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Vida después de la muerte

vida después de la muerteVida después de la muerte

No quiero hablar desde una perspectiva psicológica (elaboración del dolor, significado de la muerte en la propia vida, etc.) ni frivolizar con un asunto tan serio. Tal vez, el más serio posible, casi absoluto. Simplemente quiero hacer unos apuntes a la pregunta filosófica ¿hay alguna clase de existencia que supere la vida en esta tierra, a ser posible, dotándola de un sentido? ¿Sobrevivimos a este extraño viaje o no somos más que una máquina que, al final, se rompe?

La muerte no es un instante puntual sino un proceso que resulta imposible precisar, hasta el punto de que los hospitales han desarrollado complejos protocolos para determinarla (además pueden morir “partes”: células y órganos, incluso zonas cerebrales aisladas…). El problema es que no sabemos muy bien lo que somos, cuál es nuestra “esencia” humana (aunque no me guste esa palabra). Y como no sabemos exactamente qué somos, tampoco sabemos exactamente cuándo morimos. Digamos que el ser humano es una incógnita para sí mismo, y la muerte es el motor que le impulsa a resolverla.

Lo que es innegable es que somos finitos pero en todas las culturas y épocas (con la única y anómala excepción del moderno occidente) ha habido un acuerdo universal en un punto: esa finitud no es “todo lo que hay”, si no que el fin de esta vida es, más bien, el principio de otra cosa. Bien sea alguna forma de reencarnación o de vida eterna, hasta soluciones más místicas en las que el “alma” regresa a la totalidad a la que pertenece, como una gota de agua un momento separada del océano en una ilusión de existencia individual.

Aparte de las religiones y de las místicas, la postura actual más extendida es la mal llamada escéptica. Y digo “mal llamada” porque creer que no hay nada después de la vida no es más que otra forma de creer en algo y, además, en contra de muchos indicios. Una postura escéptica real sería mucho más amplia en sus concepciones y desde luego nada tajante.

Un argumento típico del mal-escéptico sería por ejemplo el ya clásico “nadie ha vuelto para contarlo”. Pero es un argumento trampa, ya que nadie “ha vuelto” tampoco para contar que no hay nada. Además nunca podremos estar científicamente seguros de que “nadie ha vuelto”.

Estos escépticos (dominantes en los medios de comunicación y en las llamadas ciencias humanas) suelen partir de una cosmovisión obsoleta: el materialismo mecanicista, en la que toda la realidad queda reducida a una especie de gran mecano. A veces llamada visión cartesiana-newtoniana porque concibe todo el universo según las leyes de la mecánica de Newton (ideales para problemas de poleas y planos inclinados pero insuficientes, y hasta ridículas, para fundar toda una cosmovisión).

Existe también una versión biologicista muy extendida y que nace del mismo error de dar a una ciencia concreta un valor de verdad absoluta. Lo cual es epistemológicamente imposible. Y más porque una ciencia concreta no puede decir “verdades”. El ámbito de la verdad, incluso dilucidar qué sea el concepto mismo de verdad, corresponde sólo a la filosofía, reuniendo, entre otros, datos los de las propias ciencias (ya que la filosofía ha de ocuparse y nutrirse de todos los saberes y disciplinas, si no es parcial y no sirve).

Hoy en día, no sabemos cómo es la realidad, pero lo que sí sabemos seguro es que NO ES un gran mecanismo (o un gran organismo biológico). La realidad se parece más a una gran idea (pautas o patrones de información) que a una gran roca. La materia es otra forma de energía y las dimensiones se multiplican hasta 26 en algunas hipótesis de la nueva física.

Superar las limitaciones mecanicistas no es nada muy estrambótico, ya hoy se pueden reproducir escenarios que parecen reales (en videojuegos o películas tipo matrix, por ejemplo) que no son más que ecuaciones en la memoria de un ordenador, es decir, ideas, plenamente intangibles que, combinadas adecuadamente, generan la ilusión de un completo mundo tridimensional. Desde esa perspectiva la idea de la supervivencia a la muerte física deja de resultar descabellada y, según se mire, se vuelve casi necesaria.

