es recordar una época de nuestra vida en la que sí lo fuimos, es decir, la infancia. Ahora el ejercicio es aún más fuerte (aunque he descubierto que personalidades muy desconectadas ni siquiera son capaces de recordar cómo se sentían en la infancia o en la adolescencia).

 

Este artículo tiene cuatro partes:

https://madridpsicologia.com/carta-al-nino-interior-que-fuimos-14/

https://madridpsicologia.com/carta-al-nino-que-fuimos-24/

https://madridpsicologia.com/carta-al-nino-que-fuimos-34/

https://madridpsicologia.com/carta-al-nino-que-fuimos-44/

 

¿Quién necesita un psicólogo?

Una psicoterapia puede ayudar a todo el mundo, pero te la recomendaría especialmente si…

 

…si no te encuentras bien y no aciertas a saber por qué, si estás triste sin motivo o desvitalizado y falto de energía, si no te ilusiona vivir o si te sorprendes haciendo, pensando o sintiendo cosas que no entiendes y de las que te gustaría deshacerte. Es decir, si sufres sin un motivo concreto.

 

si te sientes perdido o confuso respecto a cualquier aspecto de tu vida y no acabas de encontrarte a ti mismo, tu lugar en el mundo, tu camino o tu vocación.

 

si te sientes bloqueado emocionalmente o, por el contrario, desbordado por unos sentimientos que no comprendes o no controlas.

 

si crees que tu vida no avanza o te vives vacío de sentido o si sientes que vives por vivir, sin disfrute ni autenticidad.

 

si estás pasando un duelo y quieres alguien que te ayude a comprenderlo, que te acompañe en los momentos difíciles y que te dé las herramientas necesarias para empezar a superarlo.

 

si crees que no rindes lo suficiente en algún área de tu vida: emocional, laboral, lúdica, sexual, de pareja;

 

si necesitas encontrar alguien con quien hablar, y que te ayude a salir de un bache o a proyectar y planificar una vida más plena, descargarte emocionalmente, sentirte escuchado y comprendido;

 

si quieres practicar habilidades sociales y aprender a relacionarte mejor con los demás;

 

…o si, sencillamente, deseas hacerte una “revisión y puesta a punto”: conocerte mejor, sentirte más lleno, profundizar en tu identidad y aclarar quién eres, es decir, si estás buscando una verdad personal más honda o más auténtica.

Qué es una terapia psicológica (2/2)

Una terapia es…

…una forma de comprometernos seriamente con lo que ya somos y con lo que estamos llamados a ser, es decir, un compromiso inalienable con nuestra propia autenticidad.

Una terapia es…

…una ducha fría de realidad de la que saldremos tonificados interiormente.

Una terapia es…

…un espacio iniciático (incluso espiritual) en el que integrar los elementos de nuestra alma y nuestra sensibilidad.

Una terapia es…

…un ritual que abra nuestro corazón y nos conecte al mundo, un ritual para “matar el ego(ismo)” y salir renacidos, renovados.

Una terapia es…

…una batalla contra las peores partes de nosotros mismos, de la que, si todo va bien, saldremos victoriosos.

Una terapia es…

…un proceso de doma del deseo, de domesticación de nuestras partes salvajes o, por el contrario, de desbloqueo y de contacto con los deseos reprimidos y necesitados de expresión.

Una terapia es…

…un laboratorio alquímico, un taller de pruebas existenciales para construirte a ti mismo, una exploración de la psique…

Una terapia es…

…una transformación profunda, de oruga a mariposa.

 

Así es. Una terapia es un proceso, un viaje, una búsqueda, un camino, una forja, un taller, un laboratorio, una aventura, una transformación, un ritual, una batalla, una exploración, un espacio iniciático…

Todo eso y mucho más puede ser una terapia, porque cada proceso y cada persona es única y la terapia siempre se tiene que adaptar a las necesidades específicas de cada uno.

 

Artículo anterior: https://madridpsicologia.com/que-es-una-terapia-psicologica-12/

Asesoría Filosófica (3/3)

Asesoría filosófica y terapia psicológica

– ¿Cuál es el sentido de mi vida? Haber encontrado un sentido existencial válido, claro y coherente. Esto, tal vez sea lo más importante. Sin un sentido vital no se puede vivir. Si no sabemos por qué o para qué vivimos, empezaremos a tener la desagradable sensación de vivir porque sí, de estar de más en el mundo, de sobrarnos a nosotros mismos.

Basta con que la persona comprenda que si no tiene el proyecto y la intención firme de ser buena persona, nunca podrá llegará a ser del todo feliz

Sin un sentido no podremos soportar la carga de la vida, ya que la vida tiene un peso específico que cargamos sobre nuestros hombros. Ese sentido tiene que ser algo a lo que merezca la pena entregarse, por lo que tendrá que ser algo más grande que la persona, algo que nos trascienda, que vaya más allá de nosotros y en lo que poder encajarnos como una pieza en el puzzle (de hecho, ésa es mi definición de sentido: el encaje armónico de la “parte” en el “todo”,como de una palabra en un texto o de una nota en una melodía).

Lo que desde luego no vale es dedicarse por completo “al propio placer” o acumular dinero. Esos motivos no tienen el fuste suficiente como para soportar el peso de una vida

La solución más habitual (y perfectamente válida) sería crear una familia, pero el sentido puede encontrarse en otras cosas: una obra social, filosófica o artística, una cierta entrega contemplativa o religiosa al mundo, una actitud filántropa, etc. Lo que desde luego no vale es dedicarse por completo “al propio placer” o acumular dinero. Esos motivos no tienen el fuste suficiente como para soportar el peso de una vida y antes o después acabarán resultando muy frustrantes.

 

Ninguna terapia estará completamente terminada si alguno de estos elementos cojea: ¿Quién soy yo?  ¿Qué es el mundo? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Cuál es el sentido de mi vida?

 

Partes de este artículo:

https://madridpsicologia.com/asesoria-filosofica-13/

https://madridpsicologia.com/asesoria-filosofica-23/

https://madridpsicologia.com/asesoria-filosofica-33/