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Cómo meditar. Práctica de la conexión con el corazón (2/3)

meditaciónComo se ve, el ejercicio no podría ser más sencillo y, de hecho, no podemos dejar de hacerlo bien, ya que por fuera sólo hay que hacer una cosa: respirar. Y por dentro sólo hay que hacer una cosa: ser. La dificultad de la meditación radica precisamente en su simpleza. Nos hemos acostumbrado a hacer todo lo posible para complicarnos la vida. Normalmente hay algo en la sencillez que nos cuesta soportar.

Por fuera sólo hay que hacer una cosa: respirar. Y por dentro sólo hay que hacer una cosa: ser.

Para facilitar la experiencia, sitúa tu atención en el cuerpo y no en la mente, es más, intenta “desactivar”, por así decirlo, tu mente consciente; no importa lo que pienses sobre las cosas, sino el sentimiento mismo que producen, su cualidad inexpresable y única, naciendo desde el centro mismo de tu experiencia de ser, aquí y ahora.

 

El cuerpo siempre es más real que la mente, porque el cuerpo siempre está aquí y ahora, no hay escape posible. La mente, sin embargo, puede estar en cualquier parte y tiene la desagradable tendencia de huir hacia el futuro, hacia el pasado e incluso hacia fantaseos irreales que ni son futuro ni son pasado. A la mente le gusta dejarse atrapar y caer en sus propias trampas. Poco a poco, si seguimos meditando, empezaremos a entender vivencialmente por qué esto es así.

El cuerpo siempre es más real que la mente, porque el cuerpo siempre está aquí y ahora, no hay escape posible.

Si quieres puedes centrarte en algunas áreas especiales de tu cuerpo, que son algo así como “condensadores” de experiencias y sentimientos. Son los lugares donde más se sienten las cosas, y suelen coincidir con los chacras de las tradiciones orientales. Los más importantes están situados cerca del propio sexo, en el plexo solar, en la boca del estómago, en la garganta, en el entrecejo y en la coronilla.

 

Pero el más importante, y en el que te recomiendo centrar tu atención, suele situarse en el centro del pecho, a la altura del corazón. Déjate sentir lo que haya allí, lo que te salga, sin distorsionarlo ni juzgarlo; no consientas a tu mente que adultere tu corazón, déjate sentir lo que sientas, aunque duela o asuste. Ten por seguro que eso es lo que hay, y no mejorará sino es a través de irlo haciendo consciente.

Todo lo anterior puede resumirse en dos palabras: permítete ser.

Lo peor que puedes hacer es huir de ello, velándolo, “enterrándolo”, tapándolo o simplemente fingiendo que no está ahí. Así no mejorará, sino todo lo contrario. Todo lo anterior puede resumirse en dos palabras: permítete ser.

 

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Carta al niño que fuimos (4/4)

carta al niño interior. Niño secretoEscribir cartas, u otros ejercicios como éste, pueden ser muy útiles para entrar en contacto o en relación con partes de nosotros mismos a las que habitualmente no miramos. Como terapeuta, lo que más me interesa es entrar en contacto con lo más auténtico, con lo que haya de verdadero dentro de nosotros mismos para, desde ahí, poder empezar a construir. De hecho, hago este ejercicio tan pronto como puedo con la mayoría de mis pacientes, buscando esa primera piedra, ese cimiento de verdad personal sobre el que podamos empezar a construir una identidad válida sin riesgo de derrumbe posterior.

Como terapeuta me interesa entrar en contacto con lo auténtico para, desde ahí, empezar a construir sin caer en «arenas movedizas».

Otra posibilidad, sobre todo para los creyentes, consiste en escribirle a Dios, o a la concepción que tenga cada uno del Absoluto. La idea es entrar en contacto con aquello a lo que no podemos engañar ni con lo que no podemos hacer extraños juegos porque ya lo sabe todo de nosotros mismos. Por supuesto, puede hacerse incluso con ateos; esto suele poner de manifiesto los mecanismos de autoengaño, los dobleces, los prejuicios y las mentiras que esa instancia omnisapiente (Dios) sabe de nosotros, queramos o no, y ante la que no podemos ocultarnos. A veces así salen a flote contenidos ocultos que, de otro modo, hubieran tardado más tiempo en emerger.

 

No es necesario decir que este ejercicio no debe hacerse con personalidades muy desestructuradas o con tendencias paranoides, pero, fuera de eso, es un ejercicio sano para todo el mundo, especialmente para aquéllos que no acaban de sentirse plenamente conectados consigo mismos.

 

 

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