Aparte de las respuestas culturales que cada época y grupo humano al problema de la muerte (en sus vertientes psicológicas, escatológicas, etc.), hay, por extraño que pueda parecer, experimentación y registro de casos (incluso en hospitales y universidades) que parecen apuntar a la hipótesis de la pervivencia. Me refiero a la documentación continua de fenómenos de ECMs (experiencias cercanas a la muerte), regresiones, mediumidad, contactos postmortem de algún tipo… Se intenta incluso fundar una disciplina con pretensiones científicas: la tanatología.

La principal revolución, en este sentido, fue, sin duda, la publicación de vida después de la vida del médico Raymond Moody. Moody profundiza en las ECM o Experiencias Cercanas a la Muerte (salir del cuerpo, ver un túnel y una luz, repaso de la propia vida, reencuentro con seres queridos ya fallecidos, etc.). Sobre el sentido real de estas experiencias podemos hacer muchas hipótesis, pero lo que nadie serio puede negar (a no ser que se hable desde la ignorancia) es que de hecho, se dan y se dan mucho. Hay incluso algunos hospitales que llevan registros de estos casos y tienen una unidad especial dedicada a ellos.

Y, por supuesto, no se trata de “falta de oxígeno en el cerebro” o pseudo-explicaciones parecidas. Se dan casos en los que el sujeto ha podido describir perfectamente lo que ocurría en lugares lejanos. Llegando incluso al caso recogido por la otra gran estudiosa del tema, Elisabeth Kubler-Ross, en el que un sujeto fue capaz de describir hasta las grecas de la corbata del médico que le atendía. Nada muy sorprendente, es cierto, si no se hubiera tratado de una persona ciega.

También quiero mencionar a Ian Stevenson, autor de un estudio con el sugerente título de 20 casos que sugieren fuertemente la idea de la reencarnación. Stevenson describe casos de niños que puede darle gran cantidad de detalles contrastables sobre sus “vidas pasadas”.

Resulta también sencillísimo encontrar estudios en universidades (regresiones, mediumidad, etc.) con los más variados resultados. Pueden consultarse, además, otros trabajos que abren otras posibilidades ampliando y precisando qué sea la memoria humana y si puede o no pervivir a la muerte cerebral (Rupert Sheldrake) e incluso la misma conciencia desde el punto de vista de la nueva física (Roger Penrose, Frijof Capra…).

En cualquier caso la pregunta no está cerrada, más bien, empieza a abrirse un nuevo horizonte de esperanza. Los datos están ahí, a la espera de cualquiera que se tome la molestia de investigar un poco antes de sacar conclusiones precipitadas. Algunas de las respuestas nos llevarán directamente a preguntarnos sobre el sentido total de la existencia en su conjunto y hasta la posibilidad de lo divino. Son preguntas ineludibles que hoy se desatienden. Pero lo cierto es que no se puede tener una vida plena sin encontrar unas respuestas válidas a estas cuestiones. Pero, eso sí, que sean respuestas informadas.

Rafael Millán

Bibliografía

Vida después de la vida, Raymond Moody

¿Hay vida después de la muerte? Varios autores, compilado por Ken Wilber

¿Hay vida después de la muerte? Robert Kastenbaum.

Cómo meditar. Práctica de la conexión con el corazón (3/3)

En el fondo, si consigues detener el juicio y la mente verbal, descubrirás vivencialmente que la gran mayoría de tus sentimientos (por no decir todos) no son buenos ni malos, sino que son sencillamente lo que son. “Bueno” o “malo” son etiquetas que tu mente les cuelga a posteriori, un instante después de que aparezcan, porque la mente tiene la ilusión de que categorizando y nombrando las cosas, es decir, metiéndolas en cajoncitos puede controlarlas.

