Psicología Transpersonal.
No hay una única escuela de psicología transpersonal, si no que incluye e integra diferentes enfoques psicológicos y espirituales. Mi formación abarca varias escuelas de psicología y una práctica continuada de espiritualidad en el ámbito de la meditación, los estados alterados de conciencia y el sufismo. Por supuesto, incorporo todo ello en la terapia en la medida en que la persona que viene a verme lo quiera o lo necesite. Además me veo capacitado para tratar problemáticas propiamente transpersonales en mi consulta. Te dejo un artículo antiguo (mucho ya!) que escribí cuando me iniciaba en la Psicología transpersonal.
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Los intentos de conciliar la psicología con la espiritualidad vienen de antiguo. De hecho, esta conciliación no ha sido necesaria hasta que no se ha dado una previa separación y diferenciación de esas dos esferas que en todas las culturas, a excepción del moderno occidente, nunca se han encontrado totalmente disociadas. La psicología transpersonal es una escuela psico-espiritual de orientación claramente humanista, desarrollada sobre todo en California, que nace con la pretensión de reparar esa fractura. En este sentido, suele decirse que es un intento de unificar los modelos descritos por la psicología occidental con las enseñanzas de la espiritualidad oriental (como si en occidente no hubiera espiritualidad o en oriente psicología).
La psicología transpersonal (o integral) propone un “mapa de la conciencia” articulado en estratos, en el que unos niveles absorben dialécticamente a otros en un continuo de complejidad creciente. El ser humano es un compuesto de cuerpo, mente, alma y espíritu, siempre deslocalizado entre lo individual y lo colectivo, entre lo egoísta y lo altruista, entre lo consciente y lo inconsciente (o supraconsciente)… El hombre es la síntesis de todas las tensiones en una escalada evolutiva que va de lo inorgánico a lo orgánico, del cuerpo a la mente y de ésta hacia el espíritu.
Así pueden reconciliarse las distintas corrientes, casi trincheras, psicológicas en una visión más completa que articule todas las dimensiones conocidas del ser humano (las descritas por el psicoanálisis, las psicologías existenciales, cognitivas…). Pero esto es tan sólo la primera etapa del camino, la mitad “personal” del viaje de la conciencia, por decirlo así.
Igualmente intentan integrar las diferentes visiones espirituales o “transpersonales”, siguiendo el esquema de la llamada filosofía perenne, que postula un núcleo duro (esotérico) semejante en las distintas religiones. Según estos autores, aunque las espiritualidades tengan diversos modos de expresión (dependientes de época y cultura), están diciendo esencialmente lo mismo, como una misma obra traducida a varios idiomas, una especie de sabiduría universal.
Así, desde una visión global que incluya el ser humano completo (cuerpo, mente, espíritu), se ha llegado a sugerir (Ken Wilber) que podrían entrenarse una especie de “terapeutas de cabecera” que envíen al paciente al gimnasio, al centro de yoga, al psicoterapeuta o al maestro zen, según los niveles (biológico, psicológico, espiritual…) concretos que se necesite trabajar en cada caso.
Uno de los principales problemas teóricos de este corriente es que debido a la cantidad y diversidad de enfoques que pretende integrar, parece que, en ocasiones, se ensamblen con calzador, a veces, caricaturizando o desnatularizando densas corrientes de pensamiento (psicológico, filosófico o espiritual) para que encajen con el “modelo integral”.
En la práctica, uno de los métodos preferidos de la psicología transpersonal es la alteración de la conciencia (Stanislav Grof), buscando estados interiores, en los que sea más fácil localizar los conflictos y resolverlos vivencialmente, movilizando toda la energía psíquica que estos estados, casi místicos, generan. Y que se inducen a través de sustancias, bailes, meditación, recitación de mantras, ejercicios de respiración, etc.
Si bien los estados alterados son una perfecta plataforma terapéutica, también hay que decir que abren la caja de Pandora del inconsciente. Y manejar a los demonios, una vez que se han despertado siempre es peligroso, especialmente en contextos tan precarios como talleres de fin de semana o cursillos breves (y con precios casi imposibles).
Otro obstáculo es que hemos perdido el marco antropológico apropiado, el contexto en el que estas prácticas son adecuadas y tienen sentido. El injerto de una técnica oriental (o chamánica) en el mundo occidental es más que problemático y en muchos cenáculos transpersonales se habla igual de chakras, complejo de Edipo, el ángel interior o psicologías cognitivas, y se cita a San Juan, a Freud o a Krishnamurti. Todo es “integrable”. Este panorama tiende a generar espiritualidades baratas, a lo new age.
A mi juicio, habría que unir lo crítico a lo transpersonal, en una psicología verdaderamente integral y más modesta, sin pretensiones de totalidad. En este sentido, lo más interesante de la psicología transpersonal es su intento por rescatar las dimensiones profundas de la existencia, olvidadas desde hace tiempo en occidente para situarlas en un continuo ontológico (la gran cadena del ser) que ofrezca una visión de conjunto sin negar ninguna de las casi infinitas dimensiones de esa densa realidad que es el ser humano.
Rafael Millán
Bibliografía recomendada.
– La psicología del futuro, Stanislav Grof. Ed. Liebre de Marzo, 2002.
– Sexo, ecología, espiritualidad, Ken Wilber. Ed. Gaia, 1995.