 

Pero tus sentimientos no pueden guardarse ni disecarse. Durante la meditación procura no adulterar tus emociones poniéndoles palabras, es como meter una mariposa en un bote cerrado, si está mucho tiempo ahí acabarás por matarla. La mariposa tiene que volar y tus emociones profundas tienen que desplegarse. Ábreles espacio para ello, deja que ocurran sin oponerte.

 

Espera por lo menos un par de minutos simplemente sintiendo… sintiéndote… eso eres tú ahora, no hay otra cosa aquí más que tú… déjate pasar a través de ti mismo, no te juzgues, no te censures, sólo sé, vive, siente…

Hemos venido diciendo que eso que sientes, en el “centro”, eres tú mismo. Pero también podemos verlo justo al revés, desde una mirada un poco más impersonal. Eso que sientes en el centro mismo de tu alma no es más que La Vida, el Ser-siendo aquí y ahora, que se vive a través de ti, te recorre, te traspasa, y tú, lo único que tienes que hacer es intentar no estorbarle con tus pensamientos, con tus resistencias, con las pequeñas cosas de tu pequeño yo. Por un momento abre tu espacio interior a lo que sea que venga y deja que la vida se viva a sí misma a tu través. Si lo consigues plenamente será una experiencia maravillosa de la que saldrás completamente renovado, es como ser un cristal limpio a través del cual pasa la luz, pero es una luz refrescante y llena de vida.

Por un momento abre tu espacio interior a lo que sea que venga y deja que la vida se viva a sí misma a tu través.

Esta experiencia de la conexión puede entenderse en dos sentidos opuestos, de dentro a fuera o de fuera a dentro O, dicho de otro modo, según la miremos desde el polo del yo pequeño o desde el polo del yo grande. Es decir, podemos intentar “quitarnos de en medio” para dejar que aflore lo que hay o, al contrario, prestarnos plena atención a nosotros mismos hasta que el Yo grande lo ocupe todo. En el límite, las dos cosas son la misma ya que la paradoja sólo puede darse en la mente.

 

En el estado meditativo no hay contradicción, es más, desde ahí puede entenderse que no hay dentro ni fuera, que esas no son más que ideas, fronteras que pone nuestra mente para mantener la ilusión de que puede controlar algo (si no el afuera, al menos sí el adentro). Esa es la función de la mente, ya lo hemos dicho: separar, dividir, diseccionar, poner límites, trazar líneas y fronteras en la unidad irreductible y compleja de lo real. Pero existe un punto de unión donde el dentro y el fuera se desdibujan y pierden el sentido, donde confluyen. Y ese punto es paradójicamente lo único real, el núcleo de la vivencia que no es otra cosa que el “vivenciador” mismo. Podría entenderse metafóricamente como la cúspide, el punto de intersección exacto, donde se juntan los dos conos del adentro y el afuera, la interfase, es decir, el centro, el corazón, justo aquello con lo que queremos “conectar”.

 

Por supuesto este texto es el intento de describir con palabras algo que está más allá de la palabra. Sé que no puedo llegar ahí, pero al menos intento señalarlo, apuntar adonde está para que tú puedas ir allí a hacer tu propia experiencia. Puedo utilizar palabras como “soltar”, “dejar ser”, “no oponerse”, “no aferrarse”, etc. Pero, en el fondo, la vivencia (cualquier vivencia) no cabe en la palabra, es previa a ella, escapa al campo del lenguaje.

sólo se trata de respirar y de ser: dos cosas que, por suerte, nunca hemos dejado de hacer.

Pero al igual que soy plenamente consciente de que el estado de meditación no puede describirse también soy plenamente consciente de que mirado desde el punto de vista del Yo grande o del Absoluto es un estado que no puede perderse ni ganarse, que está siempre ahí, porque es el fondo de toda figura, la condición de posibilidad de toda experiencia. Ya lo decíamos antes, en realidad sólo se trata de respirar y de ser: dos cosas que, por suerte, nunca hemos dejado de hacer.

 

Partes de este artículo:

https://madridpsicologia.com/como-meditar-practica-de-la-conexion-con-el-corazon-13/

https://madridpsicologia.com/como-meditar-practica-de-la-conexion-con-el-corazon-23/

https://madridpsicologia.com/como-meditar-practica-de-la-conexion-con-el-corazon-33/

 

 Artículo relacionado:

https://madridpsicologia.com/meditacion-conectando-con-el-corazon-13/

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https://madridpsicologia.com/meditacion-conectando-con-el-corazon-33/

Místicas vivas: Sufismo

Mawlana Sheij Nazim Al haqqani (qas)Místicas vivas: Sufismo

Puedes encontrar toda la información sobre sufismo, meditacón sufi y grupos sufíes CERCA DE TI en:

www.oceanoceleste.com

Sufismo en Madrid aquí:

oceanoceleste.com/espiritualidad/sufismo-madrid/

Más información sobre qué es el Diker o meditación Sufi aquí:

oceanoceleste.com/espiritualidad/diker-o-meditacion-sufi-naqshbandi-madrid/

 

El sufismo no es algo que se pueda expresar con palabras, sino la realización de una certidumbre absoluta. Muchos ignorantes se regocija en su ignorancia y muchos que conocen sufren por su conocimiento

Mustafa al-‘Alawi (Sufí Argelino)

El Sufismo (Tasawwof) es una de las formas más desarrolladas de la tradición mística universal. Recoge y acepta la mayor parte de las filosofías y prácticas espirituales del planeta. Aunque para algunos hunde sus raíces en el zoroastrismo persa e incluso en prácticas y doctrinas más antiguas, tiene una fuerte influencia de la última revelación espiritual, la producida en la matriz cultural islámica. Desde este punto de vista, en el sufismo se integra lo más nuevo con lo más antiguo.

 

De hecho, tanto el Profeta Muhammad como ‘Alí (primo y yerno del Profeta) y Abu Bakr (amigo íntimo del Profeta) son figuras centrales del Sufismo. Aunque hay que recordar que el propio Qoran reconoce hasta a 124.000 profetas o mensajeros, entre ellos Jesús (hijo de María), Moisés, David, Salomón, Abraham y Adán. Tanto es así que, desde algunas escuelas (Sendas o Tariqat) sufíes se sostiene que el Sufismo, como camino espiritual (esotérico), es compatible con cualquier religión o creencia organizada (exotérica) siempre que se fundamente en el pilar básico del Amor (incluso con el ateísmo).

Se suelen proponer dos etimologías posibles: Saaf que vendría a significar pureza. Y Suf que es el manto de lana, tradicionalmente la única posesión del sufí o derviche (darwish). Aunque también se ha sugerido, pero es muy improbable, que pueda derivar del término griego sophos (sabiduría).

Desde la disciplina de la religión comparada (Religionswissenschaft) suele considerarse que las religiones tienen una vertiente exterior, cultural y formalista, llamada exotérica constituida por las instituciones, normativas, reglamentos, etc. Y una dimensión interior, espiritual y sapiencial, o esotérica que buscaría la “experiencia mística directa”, la comunión del alma con la Realidad Absoluta. Desde este planteamiento (limitado por los presupuestos de la propia disciplina), muchos autores consideran al Sufismo como la médula esotérica del Islam, es decir, como una de las manifestaciones de un núcleo espiritual universal revelado, en cada época y cultura, por diferentes profetas y tradiciones pero con un mensaje esencialmente idéntico. Es lo que se ha dado en llamar la Religio Perennis (o sabiduría perenne) que sería, para estos autores, como una misma obra de Dios traducida a los diferentes idiomas de los hombres. Así, el Sufismo sería la principal expresión esotérica dentro del complejo mundo islámico.

Uno de los conceptos centrales del Sufismo es el de zekr que puede traducirse como “recuerdo” o «recitación», referido al Continuo Recuerdo de Dios a través de mantras e invocaciones, que es la práctica central del derviche. Los zekr son Nombres Divinos (o Atributos Divinos), que se recitan como una salmodia o mantra, ya sea en voz alta (zekr-e yali) o, como en el zekr del corazón (zekr-e jafi o qalbi), sin necesidad de vocalizar pero, en ocasiones, acompasándolo con la respiración o con los propios latidos del corazón, de tal manera que “no pase un sólo aliento sin el continuo recuerdo de Dios”. Un zekr muy habitual es, por ejemplo, La ellaha ellal-Llah (no hay divinidades sino sólo el Absoluto). Este zekr engarza directamente con la doctrina filosófica y sapiencial de la Unidad (o interrelación de todas las cosas en un único gran proceso divino) muy presente en la práctica sufí.

Los sufíes se reúnen, al menos una vez por semana, en el centro de meditación o Janaqah o Derga para practicar el dhikr que es un ritual que consiste en la recitación, individual o colectiva del zekr o Nombre Divino guiados por un maestro (Sheij) considerado como el representante de la «cadena» que asciende hasta el Profeta Muhammad (saws). Suelen acompañarse de música (sama) y poesía, en un ambiente que invita a la profundización y el rapto espiritual. La Derga suele tener además una decoración muy cuidada y de una gran fuerza expresiva y simbólica.

La finalidad de estas prácticas es, nada menos, que la purificación del ego o nafs hasta embellecer el alma con los atributos o nombres divinos, llegando, en última instancia al anodadamiento (fana) en lo divino. Se busca, como en otras tradiciones, la liberación del ego o nafs a través de varias estaciones (maqam) y estados (hal) equivalentes a moradas o grados de iniciación espiritual. Es un camino de gnosis (ma’refat) basado en el efecto transformador del Amor a Dios. “Tanto he pensado en Ti que mi ser se cambio por Tu Ser; paso a paso te acercaste a mí, paso a paso me alejé de mí” dicen los sufíes.

El Sufismo, como otros caminos esotéricos (zen, yoga…), es a la vez un camino de conocimiento y una vía práctica, una vía de una gran belleza poética, con una riquísima red de metáforas y alegorías de los estados interiores más sutiles –que las psicologías occidentales, por cierto, ni sospechan– que deben saborearse (dawq) y experimentarse para conocer a Dios en todas sus manifestaciones: el universo, las criaturas, los seres humanos y sobretodo en la propia alma que es la depositaria final del secreto (sirr) del Espíritu (ruh). El sufismo es, en fin, un inmenso tesoro de sabiduría espiritual, el “Vino de Dios” que conduce a la embriaguez sagrada. Uno de los mil caminos de regreso a la Totalidad que somos y que siempre fuimo, lo único Real. La ilaha illAllah…

Rafa Millán

Más sobre sufismo y grupos sufíes cerca de ti en: http://oceanoceleste.com

Bibliografía recomendada:

– En la Taberna, paraíso del Sufí. Javad Nurkbahsh. Ed. Nur (2001)

– Sufismo vivo (ensayo sobre la dimensión esotérica del Islam). Seyyed Hossein Nasr. Ed. Herder (1984)

Webs

Cómo meditar. Práctica de la conexión con el corazón (2/3)

meditaciónComo se ve, el ejercicio no podría ser más sencillo y, de hecho, no podemos dejar de hacerlo bien, ya que por fuera sólo hay que hacer una cosa: respirar. Y por dentro sólo hay que hacer una cosa: ser. La dificultad de la meditación radica precisamente en su simpleza. Nos hemos acostumbrado a hacer todo lo posible para complicarnos la vida. Normalmente hay algo en la sencillez que nos cuesta soportar.

Por fuera sólo hay que hacer una cosa: respirar. Y por dentro sólo hay que hacer una cosa: ser.

Para facilitar la experiencia, sitúa tu atención en el cuerpo y no en la mente, es más, intenta “desactivar”, por así decirlo, tu mente consciente; no importa lo que pienses sobre las cosas, sino el sentimiento mismo que producen, su cualidad inexpresable y única, naciendo desde el centro mismo de tu experiencia de ser, aquí y ahora.

 

El cuerpo siempre es más real que la mente, porque el cuerpo siempre está aquí y ahora, no hay escape posible. La mente, sin embargo, puede estar en cualquier parte y tiene la desagradable tendencia de huir hacia el futuro, hacia el pasado e incluso hacia fantaseos irreales que ni son futuro ni son pasado. A la mente le gusta dejarse atrapar y caer en sus propias trampas. Poco a poco, si seguimos meditando, empezaremos a entender vivencialmente por qué esto es así.

El cuerpo siempre es más real que la mente, porque el cuerpo siempre está aquí y ahora, no hay escape posible.

Si quieres puedes centrarte en algunas áreas especiales de tu cuerpo, que son algo así como “condensadores” de experiencias y sentimientos. Son los lugares donde más se sienten las cosas, y suelen coincidir con los chacras de las tradiciones orientales. Los más importantes están situados cerca del propio sexo, en el plexo solar, en la boca del estómago, en la garganta, en el entrecejo y en la coronilla.

 

Pero el más importante, y en el que te recomiendo centrar tu atención, suele situarse en el centro del pecho, a la altura del corazón. Déjate sentir lo que haya allí, lo que te salga, sin distorsionarlo ni juzgarlo; no consientas a tu mente que adultere tu corazón, déjate sentir lo que sientas, aunque duela o asuste. Ten por seguro que eso es lo que hay, y no mejorará sino es a través de irlo haciendo consciente.

Todo lo anterior puede resumirse en dos palabras: permítete ser.

Lo peor que puedes hacer es huir de ello, velándolo, “enterrándolo”, tapándolo o simplemente fingiendo que no está ahí. Así no mejorará, sino todo lo contrario. Todo lo anterior puede resumirse en dos palabras: permítete ser.

 

Partes de este artículo:

https://madridpsicologia.com/como-meditar-practica-de-la-conexion-con-el-corazon-13/

https://madridpsicologia.com/como-meditar-practica-de-la-conexion-con-el-corazon-23/

https://madridpsicologia.com/como-meditar-practica-de-la-conexion-con-el-corazon-33/

 

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Psicología transpersonal

Psicologia transpersonalPsicología Transpersonal.

No hay una única escuela de psicología transpersonal, si no que incluye e integra diferentes enfoques psicológicos y espirituales. Mi formación abarca varias escuelas de psicología y una práctica continuada de espiritualidad en el ámbito de la meditación, los estados alterados de conciencia y el sufismo. Por supuesto, incorporo todo ello en la terapia en la medida en que la persona que viene a verme lo quiera o lo necesite. Además me veo capacitado para tratar problemáticas propiamente transpersonales en mi consulta. Te dejo un artículo antiguo (mucho ya!) que escribí cuando me iniciaba en la Psicología transpersonal.

*  * *

Los intentos de conciliar la psicología con la espiritualidad vienen de antiguo. De hecho, esta conciliación no ha sido necesaria hasta que no se ha dado una previa separación y diferenciación de esas dos esferas que en todas las culturas, a excepción del moderno occidente, nunca se han encontrado totalmente disociadas. La psicología transpersonal es una escuela psico-espiritual de orientación claramente humanista, desarrollada sobre todo en California, que nace con la pretensión de reparar esa fractura. En este sentido, suele decirse que es un intento de unificar los modelos descritos por la psicología occidental con las enseñanzas de la espiritualidad oriental (como si en occidente no hubiera espiritualidad o en oriente psicología).

La psicología transpersonal (o integral) propone un “mapa de la conciencia” articulado en estratos, en el que unos niveles absorben dialécticamente a otros en un continuo de complejidad creciente. El ser humano es un compuesto de cuerpo, mente, alma y espíritu, siempre deslocalizado entre lo individual y lo colectivo, entre lo egoísta y lo altruista, entre lo consciente y lo inconsciente (o supraconsciente)… El hombre es la síntesis de todas las tensiones en una escalada evolutiva que va de lo inorgánico a lo orgánico, del cuerpo a la mente y de ésta hacia el espíritu.

Así pueden reconciliarse las distintas corrientes, casi trincheras, psicológicas en una visión más completa que articule todas las dimensiones conocidas del ser humano (las descritas por el psicoanálisis, las psicologías existenciales, cognitivas…). Pero esto es tan sólo la primera etapa del camino, la mitad “personal” del viaje de la conciencia, por decirlo así.

Igualmente intentan integrar las diferentes visiones espirituales o “transpersonales”, siguiendo el esquema de la llamada filosofía perenne, que postula un núcleo duro (esotérico) semejante en las distintas religiones. Según estos autores, aunque las espiritualidades tengan diversos modos de expresión (dependientes de época y cultura), están diciendo esencialmente lo mismo, como una misma obra traducida a varios idiomas, una especie de sabiduría universal.

Así, desde una visión global que incluya el ser humano completo (cuerpo, mente, espíritu), se ha llegado a sugerir (Ken Wilber) que podrían entrenarse una especie de “terapeutas de cabecera” que envíen al paciente al gimnasio, al centro de yoga, al psicoterapeuta o al maestro zen, según los niveles (biológico, psicológico, espiritual…) concretos que se necesite trabajar en cada caso.

Uno de los principales problemas teóricos de este corriente es que debido a la cantidad y diversidad de enfoques que pretende integrar, parece que, en ocasiones, se ensamblen con calzador, a veces, caricaturizando o desnatularizando densas corrientes de pensamiento (psicológico, filosófico o espiritual) para que encajen con el “modelo integral”.

En la práctica, uno de los métodos preferidos de la psicología transpersonal es la alteración de la conciencia (Stanislav Grof), buscando estados interiores, en los que sea más fácil localizar los conflictos y resolverlos vivencialmente, movilizando toda la energía psíquica que estos estados, casi místicos, generan. Y que se inducen a través de sustancias, bailes, meditación, recitación de mantras, ejercicios de respiración, etc.

Si bien los estados alterados son una perfecta plataforma terapéutica, también hay que decir que abren la caja de Pandora del inconsciente. Y manejar a los demonios, una vez que se han despertado siempre es peligroso, especialmente en contextos tan precarios como talleres de fin de semana o cursillos breves (y con precios casi imposibles).

Otro obstáculo es que hemos perdido el marco antropológico apropiado, el contexto en el que estas prácticas son adecuadas y tienen sentido. El injerto de una técnica oriental (o chamánica) en el mundo occidental es más que problemático y en muchos cenáculos transpersonales se habla igual de chakras, complejo de Edipo, el ángel interior o psicologías cognitivas, y se cita a San Juan, a Freud o a Krishnamurti. Todo es “integrable”. Este panorama tiende a generar espiritualidades baratas, a lo new age.

A mi juicio, habría que unir lo crítico a lo transpersonal, en una psicología verdaderamente integral y más modesta, sin pretensiones de totalidad. En este sentido, lo más interesante de la psicología transpersonal es su intento por rescatar las dimensiones profundas de la existencia, olvidadas desde hace tiempo en occidente para situarlas en un continuo ontológico (la gran cadena del ser) que ofrezca una visión de conjunto sin negar ninguna de las casi infinitas dimensiones de esa densa realidad que es el ser humano.

 

Rafael Millán

 

Bibliografía recomendada.

– La psicología del futuro, Stanislav Grof. Ed. Liebre de Marzo, 2002.

– Sexo, ecología, espiritualidad, Ken Wilber. Ed. Gaia, 1995.